El picnic

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La idea del picnic en el parque me tomó por sorpresa, no era tu estilo. Y ahí estábamos, sentadas bajo aquel árbol que nos daba sombra. La luz se reflejaba en tu rostro, haciendo brillar tu gran melena oscura, que se mecía al son del viento. Estabas radiante. Te observaba mientras tomabas el sol con los ojos cerrados mirando en dirección al cielo. Me tenías totalmente embelesada.

- ¿Cómo puedo quererte tanto?¿Me lo explicas? - pregunté en voz alta en vez de seguir dándole vueltas en mi cabeza.

- Yo tampoco le encuentro explicación. No sé que viste en mí, sinceramente - contestaste sin siquiera mirarme.

- Que estupidez.

- Sí, eso sí que lo soy con total seguridad - abriste los ojos y me regalaste una sonrisa.

- Ven aquí, acércate - me abracé a ti, apoyando mi espalda contra el árbol. Sentía tu calidez en mi pecho, tu respiración subiendo y bajando bajo mis brazos, que rodeaban tu cuello.

- Creo que podría quedarme aquí eternamente - dijiste mientras dejabas un beso en mi brazo.

- Deseo concedido. Tu y yo juntas, para siempre.

- Me pido ser un cactus - comenzaste a darme pequeños pellizcos como si fueran pinchazos.

- Tu siempre igual, dando una imagen de ti que no se corresponde con la realidad.

- ¿Ah, no? Entonces tendré que cambiar la técnica, no quiero que nadie acabe enamorándose de mi, que pereza - tu risa inundó todo el lugar.

Sabía que estabas haciendo, pero esta vez no te iba a seguir el juego. Lidiar contra tus miedos era algo que debías hacer tú sola, así que opté por callar.

- Oye, era broma. Lo sabes, ¿Verdad? - tu voz sonaba preocupada.

- Lo sé.

- ¿No vas a decir nada más?

- No.

Te giraste a toda prisa, normalmente te hubiera respondido cualquier cosa, y cuando viste que no lo hacía, rompí tus esquemas.

- Perdóname Camino. Sé que soy una persona difícil, casi hermética, pero no quiero fastidiar esto. No sentía algo así desde hace mucho tiempo, y me aterra. Por eso siempre uso el humor como defensa...pero...- tapaste tu rostro con las manos -  Nunca dudes de mi amor por tí.

Te miré y lo único que vi fue a una mujer libre mostrando sus fortalezas y debilidades. Aparté tus manos, obligándote a mirar.

- Cariño, no pasa nada. Te quiero Maite, tal y como eres - sostuve tu cara entre mis manos, deteniéndome unos segundos en tu mirada, y te besé. Todo a nuestro alrededor desapareció, solo estábamos tu y yo, y ese beso que sellaba para siempre nuestro amor.

One shot MaitinoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora