Una Mano Para Otra Mano

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Los ojos de Pietro se encontraban cerrados, ni siquiera sabía que hora era, pero aun era de noche y la cortina de la ventana sobre nuestras cabezas ondeaba gracias a el viento que rondaba por la zona,  y a pesar de estar siendo arrullada por los grillos y los sonidos mudos de la noche.

Sin embargo yo no lograba conciliar el sueño, llevaba varios minutos con el brazo de Pietro sobre mi cintura y su respiración en el nacimiento de mi nuca, era de las pocas veces en las que dormíamos juntos, y tenía el presentimiento de que así sería desde ahora, sin embargo en la habitación de al lado se encontraba Spencer, y Adam, por otro lado, aún no volvía, el había decidido salir a dar un paseo con amigos que recién había hecho, y ahora me sentía como una madre durmiendo con su marido. Duras vueltas de la vida.


Tal vez y después de todo el discurso de Sunan era lo que me había dejado pensando, parecía alguien totalmente diferente al niño inmaduro que había conocido hace poco,  esta vez había hablado con una increíble seguridad, se paraba erguido y cada paso que daba lo hacía con firmeza, aparentemente comenzaba a reconocer lo importante que era su papel de líder, así mismo, nos dijo a nosotros tres, excluyendo a Spencer, que mañana, o quizás hoy, nos citaría  para hablar, y era impresionante la forma en que lo había pedido, en un tono tan serio, hasta cierto punto un poco inquietante, y esa misma manera inquietante sería la que no me dejaría dormir.

Y que más daba, tarde ya era, tal vez necesitaba un momento para mi, lejos de todos y de toda la información que de golpe me han estado tirando, así que sin mucho problema, tomé la parte del kimono que anteriormente me había prestado Sunan, lo até y saqué el cabello que había quedado atrapado entre la tela y mi piel frente al espejo. A simple vista, la ropa de Sunan parecía quedarme como una bata, larga, y es que o el era alto o yo era una enana de lo peor, o ambas.

Abrí la puerta con cuidado, y puse un pie en el primer escalón al aire libre, fue entonces que una voz sonó a mis espaldas.

—¿A donde vas?—preguntó mi hermano menor, tallando su ojo con el dorso de su mano, solo en ropa interior

—A caminar, quédate adentro y no le abras a nadie—ordené viéndole por sobre el hombro, casi al instante en el que terminé de hablar, el bajó su manita y abrió ambos ojos, de un color obsidiana y pupilas plateadas, y vaya que daba miedo como para ser un niño tan pequeño.

—No me siento bien—confesó en un débil tono de voz, provocando que retrocediera mis pasos hasta estar adentro de nuevo—Cuando abres los ojos en la noche no ves nada, pero yo veo todo, se donde quedan las cosas, pero me arden los ojos—explico, y es que en realidad no sabía como ayudarle.

Simon no estaba como para si quiera brindarme una hipótesis de que era lo que pasaba ahora, molestar a Sunan cuando posiblemente ya estaba durmiendo tampoco era una opción,  y estaba segura de que los otros dos hombres bajo este techo no tendrían ni la menor idea de que le estaba pasando. Solo me limité a ponerme de cuclillas tratando de estar a la altura de mi hermano, acariciando un poco su cabello buscando calmarle.

—Solo ve a dormir y no abras los ojos—indiqué, no mentiría, internamente estaba rezando para que no amaneciera con el par de esferas reventadas o ciego

—¿Ya no te vas a ir?

—¿Quieres que me vaya?

—No, me da miedo

—Y eso esta bien por ahora—hizo escena la voz de Pietro, con el torso desnudo, saliendo del pasillo caminando con tranquilidad a nosotros, me dio un leve asentimiento y se dirigió a Spencer con una cálida sonrisa, imitó mi posición y colocó una mano sobre la mejilla del chico—______ está un poco cansada, vamos a llevarte a dormir para que pueda descansar ¿Si?—y un asentimiento acompañado de los brazos extendidos del menor fueron suficientes para que mi novio le tomara en brazos.

Ocean Eyes »» Pietro Maximoff y TuDonde viven las historias. Descúbrelo ahora