Capítulo 17.
Armando: ¿Aló?
El corazón de Betty dio un brinco al escuchar de nuevo aquella voz, un poco más ronca seguramente debido a la gripa, pero tan masculina y llena de matices como siempre. ¿Se podía extrañar a alguien como ella lo había hecho en los últimos días? Betty suspiró interiormente. Ahora que recién acababa de escuchar su voz era cuando realmente se daba cuenta de la magnitud de ese sentimiento de añoranza.
Armando: ¿Aló? -volvió a repetir al no recibir ninguna respuesta-. ¿Quién es?
Betty: Hola –musitó con suavidad.
Ahora fue el turno de Armando de enmudecer. Lo había deseado con todas sus fuerzas, pero en realidad nunca llegó a pensar que ella tomara el teléfono y lo llamara. No obstante, lo había hecho y en ese momento el sonido de su voz le pareció lo más bonito que jamás había escuchado en su vida.
Armando: Hola, Beatriz –le respondió él con calidez.
Betty: ¿Cómo… cómo… está, doctor? – su voz sonó vacilante.
Armando: Un poco mejor… Sobre todo desde que he escuchado su voz…
Betty se estremeció ante el tono tan dulce que él imprimió a sus palabras y no supo qué contestar. Estaba completamente ruborizada y no era capaz de articular palabra.
”Di algo, Betty… lo que sea… que no sé dé cuenta que te has quedado muda…” Se dijo a sí misma. Pero sus cuerdas vocales se negaron a responderle.
Armando: ¿Beatriz? ¿Betty? ¿Está ahí…?
Armando estaba en tensión. ¿Acaso todo había sido una ilusión de sus sentidos? ¿No estaba ella al otro lado de la línea? Tres palabras, susurradas con un hilo de voz le hicieron suspirar al comprobar que era cierto que ella le había llamado.
Betty: Sí… estoy acá…
Betty pudo escuchar su suspiro a través del teléfono y a continuación le oyó decir con alivio:
Armando: Menos mal… Creí que se había cortado… o que era un espejismo…
La voz de él estaba muy enronquecida. Se notaba que tenía afectada la garganta como consecuencia de la gripa. ¿O era que estaba emocionado? Intentando alejar de su mente pensamientos turbadores, Betty se interesó de nuevo por su salud.
Betty: Doctor está… está… muy ronco… ¿De verdad se siente bien?
Armando por primera vez desde hacía muchos días esbozó una amplia sonrisa. ¡¡Ella se preocupaba por él!! Se había emocionado mucho cuando recibió su postal. Aquel hombre con el termómetro en la boca y la bolsa de hielo en la cabeza le pareció especialmente tierno y a pesar de lo mal que se sentía, le había hecho sonreír. Su mensaje era escueto y formal, pero lo importante era que se había atrevido a enviarle una postal virtual.
Pero lo que había hecho ahora era mucho más íntimo… más personal… ¡¡¡Lo había llamado por teléfono!!! ¡¡¡Estaba escuchando su voz que le sonaba a música celestial!!! Y del modo que le hablaba parecía que le importaba su salud… ¡¡¡Que estaba preocupada por él…!!! A pesar de que aún no estaba restablecido del todo y sentía un gran malestar físico en todo el cuerpo, la sonrisa de su rostro se amplió aún más y le contestó con entusiasmo.
Armando: ¡¡Me alegro que me haya llamado Betty!! Ya estoy un poco mejor… Y… su llamada es tan importante para mí… -Hizo una pequeña pausa pero como ella no contestaba, continuó hablando- He estado muy malito, ¿sabe? –Ahora su tono era de niño malcriado- Mi mamá tuvo que venir a cuidarme… Pero fíjese si estoy mejor que mañana creo que iré a trabajar…
Betty: ¡NI SE LE OCURRA!
La propia Betty se sobresaltó ante el apasionamiento de su voz, pero es que le intranquilizaba que él fuera a trabajar si no estaba curado del todo. Podría recaer.
Armando aún no había respondido de tan sorprendido que se había quedado con las palabras de ella, y antes de que pudiera hacerlo, Betty se disculpó:
Betty: Lo siento, doctor… Yo… no soy quien para decirle lo que debe hacer… pero es que… creo que es una imprudencia que salga a la calle… usted aún no está bien… Vea la voz que tiene…
Armando no respondió a nada de eso. Lo más importante de todo era que Betty se preocupaba por él y eso lo llenaba de felicidad. Para sorpresa de ella, se limitó a decirle:
Armando: Gracias, Betty.
Betty no comprendió por qué le daba las gracias y se lo preguntó:
Betty: ¿Gracias? ¿Por qué me da las gracias, doctor?
Armando: Por preocuparse por mí… por hablarme como me habla mi mamá… como me hablaría alguien que… que… me… aprecia…
De nuevo se hizo el silencio entre ellos. Ella no supo qué contestar a eso. No le iba a mentir, pero tampoco le iba a confesar sus sentimientos, que por supuesto iban más allá de un simple “aprecio”.
Armando: Betty… ¿sigue ahí?
Betty: Sí, sí, doctor… Disculpe…
Armando: Como no me contestaba…
Betty: Es que…
Armando: No se preocupe… ya hablo yo por los dos… Betty…
Betty: ¿Qué?
Armando: También le quiero agradecer la postal que me mando y que… que… se haya atrevido a llamarme…
Betty: Es que no sabía nada de usted, y estaba preocupada…-Se justificó ella rápidamente.
Armando: Gracias también por eso… Por preocuparse… ¿O ya le di las gracias por eso antes? –Dijo en un tono bromista que a él mismo le sorprendió- Betty, dígame una cosa… ¿me echaba de menos? –ahora su voz era tierna.
Betty: -Sin responder a la pregunta directa y sumamente turbada- Me… me extrañaba no tener… noticias suyas… Luego me contaron… Sofía… Don Roberto…
Armando: Mi papá me contó que había hablado con usted… Gracias a él supe que estaba bien…
Betty: Es que… yo llamé a Ecomoda…
Armando: ¿Llamó para saber de mí?
Betty iba a decirle que no. Que había llamado para preguntar algo relacionado con la empresa, pero ella le había dicho hace tiempo que no iba a decirle mentiras, y eso lo sería, así que completamente ruborizada, a pesar de que él no podía verla, le respondió:
Betty: Hacía… hacía… varios días que no recibía ningún mensaje… y me extrañó…
Armando estaba feliz. De repente se había olvidado de que estaba enfermo, de que le dolían mucho la cabeza y casi todos los músculos del cuerpo. Hasta su voz sonó más clara cuando le dijo:
Armando: Betty, antes no me contestó… ¿me ha echado de menos?
Durante unos segundos ella permaneció en silencio. Su corazón latía tan fuerte que parecía querer salírsele del pecho y estaba muy emocionada. Desde que se enteró del engaño ella no se había vuelto a sentir así, tan unida a él. En ese instante parecía que habían retrocedido en el tiempo y que ellos aún tenían una relación. Casi sin darse cuenta le estaba diciendo:
Betty: Es que me tiene muy mal acostumbrada, doctor… continuamente me está mandando mensajes… no era “normal” que pasara tanto tiempo sin noticias de usted…
Armando cerró los ojos y suspiró. Ella le había echado de menos… Había echado de menos sus mensajes… A pesar de que le decía continuamente que dejara de enviárselo, en el fondo le gustaban…
Armando: Betty, me acaba de hacer el hombre más feliz del mundo…
Betty: ¿De verdad? ¿Y eso por qué?
Armando se echó a reír. Estaba eufórico. Y es que ella había hecho esas dos preguntas de un modo que parecía que estuviera coqueteando con él. Ni en sus mejores sueños, cuando estuvo enfermo, hubiese podido imaginar algo así. Feliz, utilizó el mismo tono de coquetería cuando le preguntó:
Armando: ¿Acaso no lo sabe, doctora?
Betty: Pues vea que no… Si no me lo dice…
Armando: Betty, estos días me he sentido realmente mal. He estado con fiebre muy alta y a ratos dice mi mamá que casi deliraba… Una de las cosas que me preocupaba era pensar que no te había enviado ningún mensaje ni te había llamado… -Sin que ninguno de los dos se diese cuenta, él había empezado a tutearla- Y soñé… soñé siempre lo mismo… que te preocupabas ante la ausencia de mis mensajes… que me llamabas para interesarte por mí… que venías a Bogotá expresamente para cuidarme… Y ya ves… mis sueños se han hecho realidad…
Betty estaba más impresionada de lo que estaba dispuesta a reconocer. No supo cómo consiguió decirle casi con timidez:
Betty: Yo no he ido a Bogotá a cuidarle…
Armando sonrió plácidamente y volvió a suspirar. De repente se sintió prácticamente bien. Esa conversación con Betty estaba resultando la mejor de todas las terapias posibles.
Armando: Pero estoy seguro de que lo haría si yo la necesitara… - Afirmó con convicción- Ya sé que no lo va a querer reconocer, así que no espero respuesta, pero acuérdese que me dijo que no me iba a decir mentiras… ¿habría venido si yo le necesitara?
Betty: Yo…
Betty no fue capaz de decir nada más. ¡Claro que hubiese ido! Pero… ¿cómo decírselo después de todo lo que había sucedido entre ellos? ¿Cómo volver a entregarle su alma sin estar segura de los sentimientos de él?
Armando por su parte se daba cuenta de que acababa de dar un paso adelante en su relación con Betty. Con su silencio ella estaba reconociendo que habría acudido a su lado si él necesitara de sus cuidados.
Armando: No hace falta que me diga más Beatriz… Su silencio es suficientemente elocuente. –Su voz ahora rebosaba optimismo y buen humor. Hizo una pausa que ella no interrumpió y finalmente le dijo:- Betty… quisiera pedirle algo…
Betty: Usted dirá, doctor… -Betty seguía turbada y el tono de su voz era una clara muestra de ello
Armando: Es que… verá… me hizo prometerle que no volvería a ir a Palm Beach… y yo quería pedirle que me liberara… de esa promesa…
Betty: ¡Usted no puede viajar ahora! ¡Ni se le ocurra, doctor! ¡Tiene que cuidarse!
Armando está enternecido ante la preocupación de ella. Para nada le recrimina que él quiera romper su promesa, lo único que le preocupa es su bienestar físico. Le responde como si entre ellos hubiera una relación amorosa sólida, como si fueran novios o estuviesen prometidos.
Armando: Sí, mi amor… Yo me voy a cuidar… No te preocupes… Me refiero cuando ya esté bien…
Betty: Vea doctor que esas gripas son muy traicioneras… No debe salir de casa en varios días… El clima de Bogotá es muy frío y puede enfriarse de nuevo…
Betty seguía hablando de los cuidados que él debía mantener y de los peligros que le acechaban si no lo hacía. En el fondo quería evitar referirse al “otro” tema. Pero Armando no se daba por vencido.
Armando: Vea, Betty, tiene usted razón… El clima de Bogotá es muy traicionero… Estaba pensando que sería mejor ir a recuperarme a un lugar donde el clima sea más cálido… Como Santa Marta… o… Miami…
La alusión a Miami la había hecho como de paso, como si se le acabara de ocurrir. Lo cierto era que lo que se le había ocurrido hacía ya unos segundos, era ir a recuperarse a Palm Beach para estar a su lado, para que ella lo mimara… Esperaba una reacción airada y una negativa en redondo, pero para su sorpresa Betty le dijo:
Betty: Acá el clima es muy bueno… No hay nada de frío…
Eso era casi una invitación. Sin el casi. ¡Era una invitación! Armando, feliz, le dijo:
Armando: Mañana mismo compro un billete y me voy para allá, Beatriz.
Betty: -Como si fuese su mamá- ¿Es que no me escuchó, doctor? Usted no debe salir de la casa de momento… Hasta que esté bien del todo…
Armando: -Con un tono de niño obediente- Esta bien, Betty… Yo le voy a hacer caso y me voy a cuidar unos días más, pero luego me iré a Palm Beach a recuperarme… ¿Le parece bien así?
Betty no sabe qué decir. En el fondo está deseando verlo y estar a su lado. De hecho ella misma de un modo nada sutil prácticamente lo ha invitado. Pero una cosa es decirlo y otra muy diferente tenerlo junto a ella a todas horas. No sabe si va poder soportar su presencia y guardar las distancias. ¿Acaso no se fue de Bogotá por él? ¿Qué ha cambiado desde entonces? Sin querer pararse a pensar en eso, le contesta a la defensiva.
Betty: Doctor, yo no creo que eso sea una buena idea…
Armando: Pues en cambio yo creo que es la mejor idea que hemos tenido en mucho tiempo, Beatriz…
Betty: ¿Qué hemos tenido? Eso no ha sido idea mía… -Protestó un poco ofendida.
Armando: ¿Cómo que no? ¿Ah? ¿Acaso no fue usted la que me dijo que en Palm Beach hacía un clima estupendo?
Betty: Pero no lo dije con “esa” intención… Palm Beach no es el único lugar donde hay buen clima…
Armando: Pero es el único lugar en el mundo en el que yo deseo estar en este momento, Beatriz.
El cuerpo de Betty tembló de arriba abajo al escuchar esas palabras. No fue sólo lo que dijo, sino cómo lo dijo. En ese momento ella “supo” que si en vez de hablar por teléfono estuviesen uno delante del otro, no habría podido contenerse y lo habría cubierto de besos. ”Menos mal que no está acá… Betty… ese es el problema… que cuando venga no sabes si vas a poder contenerte a la mínima que el pretenda acercarse a ti… Volverás a caer rendida en sus brazos… Sería mejor que se quedara en Bogotá… o que se fuera a la costa… Sí… Cartagena o Santa Marta son buenas opciones…”
Betty: Doctor, Palm Beach está muy lejos… Vea podría ir a Cartagena… Allá estará calentito y se recuperará muy bien…
Armando: ¡Ummmmm! Betty… Yo creo que en Palm Beach voy a estar más “calentito”…
Era evidente el doble sentido de sus palabras y Betty se volvió a ruborizar. Quiso arreglarlo sin éxito:
Betty: Doctor… yo… yo… no me refería a “ESO”…
Armando ahora estaba divertido al darse cuenta de la gran turbación de ella.
Armando: Yo tampoco me refería a “ESO”… Por cierto, Beatriz, ¿qué quiere decir exactamente cuando dice “ESO”…?
Era más de lo que Betty podía soportar. Sin responder a esa pregunta tan turbadora, le dijo:
Betty: Vea, doctor, mejor lo dejamos… Me alegro de que esté mejor… ¡Que pase un buen día!
Armando: ¡ESPERE, BETTY, NO CUELGUE!
El grito de él fue tan fuerte que Betty se asustó.
Betty: ¿Qué sucede, doctor?
Armando: Le prometo ser “bueno”… pero no cuelgue… hablemos un poco más…
Betty: Doctor, le he llamado con el celular de la empresa… No… no tengo otro teléfono acá. –Se disculpó- Creo que es mejor que lo dejemos ya, vea que luego vendrá una factura enorme…
Armando: Doctora, está hablando con el “presidente” de la empresa que le “autoriza” a que utilice ese celular, así que deje de preocuparse…
Betty: Insisto, doctor… Acuérdese que yo me encargo de las finanzas… y…
Armando: Está bien, Betty. Cuelgue y yo la llamo…
Betty: Pero doctor…
Armando: ¿No dice que no quiera gastar el dinero de la empresa? Muy bien… Pues usted cuelga y yo la llamo desde mi celular…
Betty: Pero…
Armando: -En un tono que no admití réplica- Cuelgue, Betty… Ahora mismo la llamo…
Aturdida, Betty pulsó el botón del celular para cortar la comunicación y pocos segundos después sonaba la música del vals “Danubio Azul” indicándole que alguien la estaba llamando. Miró la pantalla automáticamente. Tal y como esperaba era Armando quien la llamaba.
Betty: ¿Aló?, ¿doctor?
Armando: -Como si hiciera mucho tiempo que no hablaran- ¿Cómo le va, Betty?
Betty: -Siguiéndole la broma- Desde los últimos diez segundos hasta ahora muy bien, doctor.
Armando: ¿No me va a preguntar cómo estoy yo?
Betty: -Divertida- ¡Cómo no! Doctor, ¿cómo se encuentra?
Armando: Mejor que nunca, Betty. Vea, estaba muy mal, pero me llamó una persona a la que quiero más que a mi propia vida y desde entonces parece que se me haya quitado de golpe la gripa…
Betty no sabe qué responder a eso. En cuanto él le habla íntimamente refiriéndose a sus sentimientos, ella se queda turbada y confundida.
Armando: Betty… ¿sigue ahí?
Betty: Sí, doctor…
Armando: ¿No quiere saber quién es esa persona?
Betty: Mejor dejamos eso, doctor…
Armando: Está bien… No quiero incomodarla… Pero sepa que en cuanto me mejore voy a ir a pasar una temporada a Palm Beach… No por negocios… para nada… Lo que busco es un clima cálido y alguien que me cuide…
Betty: ¿Conoce a alguien que pueda cuidarle en Palm Beach, doctor?
Armando se sorprendió de la facilidad con la que Betty pasaba de la turbación al sutil coqueteo. No era la primera vez que lo hacía esa mañana, y a él le encantaba.
Armando: Pues vea que sí… Conozco a la persona ideal… Es una muchacha joven y hermosa… Que se ruboriza cuando le hablo de mis sentimientos… porque es un poco tímida, ¿sabe? Pero… es el amor de mi vida… y aunque está muy enfadada conmigo porque yo le hice mucho daño, yo creo que me sigue amando…
Betty se había vuelto a quedar sin habla pero él parecía que le hubiesen dado cuerda.
Armando: …A veces ella es atrevida… Y entonces me da la impresión de que esté coqueteando conmigo… y eso también me encanta… Porque es muy apasionada, ¿sabe? ¡Claro que cuando se enfada tiene un genio…! Pero también cuando me grita y me dice cosas desagradables la amo… porque yo sé que algunas de esas cosas me las merezco… ¿Pero sabe qué le digo…? Que ahora que estoy “malito” nos vamos a reconciliar… porque ella es la persona más buena de este mundo… y no va a querer que me ponga triste… y me va a escuchar…
Betty: -Como si no supiera que es de ella de quien él está hablando- Doctor, eso es como hacer chantaje… ¿Usted pretende que ella no le haga reproches ni le recrimine nada porque está enfermo…?
Armando: ¡Ummmm! ¡Eso estaría muy bien…! Es que verá… Yo estoy seguro de que ella todavía me ama… A pesar de que dice que no… El problema es que no confía en mí… y yo la entiendo… Lo que le hice no tiene perdón… sólo un ángel de bondad como ella es capaz de perdonarme…
Betty: Hay cosas que son muy difíciles de olvidar y de perdonar…
Armando: Yo sé, Betty, yo sé… Pero si ella sabe que estoy muy arrepentido… y que la amo por sobre todas las cosas… ¿no cree que podría llegar a perdonarme…?
Betty: Es… es difícil de saber…
Armando: Beatriz, si ella me sigue amando, yo sé que me perdonará… ¿usted… usted cree que ella todavía me ama? ¿Aún habrá amor en su corazón para una persona que tanto daño le hizo? Dígame, Betty… ¿usted que cree?...Creado por:Cata
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Las cartas sobre la mesa
FanfictionNO ES MÍA LA HISTORIA!!! :) Betty encuentra la carta siniestra de Mario Calderón. ¿Qué hará Betty? ¿Betty se irá? ¿Le dirá a Armando que ella lo sabe todo? Esto y muchas cosas más lo averiguaremos Historia creada por: Cata:)