19. La orquídea negra y el príncipe

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Ana, madre de Samanta

Después de que Samanta se fue una frase me quedo sonando, "¿Ya has hablado con ellos?", ella tenía razón no puedo juzgar a las personas sin siquiera conocerlas. Entonces me arme de valor y me acerque aquella terrorífica casa, afuera estaba una mujer rubia de cabello un poco más bajo de los hombros, muy elegante, su rostro era de unos 20 años, pero su vestimenta era de una mujer mayor. Esto ya era bastante extraño.

-Hola mucho gusto-la saludo tímidamente ofreciendo mi mano.

Ella voltea y al ver su rostro de cerca noto que sus ojos grises destilan elegancia y a la vez terror -Ana- le dije mi nombre insistiendo con mi mano.

Ella sonrío gentilmente- Un gusto- estrechó su mano con la mía -Cristina Durand.

-Perdón por no darles la bienvenida al vecindario antes, es que estaba-pensé una buena excusa-ocupada.

-Te entiendo mi esposo y yo también aveces estamos ocupados, ¿Sabes? Hoy apenas pude empezar a arreglar el jardín...- me desconcentre de lo que decía, me quede mirando su casa, era aterradora, parecía sacada de una película de terror- ¿Ana? -me sacó de mis pensamientos.

- ¿Hahn? - pregunto volviendo a la realidad.

- ¿Que sí conoces a algún botánico por aquí cerca? -

-No- respondo riendo- Pero en la ciudad hay varios establecimientos. Aunque no comprendo para que lo necesitas, tus rosas son preciosas.

De esa casa lo mejor conservado siempre habían sido sus bellas rosas blancas, eran tan delicadas y tan fuertes a la vez que ni siquiera necesitaban de cuidado.

-Por eso mismo, quiero quitarlas- yo le lancé una mirada de asombro- Sí es que son tan...tiernas que sinceramente no cuadran con la decoración.

- ¿Te gusta esta decoración? - dije refiriéndome al estilo gótico y macabro de la casa.

-Sí no es precioso- dijo entusiasta- Tiene tanto carácter y es tan llamativo y...singular.

De eso no cabe dudas.

- ¿Y cómo prefieres las rosas? - pregunte temiendo su respuesta.

-Bueno pues marchitas- dijo soltando una carcajada, su risa era tan tenebrosa, yo para disimular reí nerviosamente- O claro y rojo opaco nunca queda mal.

-Qué lindo- me detuve a observar su cara con cautela, llevaba maquillaje, pero se veía que era muy joven, no tendría más de 23 años.

- ¿Y tú madre? - pregunte ya que no había visto a otra mujer mayor y claro sus hijos ya eran grandes.

-No, yo no vivo con mi madre desde hace 15 años- dijo comenzando a reír nuevamente.

-Oh claro, - en mi mente saqué cuentas y lo números no me daban para nada - ¿Cuántos años tienes?

Ella me miro con confusión, sé que es de mala educación preguntarle a una mujer por su edad, pero es que esto está muy raro. Ella tomó una de las bellas rosas y le cortó el tallo- 42- contestó seria dejando caer la flor al suelo y pisándola.

-Perdón la pregunta, es que te ves tan...joven, ¿Cuál es tu secreto? - y empecé a reír para no sonar tan imprudente.

Ella se quedó un buen rato pensando mientras soltaba risas nerviosas- Emm...una vida sana- contesto riendo de nuevo.

. En eso veo que Dayana, una señora mayor que vive al lado de la casa de ellos, que talvez iba a regar el jardín sale hasta su porche.

-Buenos días- saludo cordialmente y ella saluda con la mano.

Una Familia fuera de lo común [Durand #1] ✔ ¡En físico Muy Pronto!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora