12. Familia de locos

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Samanta Espinoza

Él subió rápido las escaleras mientras yo me quedé sola, en eso sentí algo abajo de mí, algo peludo contra mis pantorrillas, bajé la mirada esperando lo peor. Era un perro, uno de raza labrador, pero este tenía un montón de heridas, hasta sus costillas se veían, tan solo verlo empecé a flaquear, sin duda estaban muertos, un animal en ese estado no podría sobrevivir, él me ladró y brinqué del susto. En su boca tenía una pelota creo que quiere jugar, él seguía insistiendo entonces con gran temor tomé la pelota, mi mano temblaba, sentía la boca seca y no podía recordar como respirar, ya con la pelota la lancé y corrió tras ella. Igual como lo hacía un perro normal.

- ¿Quiere algo de tomar? - escuché una voz detrás de mí, eso me hizo gritar del susto. Una fina lágrima abandonó mi ojo, mi corazón amenazaba con salirse de mi pecho.

-Perdone- volteé a verla, era una chica joven, con un vestido amarillo claro y un delantal negro, su cabello negro atado en un moño bajo, su piel no sé si era morena o quemaduras porque sus manos y piernas se veían quemadas, sus labios eran grisáceos y sus ojos sin brillo, ella no estaba viva.

- ¡Viva! - gritó asustada, salió corriendo –Eugenio, hay una viva en la sala- se oyó al gritar a lo lejos, creo que los muertos son como las arañas, ellos te tienen más miedo a ti que tú a ellos.

-Se me olvido decirte, desde que la quemaron, Clara les tiene miedo a los vivos- Tyler dijo en mi oído, dándome otro pequeño infarto, tomé mi pecho y empecé a respirar forzadamente, no sé cómo llegó allí tan rápido.

-Te voy a presentar a mi familia- me tomó de la mano y volteé.

Y allí enfrente estaban ellos, Los Durand. Tragué grueso de tan solo verlos, todos estaban igual, su piel era delgada y opaca, su palidez era tenue y sus ojos estaban apagados.

Esto debe ser otro sueño

Esto no es real.

En eso vi como uno de ellos, el hombre, se acercaba a mí, mis piernas flaqueaban y retrocedí un paso por inercia.

-Buenas tardes, Dr. James Durand- me dijo este haciendo una reverencia, él era bastante alto haciéndome sentir más pequeña entre todos, su débil piel era un tanto morena y su cabello castaño y bien peinado, sus ojos eran caramelo y finos; y, su porte era extremadamente refinado. Me proporcionó una cálida sonrisa que disminuyó un bajo porcentaje de mi miedo.

-Un placer- le respondí fingiendo una sonrisa, pero el terror era evidente en mi rostro.

-Cristina Ramírez de Durand- Se acerca la mujer, esta aparte de su aspecto fúnebre, era muy bella, su cabello, aunque fino, era rubio natural, aunque corto a los hombros, sus ojos eran de un gris intenso con destellos azules al contrario de los de su hijo, su rostro era fino y tenía las proporciones perfectas, sus labios iban pintados de un rojo sangre que combinaban con su porte extremadamente elegante, ella subió el doble del porcentaje de miedo que redujo el hombre.

-Samanta- murmuré buscando mi voz, ella me examinó de pies a cabeza y me arrugó la nariz al tiempo que se alejaba.

- ¿Cómo que "de Durand"? - preguntó su esposo. Aunque no habló tan fuerte, me hizo dar un brinco.

-Así me llamo, ¿no? ¿O acaso no estamos casados? – dijo mientras una sonrisa burlona se posó en sus rojos labios.

- ¿Te olvidaste de la regla 49? - ¿Regla 49? ¿Qué significa eso? Ayuda, no estoy entendiendo nada, quiero salir de aquí.

-No, mi muertito, pero como la regla se basa en asuntos psicológicos, hereditarios y matriarcales. Y yo soy la única loca acá, no creo que influya- ella mantuvo su macabra sonrisa.

Están discutiendo ahora mismo, dos cadáveres vivientes están discutiendo frente a mí. ¿Qué está pasando? ¿Dónde me metí? ¿Cómo se respira?

-Que gran abogada eres, aunque te encanta romper las reglas mi loquita- el sarcasmo es obvio en su voz. Ella le dedicó una mala mirada y él topó su nariz con el dedo índice.

Ella gruñó y apretó los dientes, pero él seguía sonriéndole con dulzura.

-No te dejes asustar, ella es muy linda, muy muy, pero muy en el fondo- susurró Tyler en mi oído haciéndome exaltar de nuevo, se me había olvidado por completo que estaba allí.

-Y tú ya me conoces, soy Dianne- era la misma niña que estaba con Tyler, su hermanita- No Dina- masculló mirando a su hermano con una mirada asesina, él solo bufó y volteó los ojos

-Creo que ya conociste a Eugenio y a Clara, el mayordomo y la mucama.

Ah, eso explica muchas cosas.

Oye, ¿De casualidad no hay un baño por aquí cerca? Quiero vomitar y de paso escapar por la ventana.

- Y falta Max- exclama su padre.

¿Más miembros de la familia? Mejor monto una escuela de cómo ser normal, y también aprovechan y me matan de una vez antes de que me dé un infarto.

Cállate conciencia.

Bien, cuando te maten no vengas llorando.

Y en eso llaman al tal Max, era el perrito. Gracias al cielo, claro, no estoy alegre por eso, pero podría ser peor.

Este se acercó a mí y se sentó en mis pies, estaba frío, mire como todos tenían sus muertas miradas sobre mí, entonces me agache y lo empecé a acariciar.

-Hola Max-dije con ternura, aunque mi voz seguía temblorosa, su pelaje estaba áspero y se caía fácil, su ojo estaba cortado de una forma que me hacía retorcer el estómago, pero Max tenía algo en su mirada, algo que te hacía olvidar aquello.

Volteé a ver a Tyler quien miraba al canino con una tierna sonrisa, una sonrisa auténtica, ellos eran una familia feliz, de esas que viven en un nido de amor, de esas donde hay tiempo y confianza, de esas que hoy en día quedan pocas. Los Durand después de todo eran una familia normal.

Claro, aparte de ciertos "detalles"

-Y bien Tyler, ¿Para qué trajiste a doña viva acá? - interrumpió su madre con los brazos cruzados y una mala mirada, creo que se olvida que yo estoy aquí también.

-Samanta viene a ayudarnos a ser normales- indicó Tyler con su tierna sonrisa y yo asentí repetidas veces. Ella soltó una risa malévola que me hizo estremecer.

- A ellos son a lo que debes enseñarles a ser normales, yo no tengo nada raro. Claro, como siempre yo soy la loca. Yo mejor me voy- dijo molesta y se fue. Su esposo corrió tras ella insistiéndole.

- ¡Uy! Tú sabes lo delicada que ha estado mamá con ese tema- le replica Dianne a su hermano.

-Sí- dijo con tranquilidad- Soy yo el que debería estar molesto- dijo con una cara enojada que era bastante cómica- No me dejó terminar. Samanta nos va a enseñar a ser normales solo a ti y a mí.

-Y allí va la burbuja- canturreo Dianne.

-Es cierto, a veces mami es muy dramática- dijo sonando como un niño.

El miedo se me pasó por un rato al observar a Tyler con tal comportamiento.

-Yo creo que debería irme- informé- Hasta mañana Tyler- me despedí.

- ¿No era tu príncipe, orquídea negra? -dijo en de juego.

Un escalofrío recorrió mi cuerpo, mis labios se secaron y sentí mi cara arder al igual que reprimí una sonrisa.

-No sé de qué hablas, Tyler- fingí con diversión, pero sin ocultar mis rojas mejillas.

-Oh, yo sé que, si sabes, orquídea negra. - dijo al igual que me dedicó aquella tierna sonrisa.

Solo me reí y salí rápidamente, apenas crucé la reja, deje salir un gran suspiro, esto de ayudar a los Durand será largo, lo presiento, ojalá valga la pena mi príncipe.

Una Familia fuera de lo común [Durand #1] ✔ ¡En físico Muy Pronto!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora