París

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Era de noche, las calles estaban vacías, era el momento en el que ella dejaba salir sus miedos que la acompañaban en la oscuridad más profunda.

Su corazón apenas latía, pues había encerrado sus emociones a cal y canto. Y justo ahí, en esa calle, se cruzó con la respuesta. ¿Tendría el valor suficiente para lanzarse? No le quedaba otra opción, pues sentía como su tiempo se esfumaba sin siquiera haber amado.

- Hola Maite - saludó a su profesora que estaba en el lugar de siempre, un banco de piedra cuya dirección estaba orientada hacia la Torre Eiffel. Observaba el hermoso amanecer de París, con el sol poco a poco asomando por un lado, iluminando el horizonte.

- ¿Camino? Me asustaste - se sobresaltó al escuchar su nombre - ¿Qué haces aquí tan temprano?

- Lo mismo que tú. Admirar la belleza del paisaje - confesó con doble intención, pues no era el cielo lo que observaba, si no a esa mujer que le había robado el corazón desde el instante en que sus ojos se cruzaron.

- ¿Quieres sentarte conmigo?- ofreció Maite dando golpecitos sobre la fría piedra.

Camino no respondió, tan solo guió sus pasos al encuentro de su amada. Podía aspirar el aroma de su perfume movido por la brisa fresca de la mañana. Sus manos se rozaron levemente provocando una chispa entre ambas.

- Mira, una estrella fugaz - Camino se levantó a toda prisa señalando la estela que había dejado a su paso. Bajo la luz de aquella farola su rostro parecía iluminado como si de otra estrella se tratara.

Maite se quedó sin habla, parecía un ángel caído del mismo cielo.

- Ten cuidado, esa barandilla no parece segura - un pálpito le advertía del peligro. Se acercó a ella y la sostuvo por la cintura para protegerla ante una posible caída.

El cuerpo de Camino reaccionó a tan inesperado encuentro aumentando el calor entre ambas. El frió pasó a un segundo plano, temía más por la perdida de decisión ante sus movimientos, permanecía quieta a la espera de dar el siguiente paso.

- ¿En qué piensas? - quiso desviar la atención Maite.

- En que me gustaría dar una vuelta en bicicleta - eso no era lo que quería decir estaba claro. Lo que realmente quería expresar era el amor que sentía por ella, como su corazón latía a mil por hora cada vez que la miraba, como su respiración se agitaba con tan solo escuchar su voz, o como sus piernas flaqueaban al sentirla tan cerca - Es algo que siempre he querido hacer, ¿Tú no?

- Pues ahora que lo dices. Sí - respondió sin saber muy bien que decir - ¿Quieres montar conmigo?

Camino la miró directamente a los ojos ante tan curiosa petición. Aunque lo que realmente deseaba era besarla, cómo tantas veces había hecho en sueños, dormida y despierta.

- Me encantaría, pero...- Maite bajó la cabeza apenada temiendo un no por respuesta -...pero hay otra cosa que me encantaría hacer antes - y cogiendo su cara entre las manos la besó, primero con delicadeza, comprobando si era correspondido, después apasionado cuando reconoció el mismo deseo en ella.

- Camino, podrían vernos - no quería parar, quería seguir saboreándola, degustar ese manjar de los dioses que era su boca.

-...¿Y? ¿Sabes cuántas veces he soñado con este momento? ¿Con tus labios, con tu mirada, con decirte que te amo? - desde que le concedieron la beca para estudiar arte en Francia y descubrió el amor naciendo dentro de ella, por ella, era en lo único que podía pensar.

- Supongo que las mismas que yo - se mordió el labio inferior como única respuesta, dándole a Camino vía libre para hacer con ella lo que quisiera. Y lo hizo, lanzándose contra su pecho y agarrándose a su cuello, la besó con esa desesperación que nace del deseo.

Y allí, bajo la luz del sol se prometieron amor eterno, y París fue testigo de esa promesa que las uniría para siempre.

One shot MaitinoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora