│• Fogaje Efímero • │

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●•La canción es lo suficientemente larga para acompañar la lectura•●

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Agente 007

Alcé en mis brazos a Herbert quien dormía en un sueño profundo y pesado, tomé mi bolso y me dirigí hacia las escaleras para bajar del avión. Varios personales tanto de seguridad, como los de alto rango, se hallaban firmes en la intemperie fría y espesa de la oscura madrugada, recibiéndonos.

Al terminar de bajar le sonreí al hombre a quien en parte también le debía mucho de mis logros futuros que comenzaban hoy.

— Me alegra volver a verte. Muchas felicidades por tus logros como agente. Tu mentor no ha hecho más que impresionarme con tu avance — susurró mirando a mi hijo antes de acercarse a dejar un beso en mi mejilla.

— Igualmente, Dimitri — caminamos juntos — Es inesperado viniendo él. Apenas hace el más mínimo esfuerzo de valorarlo en mi presencia.

— Eso ya no importa, el caso es que estás aquí — le dediqué una sonrisa — Bienvenida. Puedes ir a tu habitación ¿Lo recuerdas cierto? — asentí — Acomódate, ve a darte una ducha, descansa si quieres y ya al amanecer decides que hacer. Tienes el día para ti.

— Muchas gracias por todo — negó restándole importancia — Rose me ha informado todo lo que han hecho para mi llegada y la adaptación de él en las instalaciones — acaricié la espalda del tesoro que tenía en mis brazos.

— Esta es tu casa también y lo sabes.

— Lo sé... — suspiré — Iré a desempacar y a descansar un poco. Ha sido largo el viaje.

— Claro... adelante. Estaremos hablando pronto en mi oficina — asentí. Un hombre de seguridad me acompañó hasta mi cuarto, para ayudarme con las maletas.

Una vez dejé al niño en la cama y comencé a desempacar su ropa en las cómodas que habían instalado en mi habitación para él. En lo general esto no sucedía, yo le brindaba espacio y privacidad como niño a él y yo también como mujer.

Sin embargo, al contrario que en el recinto donde tenía su propia habitación, aquí quería tenerlo cerca mío, porque a diferencia de allá, las personas de aquí no era de su confianza.

Fue sincero y me lo dijo.

Mamá ¿Puedo dormir contigo allá?

Esas palabras bastaron para que ambos nos entendiéramos.

Herbert era un niño valiente y muy inteligente, de eso no me quedaba duda, pero yo sabía lo que acarreaba su infancia y en el fondo aunque se callara sus inquietudes, los traumas seguían allí. Esa era la razón por la que no hablaba con nadie a la que él no considerase de confianza.

Algo que me destrozaba el corazón por completo.

La primera vez que lo acurruqué en mis brazos, ambos teníamos miedo, ambos sufríamos en silencio y ambos nos aferrábamos el uno al otro. Desde entonces traté de comunicarme con él, hasta que logró decir aquella palabra que me aseguró que no había hecho lo incorrecto.

T U Y O S (Míos #2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora