Lo Que No He Aceptado Es La Vicepresidencia

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Capítulo 33.

Betty estaba muy emocionada. Ir a visitar con su novio una casa pensando en la posibilidad de que fuese su futuro hogar en común le producía una sensación muy especial. Al mismo tiempo ser presentada por Armando como su prometida a la vendedora de la agencia inmobiliaria, con quien se encontraron delante de la puerta de la casa que estaba en venta, era también una novedad y le producía sensaciones encontradas, una mezcla de timidez y de satisfacción.
Cuando Carmen Quiñónez, que según el distintivo que llevaba pegado a la solapa de su traje de chaqueta de color rojo era el nombre de la vendedora de la agencia, miró a Armando con ojos de querer desnudarlo, Betty hizo un mohín de disgusto con la boca, pero en vez de molestarse en decir nada, lo que hizo fue acercarse a su novio, colgarse de su brazo y mirarlo con ternura. Ya había aprendido cómo tratar a esas lagartas que se le insinuaban continuamente a cualquier hombre bien plantado. Además, ahora estaba segura de que él la quería a ella y sólo a ella, y no pensaba enfadarse con él, al fin y al cabo, no tenía ninguna culpa. Resultaba mucho más efectivo simplemente marcar su territorio, así que sonriéndole seductoramente, le dijo:
Betty: Mi amor, la casa es preciosa… Me gusta mucho…
Armando la mira sonriente y le da un dulce beso en los labios sin importarle la presencia de la muchacha de la agencia. Ni siquiera se había dado cuenta de que ella le había dirigido esa mirada provocadora. Él sólo tenía ojos para su Betty.
Armando: ¡Espera a verla por dentro! – le contestó entusiasmado- Tiene hasta piscina… -y acercando su boca al oído de ella le susurró- ¡Y una bañera con yakuzi enorme!
Betty se sonrojó intensamente al recordar todo lo que habían hecho esa misma mañana dentro de la bañera con yakuzi del apartamento de Armando. Él siempre la sorprendía con nuevos juegos eróticos de los que ella ni siquiera había oído hablar, y aunque a veces se resistía un poco, al final acababa cediendo gustosa a sus deseos. Tenía que reconocer que su experiencia sexual se limitaba al sórdido episodio con aquel desgraciado que la engañó vilmente y a su relación con Armando, por lo que podría decirse que todo lo que sabía se lo había enseñado su novio, y sospechaba que aún le quedaban muchas cosas por aprender, porque él en ”esos temas” le llevaba muchísima ventaja.
Sin hacer mucho caso de las indicaciones de la vendedora, entraron abrazados en la casa y Armando le fue enseñando él mismo las habitaciones.
La casa tenía dos plantas. En la planta baja había un distribuidor que llevaba a un amplio salón, el comedor que comunicaba directamente con la cocina, dos habitaciones y un baño. Excepto la cocina y una de las habitaciones, el resto de las estancias tenían salida al jardín posterior donde había una amplia terraza-solario y una piscina, así como un cuidado jardín. En todas las estancias había grandes ventanales que dejaban entrar la luz del día. Era una casa alegre y luminosa que enseguida cautivó a Betty tal y como le había sucedido a Armando cuando la vio por primera vez. Además de hacerle de guía, él le iba explicando sus ideas respecto a la distribución de las estancias.

Armando: Mi amor, he pensado que en una de estas habitaciones podemos poner un despacho para trabajar los dos y dejar la otra habitación de la planta baja para cuando tengamos huéspedes. Aunque si tú prefieres tener tu propio despacho destinamos a los huéspedes una habitación de las de arriba…
Betty no le contestaba, sólo le sonreía a su novio mientras miraba y admiraba esa casa que para ella era como un palacio y se preguntaba si sería cierto que algún día se convertiría en su hogar.
En la planta superior había tres habitaciones más cada una de ellas con su baño privado. La habitación principal era enorme y luminosa y desde ella se podía acceder al baño y a una terraza también de grandes dimensiones desde la cual se veía la piscina y el jardín. Habían llamado por el celular a la señorita Quiñónez por lo que se hallaban los dos solos en esa terraza cuando él la atrajo más hacia su cuerpo y la miró sonriente, antes de preguntarle:
Armando: ¿Te gusta, Betty?
Betty se abrazó más a él y levantó la cabeza para mirarlo. Estaba muy emocionada. Compartir ese momento con Armando era algo muy especial. ¡Estaban eligiendo su hogar! Su casa… El lugar donde vivirían durante muchos años, quizás el resto de su vida, donde se amarían cada noche, donde criarían a sus hijos…
Dos lágrimas cayeron de sus ojos sin poder evitarlo. Armando al verlas se asustó. ¿Qué le pasaba a Betty? ¿Acaso es que no le había gustado la casa?
Armando: Mi amor, ¿qué te pasa? ¿No te gusta? Podemos mirar otras casas si ésta no te agrada… -sugirió preocupado.
Betty le sonrió entre lágrimas. ¡Claro que le gustaba! Si lloraba era de alegría, de emoción al ver que lo que tantas veces había soñado estaba cada vez más cerca de convertirse en realidad.
Betty: Me… me encanta, Armando… -dijo balbuceando- Es… es preciosa…
Armando: ¿Entonces por qué estás llorando, Betty? –preguntó extrañado
Betty: ¿No sabes que también se puede llorar de alegría? –le contestó perdiéndose en su mirada.
Armando sintió que algo se removía en lo más profundo de su corazón. Conteniendo las lágrimas que también amenazaban con salir de sus ojos, le preguntó emocionado:
Armando: ¿Es por eso que lloras, Betty? ¿Te emociona pensar que éste puede ser nuestro futuro hogar?
Betty: Sí, Armando… me emociona… Me emociona mucho… Estar acá contigo, juntos… mirando esta casa… haciendo planes para el futuro… Yo… soñé con algo así… ¿sabes? Pero nunca creí que esos sueños se convirtieran en realidad…
Armando la besó con ternura. Esa mujer lo tenía loco de amor. Debe convencerla para que se casen pronto y se acaben esas separaciones que le resultan cada vez más difíciles. Cuando se separan, él le pregunta con una sonrisa seductora sin dejar de mirarla a los ojos:
Armando: ¿Entonces qué te parece? ¿Cierro el trato con la inmobiliaria?
De repente la Betty economista entra en acción. La casa le encanta pero se trata de una inversión muy importante. Cuando él le había dicho el precio a ella casi le da un surmenage. Estuvo a punto de decirle que era demasiado dinero y que mejor buscaban otra cosa más económica, pero al verlo tan ilusionado con esa vivienda había accedido a ir a visitarla. Además ya estaba en Bogotá, de hecho por ese motivo había viajado. No se arrepentía para nada de haber ido a verla porque a ella también le ilusionaba pensar que esa casa fuese su futuro hogar. No obstante, tantos años de formación en economía y finanzas, no se olvidaban en un instante así que su respuesta no fue la que Armando esperaba.
Betty: Armando, tenemos que ver otras ofertas… Negociar el precio… Después de ver la casa no me parece tan exagerado lo que piden por ella, pero si están de afán por vender les podemos hacer una oferta más baja… Quizás la acepten…
Armando de momento se queda un poco desencantado. Si por él fuese en ese mismo instante firmaba el contrato. A pesar de que sabe que ella tiene razón y negociando se pueden ahorrar un buen dinero, le dice dubitativo:
Armando: No sé, Betty… Yo después de ver ésta no quiero otra casa…
Betty le sonríe de un modo tan encantador que Armando no puede resistir la tentación de robarle un beso. Ella amplía aún más su sonrisa ante ese gesto tan cariñoso y espontáneo de su novio, pero sigue con su idea de no cerrar el trato de inmediato.
Betty: Yo sé que te gusta mucho, mi amor, y lo entiendo. A mí también me encanta, pero debemos negociar… Es una suma considerablemente alta la que piden… Nos vamos a endeudar durante muchos años…
Armando: Betty, por eso no te preocupes. Yo voy a vender mi apartamento. La misma inmobiliaria se encargará de ponerlo a la venta. Me han dicho que se puede sacar una suma considerable, de modo que podemos asumir perfectamente el pago de la hipoteca por el resto… He hablado con el Banco de Montreal y no hay problema para que me concedan el préstamo…
Betty: Armando, acuérdate que si yo regreso a Bogotá estaré sin trabajo…
Armando: -Acariciándole la cara con ternura- ¡No te preocupes, mi vida! Yo puedo asumir ese gasto… Tú sólo tienes que acceder a casarte conmigo… ¿Lo harás?
La llegada de la Srta. Quiñónez impidió que Betty diera una respuesta a esa pregunta.
Srta. Quiñónez: -Dirigiéndose a Armando- ¿Le ha gustado la casa a su novia?
Armando: Sí, le ha gustado…
Betty mira a Armando como queriéndole indicar que si quieren negociar no deben mostrarse tan entusiasmados y es ella quien sigue hablando.
Betty: La casa está bien, pero el precio es muy elevado… Quisiéramos hacerle una oferta a su cliente…
Srta. Quiñónez: -Poniendo cara de fastidio porque ella creyó que esa mañana cerrarían el trato- ¿De cuánto estaríamos hablando?

Armando sonrió al ver como Betty negociaba con la vendedora un precio más ajustado. Al parecer la Srta. Quiñónez tenía autorización del propietario para aceptar un precio más reducido, pero consideró muy baja la oferta que le hizo su novia.
Srta. Quiñónez: No puedo aceptar esa oferta sin consultar al propietario, y tengo que advertirle que yo desaconsejaré que la acepten… Esta casa está muy bien situada y su estado es impecable, por lo que pueden obtener más beneficios de ella de lo que usted me está ofreciendo…
Betty no se rindió ante esas palabras como la vendedora esperaba, al contrario, con voz firme le dijo:
Betty: Está bien, consúltelo con su cliente y que nos hagan una contraoferta. Si se adecua a nuestro presupuesto, se lo haremos saber…
Srta. Quiñónez: -Cada vez más molesta al ver que no estaba asegurada la venta, sigue presionando- Déjeme decirle que hay otras parejas también interesadas en la casa… Sin ir más lejos esta tarde tengo que acompañar a un matrimonio con dos hijos que buscan una casa con piscina y jardín cerca de la ciudad y ésta cumple todos los requisitos…
Betty: Menos el precio… No hay muchas familias con capacidad para endeudarse tanto… De todos modos, nosotros la hemos visto primero y estamos en tratos con ustedes, no puede cerrar un acuerdo con otro cliente sin comunicárnoslo…
Srta. Quiñónez: -Haciendo una mueca de disgusto con la boca- Por supuesto, por supuesto…
Cuando subieron al carro de Armando, éste empezó a reír a carcajadas.
Armando: Mi amor, la has dejado sin argumentos… Conoces muy bien el mundo de los negocios… Pero ¿de qué me sorprendo? Los mejores contratos que hemos firmado en Ecomoda han sido los que tú has negociado… Ja, ja, ja, ja… ¿Tú crees que aceptarán esa oferta?
Betty: -Sonriéndole a su novio- No lo sé, pero por lo pronto ya hemos conseguido una rebaja y es posible que accedan a bajar más… Todo depende de la familia de esta tarde… Si ellos les hacen una oferta más alta, tendremos que subir la nuestra… Si es que existe tal familia, porque ese truco de que hay “otro cliente interesado” está muy visto…
Armando: -Poniéndose serio- Betty, yo no quiero perder esta casa… ¿Sabes que ya me puedo imaginar viviendo allí contigo y con los niños?
Betty: ¿Qué niños? –pregunta sorprendida-
Armando: Nuestros hijos, mi amor… ¿Acaso no quieres que formemos una familia? Porque yo sí… al menos quiero que tengamos cuatro, dos chicos y dos chicas… Las habitaciones de arriba son bastante amplias como para que la compartan entre dos… Claro que entonces una de las habitaciones de abajo tendríamos que usarla como cuarto de juegos… ¿Y qué haremos cuando vengan huéspedes…? –quedándose pensativo unos instantes- ¿Sabes Betty? La casa me gusta mucho, pero ¿no te parece que se nos está quedando pequeña?
Betty: -Perpleja- Armando, ¿no crees que estás corriendo demasiado…?
Armando: Ja, ja, ja, ja… Tienes razón, mi amor… De momento nos conformaremos con ésta y cuando llegue el momento buscaremos una más grande… -De repente se pone serio y le dice- Betty, tenemos que hablar… Esta mañana me he dado cuenta de que como presidente de Ecomoda cometería un error muy grande si te dejara marchar de la empresa… Eres el mejor activo que tenemos… Gracias a ti hemos remontado la crisis… Si ahora nos abandonas la empresa se resentirá…
Betty: Armando, ya hemos hablado de eso… No quiero volver a verle las caras ni a doña Marcela, ni a don Hugo, ni a Patricia Fernández…
Armando: Olvídate de Patricia… ¿Sabes que presentó su renuncia? Al parecer se encontró con un ricachón casi octogenario y se va a casar con él ¿o debería decir con su dinero…? –pregunta mordaz.
Betty: Oj, oj, oj, oj… tal y como lo presentas no es una perspectiva muy agradable…
Armando: Pues ella está feliz… No nos ha dado ni el preaviso… Así que ya sabes, un “enemigo” menos…
Betty: Armando, tú sabes que el principal problema no es Patricia, a pesar de que se agradece no tenerla curioseando para irle después con el chisme a doña Marcela… Es… es doña Marcela la que más me preocupa… Los desplantes y exabruptos de don Hugo podría llegar a soportarlos…
Armando: Pues Marcela tendrá que aceptarte en la empresa… No le va a quedar de otra… Mis papás me apoyarán en eso… Además, eres la esposa del presidente y accionista de la empresa…
Betty: Armando, en estos momentos soy sólo la novia del presidente y no tengo acciones de la empresa…
Armando: Pues eso se puede solucionar enseguida… Te cedo la mitad de mis acciones y nos casamos…
Betty: -Sonriéndole- ¿Por ese orden?
Armando: -Devolviéndole la sonrisa- Por el orden que quieras, mi vida… -y aprovechando que han tenido que parar en un semáforo se inclina hacia ella y le roba un beso.
Betty: -Saboreando- ¡Ummmm! ¡Qué rico! ¿Dónde vamos a almorzar?
Armando: Beatriz, no cambies de tema. Esto es muy serio… No voy a permitir que te vayas de Ecomoda… No lo voy a permitir… Verás, te voy a hacer una oferta que no podrás rechazar… ¿Qué tal la vicepresidencia financiera? El sueldo sería de… –nombró una cifra casi idéntica a su propio sueldo como presidente- eso sí, tendrías que seguir ocupándote de las franquicias de Palm Beach… ¿Qué? ¿Te parece una buena oferta?
Betty se quedó sin habla ante esa oferta que en otras circunstancias sería imposible de rechazar.
Betty: Claro… claro que sí, Armando… Es una magnífica oferta… no sé si la merezco –añadió haciendo gala de su modestia habitual.
Armando: Entonces, ya está todo resuelto…
Betty: Espera un momentico, Armando, yo… no he dicho que la aceptara…
Armando: ¿Cómo así, Betty? ¿No dices que es una buena oferta? ¿Cómo la vas a rechazar?

Betty suspira ostensiblemente y hace la mueca con la boca que es característica de ella antes de contestarle.
Betty: A ver, mi amor, –Los ojos de Armando brillan al escuchar el apelativo cariñoso- esa oferta tiene varios aspectos que hay que concretar…
Armando: ¿Cuáles, Betty?
Betty: En primer lugar, la junta directiva tiene que aprobarlo…
Armando: De eso me encargo yo, no te preocupes… Mis papás me apoyarán… Ellos ya saben que nos vamos a casar y también que tú eres la mejor empleada que ha tenido Ecomoda en toda su historia… Si unes las dos cosas es imposible que se opongan…
Betty: Sí, pero aún faltan los votos de Daniel Valencia, de doña Marcela, de Hugo Lombardi y de la otra hermana…
Armando: ¿Te olvidas del voto de mi hermana Camila y de Mario? Estamos en mayoría…
Betty: ¿Tú crees que don Mario votará a favor?
Armando: -Con convencimiento- Por supuesto que sí… Él sabe que tú eres una magnífica ejecutiva… Lo hemos hablado varias veces…
Betty: Pero quizás no quiera tenerme por la empresa ocupando un puesto así después de lo que… de lo que… pasó…
Armando cierra los ojos al recordar por un momento el cruel engaño que él y su amigo urdieron en contra de Betty y no puede evitar sentirse muy culpable.
Armando: Mi amor… no sabes lo que me duele cada vez que pienso en eso… Pero no te preocupes por Mario… Él tampoco se siente orgulloso de lo que hicimos…
Betty suspira y no le contesta sobre eso. Ella también prefiere no recordarlo. Esos hechos forman parte de un pasado y ellos en esos momentos tienen ante sí un presente luminoso. En el fondo da igual si ella se queda o no en Ecomoda, lo importante no es su vida laboral sino su vida privada y esa es maravillosa. No obstante aborda otro obstáculo que ha visto en la propuesta de él.
Betty: ¿Tú crees que don Mario y doña Marcela van a consentir que yo gane más que ellos?
Armando: Betty, el sueldo es función de la valía del candidato, y en este caso lo merece, así que no pueden decir nada.
Betty: Pero lo dirán, Armando, doña Marcela no lo aceptará por nada en el mundo… Será la excusa para negarse a que yo ocupe una vicepresidencia.
Armando: Mi amor, deja que yo me preocupe de esos detalles. Tú lo único que tienes es que aceptar dos cosas.
Betty: ¿Dos cosas?

Armando: Sí, Betty. La vicepresidencia es una… la otra es que aceptes ser mi esposa… sin más demora… ¿Qué me dices, mi amor?
Betty: Armando, creo que de momento voy a aceptar sólo una de ellas.
Armando: -Dando por supuesto que aceptaba la vicepresidencia, le dice en un tono lastimero- Betty, ¿por qué no quieres casarte conmigo? ¡Ya casi tenemos la casa! Porque acepte el propietario la oferta o no, la vamos a comprar… En unos meses la decoramos, la amueblamos y nos casamos… ¿Por qué esperar más?
Betty lo mira sonriente. Tiene que reconocer que la visita a la casa ha influido en su decisión. Al verla ha podido imaginar cómo sería su vida en común y le ha encantado. Armando sabía lo que hacía al querer enseñársela. Sea por el motivo que sea, ella esa mañana había decidido que le diría que sí a su proposición de matrimonio. ¿A qué esperar más?
Betty: Mi amor, no me has entendido… Yo… lo que no he aceptado es la vicepresidencia…
Armando la mira sin poder dar crédito a lo que está escuchando. Tiene que confirmarlo.
Armando: ¿Eso quiere decir que aceptas ser mi esposa, Betty?
Betty: Sí, Armando… Quiero que nos casemos… quiero estar a tu lado todo el tiempo… yo tampoco soporto más esta separación… Yo… te amo…
A pesar de que faltaba muy poco para llegar a su apartamento, Armando estacionó el carro al borde de la acera. Betty iba a bajar creyendo que ya habían llegado, pero él la detuvo sujetándola por un brazo.
Armando: Espera, Betty… No hemos llegado a la casa…
Betty: ¿Por qué has estacionado? ¿Tienes que hacer un recado por esta zona?
Armando: No, no se trata de eso… Tengo que celebrar con mi futura esposa…
Betty: Oj, oj, oj, oj… ¿Celebrar? ¿Cómo vamos a celebrar acá en el carro?
Armando: Es tan sólo un anticipo de celebración…
E inclinándose hacia ella, la abrazó con fuerza y le dio un beso tan apasionado que dejó a Betty deseando más. Al ver que él se separaba con rapidez, ella protestó:
Betty: Armando, espera…
Armando, sin hacerle caso, arrancó el carro y salió disparado en dirección a su apartamento.
Betty: Armando, ¿qué haces?, ¿por qué tanto afán?
Armando: Porque si nos quedamos acá, nos detienen por escándalo público, Betty… Vamos a mi apartamento para poder celebrar ”en condiciones”.
A Betty la idea le pareció estupenda, así que le contestó:
Betty: De prisa, mi amor, de prisa… yo también estoy deseando celebrar…



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Ahí esta el último de la noche, que disfruten:)





Creado por: Cata✨

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