Los Jardines del Olvido

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La mayoría de todos nosotros estaba lastimada, aunque no todos en un estado critico, algunos, solo algunos, muy pocos a decir verdad, eran capaces de regenerarse, y ni si quiera por completo, una pierna no la recuperarían, básicamente solo aceleraba el proceso de cicatrización, dejando al descubierto solo prendas desgarradas.

Al volver, logré observar un grupo gigante de niños, quizá no tan grande, asimilaban un grupo de kindergardianos. Varios se acercaron con alegría a sus padres y hermanos, pero otros, solo se quedaron desorientados, quietos, dejando que las lagrimas se acunaran bajo sus ojos.

—Lo perdieron todo, al igual que tu alguna vez...—indicó mi padre parándose a un lado mío

—No, ellos están completamente solos...—negué sin derramar una lagrima, no, no lloraba porque fuera fuerte, simplemente no podía, el sentimiento estaba bajo mis parpados y sofocaba poco a poco mis fosas nasales, pero no salía.

Mi padre soltó una risa muda, y con dulzura en su voz habló

—No...ninguno lo está, esta es su familia...y ahora también la tuya, nunca permitiría que estuvieras sola ¿recuerdas?

Pronto Pietro suplantó su lugar, quedándose en el mismo lado que yo, con las manos en los bolsillos, el cuerpo un tanto rasguñado y con múltiples partes cubiertas de polvo, no estaba tan dañado, pero igual se veía descuidado.

No soltó ninguna palabra, solo sacó una de sus manos y la llevó a la mía, entrelazando los dedos con suavidad, dándonos una especie de apoyo mutuo en el que ninguno necesitaba hablar. Estábamos casi en las mismas, lejos de lo que conocíamos, solo teniéndonos a nosotros dos como un hombro en el cual llorar y reír, pero eso es una relación ¿no? Ese punto de tu vida en el que comenzabas a verlo solo a el, en el que solo el seria el que reciba esos secretos que ni tu propia sombra sería capaz de guardar, y es ahí cuando en tiendes que el amor va más allá de un sentimiento de ansiedad en la boca del estomago, mas lejos que hormonas adolescentes...cuando llega lo suficientemente lejos, tan lejos,  que el decide pasar los problemas, ajenos a su persona, contigo...o simplemente se queda ahí, con los brazos extendidos para cuando lo necesites.


Poco a poco vimos como Sunan, Hayate y Konan, junto con otros adolescentes, comenzaban a avanzar, llevando el grupo de niñitos detrás de ellos, y Spencer parecía ir muy pegado a Hayate para mi sorpresa. Traté de caminar, pero mi tobillo dolió repentinamente, no estaba roto, esos sin duda...pero tal vez y los efectos de la adrenalina ya habían terminado, y mi cuerpo comenzaba a ser consiente de los daños que había sufrido. 

—¿Qué tan lejos puedes llegar?—preguntó Maximoff con obvia preocupación, y en el instante, pareció buscar el dolor en mi rostro, pero no, ya no, esta vez no le pondría mala cara ni daría todo por perdido.

—¿Qué tan rápido puedes ir?—respondí con una sonrisa, un tanto juguetona, el pronto correspondió con el mismo gesto, tomando mi mano para cuidar que no me tropezara aparentemente, y poco después Simon se acercó a nosotros.

—Yo la cuido, ve a ver que no secuestren a tu cuñado—pidió el mismo castaño, al final Pietro accedió con algo de duda, pero parecía que entre platinados se llevaban bien.

Un brillo verde apareció en sus dedos, y pronto los colocó con suavidad detrás de mi cabeza, y el dolor fue desapareciendo poco a poco. Una vez logrado su cometido, comenzamos a caminar a la par del otro.

—Konan es mamá...—indicó, ambos parecíamos ir viendo a abajo, sin ninguna razón aparente, quizá la posible vergüenza

—¿No es muy joven?

—Tiene mi edad...ambos estamos próximos a cumplir veinte y...es la primera en dar a luz a un nene de la nueva generación

—¿Es un niño?

Ocean Eyes »» Pietro Maximoff y TuDonde viven las historias. Descúbrelo ahora