Capitulo 31

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Mientras tanto, en la transitada calle de delante del hipercentro se presenciaba el constante ajetreo de todas las personas que allí se encontraban. Un ininterrumpido ir y venir de gente: jóvenes que se dirigían a sus colegios, ancianos que salían a dar su paseo matutino, amas de casa que salían a hacer la compra, empresarios que se dirigían a su lugar de trabajo... Entre tanta multitud perturbante, pronto se hizo visible una cabellera de color rubio platino. Claramente se trataba de una mujer sensual, de esbelta figura y marcadas curvas; sin embargo ella escondía su rostro bajo un casco de moto de color negro. A su lado un hombre corpulento la iba acompañando a cada paso que daba. Iban a pasar sin detenerse, parecían buscar algo con anhelo. De pronto pararon. Alguien con autoridad se preocupaba por conocer sus pasos y decidió guiarles.

-¿Qué está pasando, Vermouth? -preguntó la voz fría pero intranquila de Gin.

-Les hemos perdido... -alegó la mujer, tajantemente.

-¡Pero no pueden haber ido muy lejos! -añadió el hombre corpulento a través del micro que llevaba.

-¿Cuánto tiempo ha pasado desde la última vez que les visteis? -preguntó interesado Gin.

-Unos cinco minutos... Quizás un poco menos... -respondió su subordinado, Vodka.

-Un minuto es suficiente para prender fuego a todo un bosque... Los ratoncitos deben haberlo aprovechado para huir bien lejos o esconderse...

Hubo una breve pero intensa pausa que nadie se atrevió a romper hasta que Gin habló de nuevo.

-¿Tenéis un hipercentro comercial a vuestra izquierda? -preguntó Gin.

-Sí... -afirmó la mujer del cabello rubio alzando la vista hasta visualizar todo el edificio- Una ratonera enorme con una cantidad desbrodable de ratones...

-Entrad allí -ordenó la voz de Gin.

-¿Eh? ¿Pero jefe? -se extrañó Vodka- ¿Por qué?

-Esos dos han entrado ahí...

-¿Cómo estás tan seguro? -insistió Vermouth, que de algún modo presentía que estaban allí, pero a la vez quería evitar encontrarlos.

-Os encontráis en una calle cuya única salida se encuentra donde yo tengo el porshe aparcado... Con el tiempo que ha pasado desde la última vez que les visteis y los minutos que han transcurrido desde que hemos empezado a hablar, tienen tiempo de sobra de para haber aparecido por aquí... Pero no lo han hecho... Tienen que haber entrado en algún edifico o establecimiento de esa calle...

-¿Y por qué estás tan seguro que están en el hipercentro? -volvió a interrogar Vermouth.

Gin sonrió levemente mientras encendía un cigarrillo que sostenía entre los dientes.

-Mira a tu alrededor, Vermouth... ¿Qué ves?

-¿Me harás jugar a las adivinanzas o al veo-veo, Gin? -le preguntó retóricamente la mujer con una sonrisa entre los labios.

-No, claro que no... -respondió él- Es para que te des cuenta...

Vermouth comprendió que Gin estaba esperando muy seriamente una respuesta suya, así que empezó a hablar:

-Veo varias cafeterías, algunos bancos, un salón de juegos, una gasolinera, una puesto de venta de lotería...

-¿Todavía no te das cuenta? -agregó Gin- ¿No ves que en ninguno de esos sitios podrían entrar dos adolescentes y esconderse por mucho tiempo? Tarde o temprano el encargado o el dueño les iría a llamar la atención si se quedaban mucho tiempo en un lugar no muy visible... Tienen que haber entrado en un lugar grande y lleno de gente. Creo que sólo hay ese centro comercial que se adapte a estas características...

Al terminar de escuchar las deducciones de Gin, Vermouth y Vodka se miraron dando a entender que lo habían comprendido todo y que debían entrar en ese lugar para encontrarlos.

Un amor de doble filoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora