Ella me ha enseñado el valor de la lealtad

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Capítulo 34.


El lunes por la mañana cuando Armando llegó a la empresa después de acompañar a Betty al aeropuerto, lo primero que hizo fue convocar una junta directiva para esa misma semana. Además de otros asuntos menores, en el orden del día destacaba un punto: “Contratación de un vicepresidente financiero”.
Después de acordar con Sofía los detalles de la junta e indicarle que hiciera la convocatoria para el jueves de esa misma semana, llamó por teléfono a sus papás. Él sabía que su papá a esa hora estaría leyendo el periódico en la terraza junto a su segundo tinto del día.
Armando: Papá, tengo que hablar contigo.
Roberto: Dime, hijo.
Armando: No, por teléfono no. ¿Qué tal si almorzamos juntos?
Roberto: Por mí perfecto. ¿Quieres que almorcemos en el club? Pensaba pasarme esta mañana…
Armando: Sí, por mí está bien. ¿Estará también mi mamá?
Roberto: No creo porque quedó con sus amigas para organizar no sé qué cosa para recaudar fondos para el orfanato de las monjitas… ¿Quieres que ella también esté? Le puedo decir que en cuanto acabe venga al club a almorzar con nosotros…
Armando: No, papá. No es necesario. Mejor hablamos tú y yo y luego tú le cuentas a ella. ¿Nos vemos a la una?
A la una en punto Armando Mendoza entraba con su carro en las instalaciones del club. Se apeó en la puerta y le dio las llaves y un billete al portero que también estacionaba los carros de los clientes que lo solicitaban, y entró en el club con paso firme.
En la recepción preguntó por su papá y le indicaron que le estaba esperando en la terraza.
Nada más salir a la terraza le vio sentado a una mesa tomando un Martini blanco con hielo y hablando con otro socio que se hallaba en la mesa contigua. Armando saludó al otro socio y se acercó a su papá para darle un beso.
Armando: ¿Cómo estás, papá?
Roberto: -Observando detenidamente a su hijo- No tan bien como tú, Armando. Hacía tiempo que no te veía tan… satisfecho… se te ve feliz… ¿Algún motivo en especial?
Armando: Pues sí, papá… Estoy feliz… Es que… me voy a casar… -le contesta sonriente.
Roberto se queda estupefacto. No sólo por la noticia de que su hijo se casa sino porque ese sea motivo de alegría por su parte.
Roberto: Pero hijo, ¿no eras tú el que era alérgico al matrimonio? –le pregunta con mordacidad-
Armando: Sí, papá, pero eso era antes…
Roberto: ¿Antes de qué? -pregunta curioso.

Armando: Antes de conocer a la mujer de mi vida… Antes de enamorarme…
Roberto está cada vez más perplejo. Los ojos de Armando brillan al referirse a su futura esposa, de un modo que él jamás había visto. Le parece tener delante a otro hombre diferente.
Roberto: ¿Me estás hablando de esa muchacha… de Beatriz?
Armando: Sí, papá… Para mí no hay otra… -responde con un suspiro.
Roberto: -Tan sorprendido que ya rayaba el estupor- Pues… ¿qué te puedo decir? Que me alegro mucho… Pero… me sorprende que quisieras decírmelo sólo a mí… ¿Acaso crees que tu mamá no se va a alegrar con la noticia?
Armando: No, papá, no es eso… Hubiera querido decírselo a ella también… Lo que pasa es que no era de eso de lo que quería hablar contigo…
Roberto: -Intrigado- ¿Ah, no? ¿Entonces para qué me has llamado? ¿De qué quieres que hablemos?
Armando: De asuntos de la empresa…
Roberto: ¿Tienes problemas en la empresa? –inquiere con un deje de preocupación.
Armando: No, papá… nada en especial -se apresura a aclarar. Aunque no le gusta mentirle a su papá, no es momento de explicarle todos los problemas empresariales.- Es que… estamos escasos de personal… Desde que Betty aceptó ocupar esa plaza vacante en Palm Beach hemos tenido que hacernos cargo entre Mario y yo de las finanzas de la empresa, pero esta situación no se debe prolongar más. Yo quisiera contratar a un vicepresidente financiero para que se encargue de todos esos asuntos…
Roberto: Me parece muy bien, hijo… -responde comprensivo- ¿Has pensado en alguien?
Armando: -Sin rodeos- Pues sí. He pensado en Betty, papá. Creo que es la mejor vicepresidenta financiera que puede tener Ecomoda… Ella es un genio… algo increíble… Desde que está en Palm Beach hemos reforzado de un modo extraordinario el mercado con esa zona… Los mayores ingresos de la empresa proceden en estos momentos de allá…
Roberto: ¿Y eso no es desvestir un Santo para vestir otro? Si la quitas de Palm Beach vas a tener que poner a alguien en ese puesto…
Armando: Papá, Betty y yo nos vamos a casar y como comprenderás no pienso tener a mi mujer a miles de kilómetros de distancia… Quiero que ella vuelva a Bogotá, lo cual supone que renunciará a su puesto de todos modos. Si no le ofrecemos trabajo acá, se irá a otra empresa… ¿Tú crees que es inteligente perder a una empleada como Betty que además dentro de poco pasará a formar parte de la familia?
Roberto: Planteado así por supuesto que no, Armando… Pero tú sabes que la contratación de los vicepresidentes ha de tener el beneplácito de la junta directiva…
Armando: Precisamente por eso he querido hablar antes contigo. Ya he convocado la junta para el próximo jueves, pero quería saber si tendría tu apoyo y el de mamá para esa propuesta… Le he hecho una buena oferta a Betty para que no pueda rechazarla… -sonríe con picardía- Ella preferiría irse de la empresa debido a sus experiencias negativas con Marcela y con Hugo…

Roberto: ¿A qué te refieres con eso de las “experiencias negativas”?
Armando suspira antes de contestarle a su papá. A pesar de que él defendió siempre a Betty de las agresiones verbales continuadas de Marcela, sabe que no lo hizo de un modo suficientemente enérgico para acabar con ellas de una vez y por todas y lo mismo podría decir respecto a Hugo. Él de algún modo ”toleró” sus burlas hacia su asistente. Pero eso se iba a acabar para siempre. No permitiría que nada ni nadie humillara a su futura esposa.
Armando: Papá, desde que Betty entró a trabajar en Ecomoda Marcela, Patricia y Hugo le hicieron la vida imposible…
Roberto: ¿Cómo así, hijo? ¿Y eso por qué?
Armando: -Haciendo una mueca de disgusto.- Marcela la detestaba porque Betty se negó a darle mi agenda personal, cumpliendo estrictamente mis instrucciones… Además, ya sabes que Marcela quería que Patricia fuese mi secretaria y al no conseguirlo se la tomó con la pobre Betty que no tenía ninguna culpa… En cuanto a Hugo, ya sabes como es… se burlaba de Betty por su aspecto…
Roberto: Armando, pero eso que me dices es muy despreciable… ¿Cómo es que no tomaste medidas al respecto?
Armando: -Suspirando- Por no buscar más problemas con Marcela… Ya sé que muchos de esos problemas me los buscaba yo solo… que no era ningún modelo de novio… pero ella no tenía derecho a humillar a Betty del modo que lo hizo… Era yo quien la traicionaba, no mi asistente… Y en cuanto a Hugo, pues… no sé qué decirte… toleré los insultos y las humillaciones por las que hacía pasar a Betty sin protestar demasiado… pero eso ahora va a cambiar…
Roberto: Armando, hay algo en todo esto que me sorprende… Tú siempre fuiste un mujeriego…-al ver que su hijo iba a protestar levanta una mano indicándole que le deje terminar- Desde muy pequeño, Armando ya eras un seductor, y a medida que fuiste creciendo desarrollaste muy bien esa habilidad… Las muchachas se han sentido atraídas por tus ”encantos” de un modo irresistible. Debes de haber roto muchos corazones…
Armando: -Mirando a su papá expectante y un poco molesto- No sé a dónde quieres ir a parar, papá…
Roberto: Es que… no entiendo cómo es que ahora te has enamorado de esa muchacha tan… tan poco agraciada… -al ver que su hijo ponía cara de disgusto, añade- Sin ánimo de ofenderla, hijo… Tienes que reconocer que su presencia es estéticamente hablando… como te diría –Roberto rebusca las palabras porque no quiere molestar a su hijo y mucho menos ofender a su futura nuera- poco afortunada…
Armando suspira y piensa en Betty. Es cierto que ella ahora ha modificado su vestuario y ha cambiado su peinado y sólo con eso parece otra persona, pero él se enamoró de la otra Betty… de la del capull y los vestidos anticuados. Él supo ver más allá de los dictámenes de la moda y de la estética. Él se enamoró de su forma de ser, de su ternura, de su devoción, de su lealtad, de su inteligencia, de su entrega sin condiciones… Pero ¿cómo podía explicarle eso a su papá?
Armando: Papá… ella ahora ha cambiado… Te costaría reconocerla… Pero ese no es el caso… Yo me enamoré de ella antes… -sonrió con ternura- Cuando llevaba esos vestidos anticuados… Betty me cautivó, papá… Es una persona extraordinaria, un ser humano íntegro y con unos valores morales muy elevados… Yo nunca había conocido a nadie que me diera tanto sin condiciones… Primero fue mi secretaria, luego fue mi mano derecha y poco a poco se fue metiendo dentro de mi corazón… Ya sé que con mis antecedentes puede parecer increíble, pero te aseguro que desde que me enamoré de Betty para mí han dejado de existir el resto de las mujeres del mundo…
Roberto Mendoza está impresionado ante la pasión y la ternura con la que su hijo habla de su futura esposa. Se nota que está loco por ella y le gusta mucho que sea así. Es un buen comienzo para un matrimonio feliz y duradero.
Roberto: Hijo, tengo que decirte que me siento orgulloso de ti… y oyéndote hablar de tu futura esposa creo que ese matrimonio tuyo va a ser un éxito… Yo me casé con tu mamá así, enamorado y fíjate los años que llevamos juntos… No todo ha sido color de rosa, la vida ya sabes que a veces trae disgustos…, la convivencia no siempre es fácil…, pero si hay amor, si tú quieres a la persona con la que compartes tu vida, todo se resuelve… no existen los rencores… es fácil el perdón, la disculpa…
Armando: Gracias, papá… por tus palabras… No sabes cuánto me reconfortan…
Roberto: Hijo, no te molestes por lo que voy a decirte –Armando lo mira intrigado- Verás, no me gusta dar consejos, pero voy a darte uno porque creo que al menos en un 50% la felicidad de tu matrimonio depende de ti… La confianza y el amor son las bases de la unión entre dos personas… No tengo dudas de que ese amor existe entre ustedes e imagino que también confían el uno en el otro… No defraudes nunca esa confianza que tu futura esposa tiene en ti… Y para conseguirlo lo único que tienes que hacer es no engañarla nunca… -al ver que su hijo iba a protestar aclara- No me refiero sólo a infidelidades, que también, por supuesto, me refiero a cualquier mentira… Más vale tener una discusión por decir la verdad, a mentir… A la larga vale la pena ser valiente y no ocultarle nada a tu esposa…
Armando ha escuchado con mucha atención a don Roberto y asiente con la cabeza ante sus palabras. Él se ha propuesto mantener viva la confianza y el amor entre ellos. No defraudar a Betty jamás y por supuesto no mentirle.
Armando: Tendré en cuenta tus consejos, papá… y no te preocupes que no pienso serle infiel a mi novia… y mucho menos cuando se convierta en mi esposa… Ella me ha enseñado el valor de la lealtad y de la confianza, papá… y no pienso defraudarla…
Armando regresó a la empresa feliz después de la larga conversación con su papá. Por primera vez en muchos años lo veía orgulloso de él, y eso le satisfacía. Lamentaba no haber podido sincerarse del todo y contarle las dificultades por las que había atravesado Ecomoda y que ya estaban a punto de superar. Pero a estas alturas no quería darle ese disgusto. También sentía haber tenido que maquillar esos balances. Confiaba que cuando la empresa saliera de la profunda crisis en la que él mismo, con sus desacertadas decisiones, la había sumido, nunca más se vería en una situación similar. ”Si Betty está a mi lado orientándome y asesorándome, eso no volverá a pasar nunca…”
Ese convencimiento, le dio ánimo para enfrentarse a otro de los miembros de la junta directiva a quien tenía que convencer de la conveniencia de que Betty ocupara la vicepresidencia financiera: a Mario Calderón.

Desde que Betty había descubierto su plan de seducción para evitar que se quedara con la empresa, él había mantenido a Mario al margen de su relación con ella. Su amigo no sabía que ellos ahora estaban comprometidos. De hecho su amistad se había enfriado a raíz de todo lo sucedido. Armando era otra persona mucho menos influenciable y que ante un problema consultaba a Betty, más que a su antiguo ”amigo del alma”.
Cuando entró en el despacho de Mario se lo encontró delante de la computadora mirando imágenes de modelos con poca ropa.
Mario: ¿Qué hubo, Armando? ¿Qué se le ofrece?
Armando: Quería hablar con usted, Calderón.
Mario: ¿Y como de qué? –preguntó sin apartar la vista de la pantalla de la computadora.
Armando: Pues… de la vicepresidencia financiera.
Ahora sí que dirigió su mirada hacia Armando.
Mario: ¡Vaya! Al fin va a contratar a alguien que nos eche una mano… ¡Ya era hora! ¡Desde que su asistente se fue a Palm Beach estamos sobrecargados de trabajo!
Armando: -Mordaz- Pues a pesar de eso veo que le sobra tiempo para dedicarse a otras actividades en horas laborales –aludiendo al desfile de modelos en ropa interior que se observaba en la pantalla de la computadora.
Mario: ¡No se ponga sarcástico conmigo! Vea que estaba considerando la posibilidad de dedicarnos al negocio de la lencería… ¡No vea el dineral que se gastan las señoras en ese capítulo…! Y aunque no lo crea, el tamaño de la prenda es inversamente proporcional a su precio… ¡Cuánto más pequeñas más caras…!
Armando: -Mirando a su amigo con curiosidad- Pues en un futuro, ¿por qué no? Haga un estudio de mercado y lo hablamos…Cuando tengamos a alguien a cargo de las finanzas nos quedará tiempo para eso… Además esa persona nos podría asesorar…
Mario: ¿Ha pensado en alguien? Recuerde que para contratar a un vicepresidente se ha de reunir la junta directiva y dar su aprobación…
Armando: Pues sí, he pensado en alguien… y espero que lo apruebe…
Mario: ¡Vaya! Parece que es alguien que conozco… ¿De quién se trata? –preguntó con curiosidad.
Armando: -Sin preámbulos- De Betty…
Mario: -Mirando a su amigo con suspicacia- ¿Betty? ¿Qué Betty…? No me va a decir que… ”esa” Betty…
Armando: -Con firmeza- Pues sí, se lo voy a decir… Beatriz Pinzón Solano… ¿Tiene algo en contra?
La cara de sorpresa de Mario era para filmarla. Antes de contestar tragó saliva e hizo varias muecas con el rostro.

Mario: Mendoza… no me haga eso… Además, ¿no es que está trabajando en Palm Beach…? ¿Qué necesidad hay de regresarla a Bogotá?
Armando: Ella quiere volver a Bogotá, -dijo taxativo- o la aceptamos acá o presenta su renuncia.
Mario: ¿Y qué hay de malo en que renuncie a la empresa? –aventuró aunque conocía la respuesta.
Armando: No debemos permitirlo… Mejor dicho, no podemos permitírnoslo… Gracias a las gestiones de Betty la empresa está saliendo del endeudamiento… ¿Acaso no quiere que tengamos beneficios de una vez? –preguntó con retintín y bajando la voz añadió- Por no hablar de que ella sigue siendo la dueña legal de Ecomoda.
Mario hizo una mueca de disgusto con la cara y evitó referirse a esta última circunstancia.
Mario: ¡Claro que quiero que tengamos beneficios! ¡Más faltaría! Pero créame que no hay nadie imprescindible…
Armando: ¿Qué le pasa? ¿Acaso lo que no quiere es tener que enfrentarla después de lo que pasó?
Mario: ¿Yooooo? –Pregunta con aparente indiferencia.- Más bien es usted el que debería de temblar al pensar que esa ”vieja” vuelva para acá… Es a usted a quien más odia… Claro que yo debo de estar el segundo de la lista…
Armando: Pues vea que no, creo que ahora está el primero…
Mario: -Mirando a su amigo sin entenderlo- ¿A qué se refiere?
Armando: A que a mí ya no me odia… Bueno, creo que en el fondo nunca me ha odiado, aunque tengo que reconocer que estaba muy resentida…
Mario se queda mirando a su amigo perplejo. Él está hablando de Betty de un modo que no entiende y además su mirada se ha tornado cálida y sus ojos brillan.
Mario: ¿Me he perdido de algo?
Armando: Me temo que sí, hermano… -confirmó con determinación- Se ha perdido de mucho…
Mario: -Cada vez más curioso- ¿Y me lo va a contar…?
Armando: Digamos que… a grandes rasgos…
Mario: -Por momentos más interesado en el chisme- ¡A ver, suéltelo, hermano!
Armando hizo una pausa porque sabía el efecto que sus palabras iban a tener en su amigo y no quería perdérselo. Lentamente, vocalizando las palabras, le dijo sin apartar su mirada de él:
Armando: Pues que Betty y yo nos vamos a casar…
Mario se quedó sin habla. Sus ojos y su boca se abrieron como platos mostrando su gran estupefacción. Durante unos segundos que se le hicieron eternos no fue capaz de reaccionar. Finalmente su cerebro pudo recuperar el pensamiento coherente y pensar en lo que le acababa de decir su amigo… Era algo complemente increíble, tan increíble que no podía ser… Claro que no podía ser… Armando debe de estar bromeando… sólo puede tratarse de una broma… Eso es… No puede ser de otro modo.
Mario: ¡Venga ya, hermano! ¡No me dé estos sustos! Hacía tiempo que no jugábamos a esos juegos, pero veo que quiere que volvamos a hacerlo como antes… Ja, ja, ja, ja… ¡Esa broma ha sido de las ”gordas” Mendoza! Ja, ja, ja, ja… ¡No se la cree ni usted…!
Armando: -En el fondo divertido con la sorpresa que se va a llevar su amigo cuando se dé cuenta que es cierto lo que le está diciendo- El que no se lo cree es usted, Calderón… Aunque tengo que reconocer que mi trabajo me costó convencerla, estaba seguro que tarde o temprano ella accedería…
Mario: Hermano, que yo no nací ayer… deje la trola… ¿También iba de broma eso de que iba a ser Betty la nueva vicepresidenta financiera?
Armando: Calderón, créame cuando le digo que desde que entré en su despacho hace unos minutos no he dicho nada que no fuera cierto.
La seriedad de Armando deja sin palabras de nuevo a Mario que vuelve a tragar saliva y se lo queda mirando boquiabierto.
Mario: Pe… pero…
Armando: Pero nada, Calderón. Betty y yo nos casaremos en breve y ella será la nueva vicepresidenta financiera… ¿Puedo contar con su voto…?
Betty: ¿Aló, Armando?
Armando: Hola mi amor. ¿Cómo estás?
Betty: Bien, muy bien…
Armando: Ummmm, yo no puedo decir lo mismo…
Betty: -Con un tono de preocupación- ¿Has tenido problemas? ¿Te encuentras bien?
Armando: No más de los habituales, pero sin ti nunca estoy muy bien…
Betty: Oj, oj, oj, oj… -hace una pausa y baja el volumen de voz antes de añadir- yo tampoco, Armando…
Armando: -Sonriendo satisfecho ante sus palabras- ¿Entonces me has echado de menos?
Betty: Mucho…
Armando: ¡Ay, Betty, no me digas eso que cojo un avión y me voy para allá! O mejor aún, vienes tú y te quedas acá de una vez…
Betty: Ojalá pudiera… figúrate que mañana tengo que viajar a Nueva York para entrevistarme con un posible cliente…
Armando: ¡Ay, Betty, esto tiene que acabar! ¡Y pronto! ¿Has hablado con Luis?

Betty: Sí, le hice tu propuesta y se lo está pensando… Es tentadora pero él ahora no quiere tener que viajar mucho… por el embarazo de Miriam, ya sabes…, así que no sé cuál será su decisión…
Armando: Sea la que sea tú vienes para acá… Si es preciso mandamos a Mario… -hace una pausa antes de continuar- Y hablando de Mario…
Betty: Armando, habíamos quedado en que sobre el doctor Calderón no íbamos a hablar tú y yo… Él es tu amigo y yo eso lo respeto pero ya sabes que no es Santo de mi devoción…
Armando: Yo sé Betty, pero lo que quería decirte es que votará favorablemente en la junta para que tú ocupes la vicepresidencia financiera y mi papá también… Así que no hay peligro de que sea rechazada la propuesta.
Betty: Mi amor, acuérdate que yo aún no sé si la aceptaré…
Armando: Betty, no me puedes dejar solo…
Betty: Armando, eso es chantaje emocional –le dice divertida-
Armando: No sé lo que es, pero te quiero a mi lado, en nuestra casa, en nuestra empresa y… en nuestra cama… ¡Sobre todo en nuestra cama! Betty, me siento muy solo… te necesito, mi vida… ¿Sabes lo que estaríamos haciendo si estuvieras acá conmigo?
Betty: Oj, oj, oj, oj, puedo imaginármelo…
Armando: -Con la voz enronquecida- A ver, doctora, explíqueme bien qué es eso que se imagina…
Betty: -Haciéndose la escandalizada- ¡Armando no pretenderás que tengamos sexo telefónico!
Armando: ¿Tenemos otra alternativa?
Betty: Oj, oj, oj, oj… esperar a vernos…
Armando: Lo de “vernos” suena bien, pero lo de “esperar” ya no tanto… Betty, te echo mucho de menos… mucho… no hago más que pensar en este último fin de semana… en lo rico que lo pasamos… ¿te acuerdas de todo lo que hicimos en el jacuzzi?
Betty enrojece sólo de recordarlo a pesar de que está sola en su habitación.
Armando: Betty, ¿sigues ahí?
Betty: Sí, estoy acá…
Armando: Mi amor, ¿por qué no me hablas?
Betty: -En un arranque de atrevimiento- Me quedé pensando en lo del jacuzzi…
Armando: -Complacido con su respuesta- Pues si estuvieras acá estaríamos ahora los dos desnudos dentro del agua haciendo cositas ricas…
Betty: ¿Qué cositas? –pregunta con un deje de picardía.
Armando: ¡Ay picarona! ¿Quieres jugar? Pues juguemos… Dime mi vida, ¿qué llevas puesto en este momento?








Creado por:Cata✨

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