El reencuentro

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Cada vez que abría ese mueble, donde tenía guardados todos nuestros recuerdos...un pesar inundaba mi corazón. Era rememorar una y otra vez tu ausencia. A pesar de ser momentos bonitos de nuestra historia...cada vez que los miraba, que mis manos acariciaban ese lazo que selló nuestro amor...que leía y releía esa cartas que se habían convertido en mi salvación...el dolor y la tristeza tras tu marcha creaban un abismo que nos separaba más y más. No sabía vivir sin ti, no quería vivir sin ti, me dijiste que esperara y eso era lo único que me mantenía en pie.

La perdida de Ildefonso solo fue otro duro golpe, aunque no le quería, le tenía cariño. A su manera había cuidado de mí, había aceptado que no iba a poder amar a otra persona que no fueras tú. Y aún así, nos apoyamos, para evitar las habladurías de la gente.

La puerta sonó sacándome de esos pensamientos que siempre me llevaban a ti.

- ¿Maite? ¿Eres tú de verdad? - en mi locura creí que era otro de mis sueños.

- Hola Camino - dijiste con miedo - ¿No vas a darme un abrazo? - quedaste esperando una reacción por mí parte desde el otro lado de la puerta.

- Podrían vernos - fue lo único que pude responder. Mi yo anterior se habría lanzado a tus brazos sin pensarlo...pero tras tu estancia en la cárcel y tú marcha a París temía perderte...aún sin saber si eras real o una ilusión que había fabricado mi mente.

- Entonces, ¿Puedo pasar? - seguías esperando.

- Sí, claro - te miraba con los ojos abiertos de par en par, sin terminar de creer lo que veía. Me iba alejando a medida que avanzabas, no quería tocarte y confirmar si eras real, porque al hacerlo, una parte de mi podría desfallecer.

- Veo que te has establecido cerca del barrio.

- ¿Qué haces aquí? - corté de forma tajante. No entendía que estaba pasando, y necesitaba saberlo.

- Sé que estás pasando por un mal momento y pensé que necesitarías una amiga - no apartabas la mirada de mi  intentando descifrar mi expresión - He venido lo más rápido que he podido.

- Sí, no estoy pasando por un buen momento - no podía mentirte, solo tu podías leer mi interior.

- ¿Cómo estás?

- Muy mal - mis ojos comenzaron a humedecerse.

- No estás sola Camino. Yo estoy contigo.

Podía ver cómo sufrias por mí, cómo tu cuerpo temblaba a medida que te acercabas y yo seguía apartándome.

- Camino, no huyas de mí, por favor.

No pude contener por más tiempo mis lágrimas, que comenzaron a resbalar por mis mejillas.

- No estés triste, me parte el alma verte así.

- No es tristeza lo que siento - tragué saliva - es alegría - todo mi ser era una mezcla de emociones, sentimientos que luchaban en mi interior, tristes por Ildefonso, alegres por tí, mi querida Maite, pero me sentía bloqueada, incapaz de expresar lo que sentía - Pensé que jamás volvería a verte.

Entonces la vi, vi tu hermosa sonrisa, esa que me había enamorado desde la primera vez, y todo cobró sentido. Las horas sin ti, tu ausencia, el significado y el poder que me dieron esas cartas que eran lo único que me habían mantenido unida a ti, a la vida. Cómo ese hilo rojo invisible símbolo de nuestro amor.

- Pues te equivocaste.

- ¿Y qué pasa con París? - mi mente buscaba dejar claro si estabas aquí por qué querías, si regresabas por mí.

- Te dije que volvería por ti... Y aquí estoy.

- No me puedo creer que estés aquí, conmigo - rompí al fin la barrera que me hacía estar a la defensiva.

- ¿Pero cómo iba a olvidarme de la persona que más quiero en el mundo? - tu hermosa sonrisa acarició mi dañado corazón - No he dejado de pensar en ti ni un segundo desde que tuvimos que separarnos.

- ¿ Desde qué tuvimos? - dije con un poco de rabia - Tu y yo jamás nos habríamos separado... Fueron ellos los que nos obligaron a romper con nuestro amor - ese recuerdo en el puente, tu injusta encarcelación afloraron mi irá.

- Por eso tuve que huir, como si fuera una delincuente.

- No entiendo que clase de sociedad castiga y persigue a alguien solo por dar amor.

- Lo siento... - ahora eras tú quien lloraba - Me siento tan culpable.

- No Maite, no. Tu no tienes culpa de nada...tú eres lo mejor que me ha pasado en la vida - intenté tranquilizarte, y decir aquellas palabras reprimidas desde que te fuiste.

- Si supieras cuánto te he echado de menos - tu mirada profunda y sincera llena de amor era lo que más deseaba - Cada rincón, cada calle, cada pincelada en el lienzo me remitía a ti.

- Pero si yo no estaba en París.

- Pero estabas en mi cabeza día y noche...por más que intentaba olvidarte, no lo conseguía...¿A ti te ocurría lo mismo?

Tu miedo, tus dudas al pensar que no me sentí igual, me mataban por dentro. El matrimonio con Ildefonso había sido una farsa que creí que me alejaría de ti y no podía evitar comparar su relación con la nuestra cada día, pero es que no había comparación posible. A ti te amaba, a el le tenía cariño.

- Cada día, se me hacía insoportable...al menos tú eras libre en París.

- Bueno, mi cuerpo era libre...pero no mi mente y mucho menos mi corazón.

- Deja de hablar de eso - estaba cansada de palabras.

- ¿Y qué quieres que haga?

- Cállate - otra vez esa palabra, otra ves esas ganas inmensas de querer comerte a besos. Me lancé a por tus labios, esos que ansiaba besar desde hacía tanto tiempo. Había olvidado el sabor, su tacto, pero regresaron en cuanto rocé mis labios con los tuyos y el abrazo, el abrazo fue la clave para encender mi corazón. Al fin habías regresado a mi lado, al fin ponías fin a días y noches de soledad, al fin habías vuelto para quedarte, y esta vez, no iba a dejarte escapar.

One shot MaitinoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora