Capitulo Final: 59

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Shinichi no esperó a que el cura terminara de decir las palabras, ya estaba besando a Shiho.
Una lluvia de pétalos de flores, arroz y burbujas de jabón les cayeron encima justo a la salida del recinto en donde se habían convertido en marido y mujer. Ante la insistencia insistente de los invitados que gritaban "¡Que se besen, que se besen!", Shiho y Shinichi les complacieron con otro beso antes de que la novia lanzara el ramo hacia atrás. Con los ojos cerrados y de espaldas a las chicas que esperaban impacientes el ramo, Shiho lo lanzó con fuerza hacia atrás. La afortunada que vio como le caía entre las manos fue Kazuha, ¿habría otra boda pronto? Seguramente. Sonoko y Ran bromearon acerca de ese hecho, y sirvió para que Kazuha y Heiji se ruborizaran aún más. Shiho y Shinichi contemplaban la escena felices y sonrientes al igual que el resto de presentes.

Festejaron y brindaron, pero Shiho no pudo tomar mucho champán porque el ginecólogo le había recomendado no beber alcohol. Pasadas unas horas, mientras eran despedidos por sus seres queridos, Shiho y Shinichi tomaron un taxi que les llevaría hasta una casa rural, en donde pasarían unas semanas como luna de miel. Para hacer más cómodo el tiempo de gestación del embarazo, habían querido evitar los viajes en avión o en barco, que facilitaban la presencia de mareos y vómitos desagradables. Aun así, disfrutaron plenamente esos días en el campo, bañándose a escondidas en algún lago cercano, descansando bajo la sombra fresca de un árbol o dando de comer a algunos animales salvajes. Pero como indica el refrán, "todo lo que tiene un comienzo, tiene un final", y esos días de estar en el campo se acabaron y tuvieron que regresar a Beika, a la casa del distrito 2, número 21. La mansión Kudo. Allí, con los años, Shinichi instaló su propia agencia de detectives, mientras que Shiho combinaba su faceta de madre con la de científica, haciendo experimentos e inventando o creando medicinas que permitieran un progreso beneficioso para la sociedad. Shiro, por su parte, había heredado la pasión por los misterios de su padre y la pasión por la ciencia de su madre, lo que le convertía en un muy buen futuro fichaje para la policía.
Habían pasado siete años. Shiho y Shinichi seguían tan enamorados como el día que se casaron. Oían a su hijo Shiro jugar dentro de la bañera mientras ellos se besaban apasionadamente casi a escondidas del pequeño. Por más que fueran pasando los años, su amor no disminuía ni un ápice. Era lo que suele llamarse un amor eterno e inolvidable.

                                                                                  FIN

Un amor de doble filoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora