│• Sismo Emocional • │

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●• Disfrútenlo •●
Léanlo con calma y de preferencia, a solas.

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Agnes Ivanova.

Cuando el ser humano se ve expuesto a situaciones extremas, suele actuar bajo la misma intensidad.

Como agentes no teníamos permitido hacer tal cosa, no cuando éramos entrenados para lidiar con cosas peores de lo que el promedio de la humanidad podía. Supongo que eso es lo que me ha mantenido al margen ante distintos sucesos que han ocurrido últimamente, tanto que ponen en alerta al mundo, como a los que me importan.

Tal vez era mi profesionalismo, tal vez la presión de los que amo sobre mi bienestar, o el pasado desastroso. No lo sé. Pero todo se había esfumado.

A mí podían juzgarme cualquier cosa, pero lo que no iban a cambiar es lo que caracterizó a la Agnes de antes y lo que siguió oculto hasta el momento en la Agnes de ahora.

Yo seguía siendo la misma.

La misma que haría lo que sea por los que ama. La misma que no querría pasar el perder algo tan valioso. La misma que ama sin fronteras a los que la ama y a los que no. La misma que está harta de sufrir, pero también de perder.

Y supongo que ellos ya lo sabían, porque en el momento en que cambié hace pocos días, se plantaron ante mí y vi un lazo invisible atarme a los dos diciéndome que no me soltarían hasta el último momento.

Y lo que me llevó a decidir que ya no lo haría sola.

A papá, no le gustó la idea. A nadie en realidad.

Yo no estaba lista.

Sinceramente no lo estaba.

Sentía que desde el momento en que tomé la decisión, estaba viviendo en el pasado, que no conocía mi presente. Sentía el miedo, la debilidad, la inocencia, la incapacidad de defenderme. Me sentía como una bebé, frágil y fácil de romper. No me sentía como la mujer preparada en la que me convertí. Solo era la Agnes del pasado, y lo que me impulsaba era la necesidad desesperante de arriesgar todo por traer a mi mejor amiga y detener lo que venía.

Me había sumido en un silencio que preocupó a los demás, pero no di marcha atrás pese a la insistencia de hacerlo.

Ya no podíamos esperar.

En ese pasillo solitario, un muro me dividía de Hans, William, papá y los demás, mientras que la puerta frente a mí, daba a él.

El estómago me tembló sin siquiera ser capaz de pronunciar su nombre.

Tal vez debía decirles que se me había olvidado quien era yo ahora mismo, porque estaba pasando, pero Harper retumbaba en mi mente más fuerte que mi cobardía. No era cobardía, eran recuerdos. En cada latido de mi corazón una imagen rápida a su lado se animaba en mi mente.

T U Y O S (Míos #2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora