De Compras Por Palm Beach

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Capítulo 6.


El trabajo la mantuvo ocupada el resto de la mañana y parte de la tarde. Tal y como era costumbre en el país, apenas pararon unos minutos para almorzar un sándwich que Luis había preparado para ella. A las cinco en punto volvió a sonar su celular. Nerviosa miró la pantalla pensando que era don Armando quien la llamaba, pero no pudo reconocer el número.

Betty: ¿Aló?

Natalia: ¿Betty? ¿Ya estás de salida? Papá me dio tu teléfono… ¿Quieres que vayamos de compras esta tarde?

A Betty le alegró escuchar la voz de la niña. Lo cierto es que necesitaba urgentemente hacer mercado porque no podía vivir eternamente a costa de la generosidad de la familia Granados.

Betty: ¡Hola Natalia! Pues…estaba pensando en eso… tengo que hacer mercado…

Natalia: ¿Mercado? ¡Ummmm! ¡Qué aburrido…! Yo me refería a ir de tiendas… ya sabes…. Cosas de chicas…

Betty: Oj oj oj oj…. Con que cosas de chicas, ¿eh? Oj oj oj oj… Pues no sé si te has buscado la mejor compañía para eso… a mí no se me da muy bien eso de ir de tiendas… De hecho lo hago muy pocas veces…

Recordó la última vez que había ido “de tiendas” en Bogotá aquel aciago día en el que intentó cambiar de imagen y los nefastos resultados de su cambio… Tan horrible quedó que hasta don Armando le había dicho que la prefería como antes… Como si lo estuviese viviendo en ese mismo instante, recordó las burlas de Daniel Valencia y la defensa de don Armando. Desde aquel día no había vuelto a ir de tiendas… La voz alegre de Natalia la sacó de sus reflexiones.
Natalia: ¡Seguro que eres mejor compañía que papá…! ¡Para ir de tiendas, me refiero! –Aclaró divertida- Él es un caso… se aburre enseguida y no me deja mirar nada…

Betty: Pero… ¿le has pedido permiso para ir conmigo de tiendas?

Natalia: Sí, y está encantado… ¡Figúrate, la alegría que le he dado al saber que no tendría que acompañarme él!

Betty: Pero Natalia… si lo que quieres es consejo para comprar algo… te aseguro que soy un verdadero desastre…

Natalia: Ja ja ja ja… Por eso no te preocupes… No es consejo lo que necesito… Al contrario, pensaba ayudarte yo a elegir tu nueva ropa… Eso se me da muy bien… ¡Siempre le elijo la suya a papá! –Exclamó con orgullo.

Betty: Pues tu papá va muy bien vestido… -le dijo sincera.

Natalia: -De repente muy interesada- ¿Te gusta mi papá?

A pesar de que estaban hablando por teléfono, Betty se sonrojó ante la pregunta de la muchacha.

Betty: ¡NOOO! – se apresuró a negar apurada.

Natalia: -Con voz decepcionada- ¡No te gusta! ¡Lástima! Porque a mi papá le iría bien alguien como tú …
Betty: -Completamente turbada con el comentario de la niña- Natalia… no… no digas esas cosas… no son… apropiadas…

De repente Betty se había puesto nerviosa. Lo que menos deseaba en esos momentos era verse inmersa en otra relación sentimental. Además estaba segura de que ella no podía resultar atractiva para ningún hombre y que únicamente en la imaginación de la niña podía suceder algo así.

Natalia: ¿Por qué no? Mi papá es viudo y tú eres soltera… Se llevan 18 años pero eso no tiene importancia, el papá de mi amiga Betty tiene 20 años más que su mamá y son una familia muy feliz… -Aseguró con convicción.

Casi sin darse cuenta empezó a darle explicaciones a la niña.

Betty: No se trata de la edad, Natalia, se trata de… los sentimientos… No puedes pretender que…

Betty se quedó muda de repente al ver que entraba a su despacho la persona de la que estaban hablando. Luis le sonrió desde el umbral de la puerta y le indicó con señas, señalando el reloj de pulsera, que ya era la hora de salida. La muchacha le devolvió la sonrisa y dijo en un tono de voz que lo pudieran oír padre e hija.

Betty: Estoy hablando con Natalia… Quiere que vayamos de compras.

Natalia: ¿Está papá ahí contigo? Dile que se ponga…

Betty: -Ofreciéndole su celular a Luis- Quiere hablar con usted…

Luis: ¿Natalia?

Natalia: ¡Hola papá! Voy a ir con Betty de tiendas… La quería llevar al ”Garden Mall”

Luis: -Sonriente- ¿Y ella está de acuerdo?

Natalia: ¡Por supuesto!
Luis: -Dirigiéndose a Betty- ¿Betty, está segura de lo que está haciendo? ¡Vea que mi hija es incansable! Es capaz de pasarse en un mall todo el día, desde que abren hasta la hora del cierre… ¡En eso salió a su mama!

Aunque de hecho era una queja, su tono era más bien nostálgico. A través de la niña Betty se acababa de enterar que Luis era viudo, por lo que dedujo que la mamá de Natalia había fallecido. No era de extrañar que él echara de menos a su esposa incluso en situaciones que le desagradaban, como al parecer era el ir de tiendas. Por el teléfono se oyó la voz de Natalia

Natalia: ¡Papá! ¡No le digas eso a Betty que no va a querer venir conmigo!

Luis: Bueno hija, es que no me gusta engañar a nadie… -Había desaparecido el tono nostálgico y su voz volvía a sonar divertida.

Betty: -Hablando en dirección al celular para que Natalia también la oyera- Oj oj oj oj… Haremos una prueba, señorita… Si la tortura es muy fuerte, será una vez y no más… Oj oj oj oj…
Lo cierto es que hacía mucho tiempo que Betty no pasaba una tarde más divertida. Cuando llegaron al mall, Luis que finalmente había decidido acompañarlas, las invitó a tomar un helado. Se sentaron los tres en una mesa y eligieron los sabores del helado. Betty, como no podía ser de otro modo, pidió helado de mora y de pistacho, mientras que la niña y el papá se decidieron por diversas variedades de chocolate. A los tres les trajeron unas copas enormes que a duras penas pudieron terminarse.

A pesar de lo que había dicho, el papá de Natalia estuvo alegre y sonriente todo el tiempo, y esperó con paciencia a que ellas dos se probaran diferentes conjuntos. Betty al principio estaba muy cohibida y no se decidía a elegir nada para ella, pero poco a poco Natalia la fue animando y acabaron comprándose dos conjuntos veraniegos idénticos de moda infantil-juvenil, a pesar de las dudas de la muchacha.

Betty: ¿Tú crees que es buena idea que vayas vestida como yo? Además… a ti te sienta de maravilla pero a mí… no sé, no me parece muy apropiado…

Natalia: Ja ja ja ja. Es muy divertido. Mamá y yo siempre nos comprábamos alguna ropa igual, sobre todo en verano. El domingo podemos estrenarlo para ir a la playa.

Luis: -Que no había perdido detalle- No diga que no le sienta bien, Betty, le queda perfecto… Usted tiene una figura estilizada y esa ropa más ligera y juvenil le favorece más que…

De repente de detuvo pensando que no debía criticar su vestuario…

Luis: Ejem… Quiero decir que para el clima de Bogotá puede ser apropiada la ropa que trajo pero acá…

Betty: Oj oj oj oj, Luis, no se preocupe… Yo sé que esta ropa que llevo no está de moda… pero es que… la moda nunca ha sido mi especialidad… Oj oj oj oj…

Natalia: -Decidida- Pues ahora sí lo va a ser porque yo te voy a enseñar…

Betty: Oj oj oj oj… Natalia… está por ver que yo aprenda esas cosas… Oj oj oj oj…

Natalia: -Mirando a Betty como si fuera una experta en moda- Betty, debes comprarte algo más para ir a la oficina. ¿Verdad papá?
Betty: A la oficina puedo ir con la ropa que traje de Bogotá…

Luis: ¡Se va a asar, Beatriz…! Vea, aproveche que estamos acá y buscamos algo apropiado para ir a trabajar…

Natalia: -Enseñándole un maniquí que llevaba puesto un conjunto de pantalón marrón de algodón, camisa blanca de manga corta y un chaleco abierto de hilo del mismo color del pantalón- Mira, Betty, ¿qué te parece este conjunto? -Y sin esperar respuesta llamó a la dependienta- Señorita, ¿nos puede ayudar? Betty se quiere probar esa ropa…
Cuando regresaron a la casa Betty llevaba ropa suficiente para renovar su exiguo y anticuado vestuario. La dependienta le había aconsejado, además del conjunto del maniquí que a Betty se le veía precioso, que comprara un pantalón blanco, y dos blusas, de modo que las tres blusas el chaleco y los dos pantalones los pudiera ir intercambiando. Además, a instancias de Natalia, se probó y compró un vestido de verano ceñido hasta la cintura y con una falda amplia en colores vivos de un tejido muy fresco. La niña acabó eligiendo un vestido igual para ella.

Completó su compra con un par de sandalias planas muy cómodas y juveniles y un bolso de tela a juego.

Para asombro de Betty la ropa era de bastante calidad y el precio muy asequible a diferencia de las boutiques que estaban situadas cerca del punto de venta de Ecomoda.

Entre risas y bromas, le pidieron a una empleada de la tienda que les hiciera una foto, las dos mujeres vestidas igual con los pantalones pirata blancos y una blusa sin mangas color cereza, y el papá de Natalia en medio de las dos.
Cuando al día siguiente estrenó para ir a trabajar el conjunto marrón que estaba expuesto en el maniquí, los empleados y empleadas del punto de venta de Ecomoda se quedaron mirándola asombrados por el cambio. Lo cierto es que había habido comentarios nada halagüeños sobre la estética poco afortunada de la nueva ejecutiva colombiana. Aunque lo único que había modificado era la forma de vestir, ya se apreciaba la diferencia. El día anterior la consideraron fea y mal vestida… Hoy seguían viéndola fea de cara, pero tuvieron que reconocer que llevaba un conjunto refrescante y muy apropiado que le sentaba muy bien. Acostumbradas a valorar el cuerpo de las personas que venían a comprar ropa en el punto de venta, les sorprendió descubrir que la doctora Pinzón, como respetuosamente la llamaban todos, tenía un cuerpo esbelto y bien proporcionado que el holgado y anticuado vestido que llevaba el día anterior les había ocultado.

Betty estaba contenta, tanto Natalia como Luis le habían elogiado su nuevo atuendo esa mañana en el desayuno y aunque se ruborizó al sentirse objeto de la atención del personal de la empresa, se dijo a sí misma que por fin parecía que había acertado en la elección de la ropa. Además esas telas eran más apropiadas para el clima cálido de la Florida y se sentía más cómoda y fresca.
Pero no sólo la turbaba ser el centro de atención de los empleados del punto de venta. Aunque no se lo reconociera a sí misma había algo más que la tenía bastante nerviosa. Se preguntaba si tendría otro mensaje de don Armando en su correo electrónico. Desde la tarde anterior no lo consultaba.

Casi con temor encendió la computadora y entró en el servidor de correo de Ecomoda. Para su sorpresa no había uno, sino dos correos de su jefe. El primero de ellos lo había escrito la tarde anterior. Fue el primero que abrió y decía así:
Querida Betty:

Espero que hayas pasado bien tu primer día de trabajo en Palm Beach. Yo no me acostumbro a tu ausencia ni creo que pueda acostumbrarme nunca. Y no sólo me estoy refiriendo a tu trabajo como asistente de presidencia en Ecomoda, que nadie puede hacer como tú…

Aunque las muchachas están colaborando mucho y sobre todo Sofía intenta tenerme a punto los informes que le pido, tanto ellas como yo te echamos mucho de menos…

Pero eso no es nada comparado con el vacío que siento en mi vida personal… Beatriz… te necesito… me haces falta… como el aire que respiro… Me gustaría que me contestaras… que me dijeras cómo te sientes… si tú también me echas de menos… ¿Es mucho pedir…?

Hasta mañana, amor… Que tengas felices sueños… Piensa un poquito en mí como yo no dejo de pensar en ti ni un solo minuto del día…

Te quiere

Armando.”

Como siempre que leía sus mensajes, le dio un vuelco el corazón y sintió un cosquilleo en el estómago. Don Armando nunca había tenido problemas para expresarse por escrito… Eso si no echaba mano de su “amigo del alma” a quien tampoco se le daba mal… ¿Podía estar segura de que ese mensaje lo había escrito Armando Mendoza….? Por supuesto que no… Ya la habían engañado una vez… ¿Por qué ahora tenía que ser cierto…?

Sólo de pensar que ese mensaje se lo hubiese dictado Mario Calderón, estuvo a punto de borrar el otro mensaje de él sin abrirlo, pero se justificó a sí misma diciendo que podía ser algo relacionado con la empresa y no lo hizo. Este otro mensaje la impresionó aún más que el primero. Estaba escrito esa misma mañana y decía así:
Querida Betty:

Anoche no pude dormir en toda la noche… Pensando en ti… Y es que tuve que llevar a Mario a su casa porque se le averió el carro y ante su insistencia acabé subiendo a su apartamento a tomar una copa….

No había vuelto al apartamento de Mario desde aquella noche que tú y yo pasamos juntos… y creí que me iba a morir de dolor. Te echo de menos en todas partes, pero allí, en ese lugar donde vivimos momentos tan íntimos y tan entrañables, aún más, mucho más… Mario estuvo a punto de llamar a emergencias porque cuando volví a ver aquel sofá que fue testigo de la pasión que compartimos, casi me caigo al piso…

Estuve muy poco rato… Fue superior a mis fuerzas… Cuando entré al baño para refrescarme un poco vi aquel albornoz blanco colgado detrás de la puerta… El que usaste aquel día… ¿te acuerdas…? Me acerqué a él y lo olí… Aún tenía tu aroma… Al menos yo lo sentí… No sé si es que lo llevo muy dentro de mí y creo sentirlo en cada rincón por el que has pasado… O es que en realidad olía a ti…
No puedes imaginar lo que habría dado por estar contigo de nuevo en ese sofá de casa de Mario… o en cualquier otro lugar del universo, pero a tu lado…

Me he pasado toda la noche rememorando todo lo que vivimos esa noche… tus besos… tus caricias… la suavidad de tu piel… la unión de nuestros cuerpos… Fui feliz recordando cada momento y me desesperé ansioso por poder tenerte a mi lado y revivir aquella noche…

Pero también tuve otros recuerdos y estos no fueron tan agradables… Aquel día me abriste tu corazón y ante mi insistencia me contaste tu primera experiencia amorosa… Nunca te lo había dicho, pero en ese instante me sentí como una rata de caño… como el ser más despreciable y vil del universo… Yo no era mucho mejor que ese desgraciado que te sedujo con engaños… La única diferencia es que yo me enamoré… Tu ternura, tu lealtad, tu entrega, tu dulzura me enamoró…

Sé que estás leyendo estas líneas con escepticismo… Sé que es difícil para ti creer en la sinceridad de mis sentimientos, pero espero poder convencerte algún día de que te estoy hablando con el corazón en la boca… Que entre nosotros no puede haber más engaños…
Contéstame por favor, ¿sí? Ayer sólo recibí un escueto mensaje con un informe… ¿Es que no piensas contestarme estos mensajes?

Un beso, amor… Un beso mi vida…

Te quiere,

Armando.”
El corazón de Betty aún latía apresuradamente a consecuencia de la emoción que había provocado en ella la lectura de esos mensajes, cuando sonó su celular. Era don Armando. Estuvo tentada a no contestarlo, pero sabía que él seguiría insistiendo hasta poder hablar con ella, así que decidió responder.

Betty: ¿Aló?

Armando: -Con voz cálida- Betty… ¿cómo… cómo estás…?

Betty: -Seca- Muy bien doctor, gracias. Precisamente quería llamarle para consultarle…

Betty empezó a hacerle una consulta técnica sobre cuestiones referentes a la contabilidad de la empresa. Además le hizo un reporte completo de los contactos realizados hasta el momento de caras a las negociaciones de las franquicias.

Betty: La semana que viene tenemos una entrevista en Miami y otra en Fort Lauderdale y estamos intentando hacer contactos en Orlando y en Tampa, así como en otras ciudades de la Florida… Hemos pensado centrarnos de momento en La Florida y más adelante ir ampliando a otros estados…
Armando: Betty, ¿quiere que vaya para estar presente en esas entrevistas de la próxima semana?

Betty: ¡NOOOOO!

A Armando se le encogió el corazón ante la negativa rotunda de ella.

Armando: Está bien, Betty… Ya sé que mi presencia no es de su agrado… No se preocupe que tal y como le prometí yo no iré hasta que usted me lo pida…

Betty: -Con toda la indiferencia de la que fue capaz- Entonces puede esperar sentado, doctor…

Queriendo evitar los asuntos personales, Betty rápidamente cambió de tema y continuó explicándole todas las novedades de la empresa. Armando, sabiendo que esa era la única forma de hablar con ella, la escuchó con deleite. Al menos podía oír su voz.

Cuando ya se despedían, le preguntó:

Armando: Betty… ¿No me va a contestar mis mensajes? ¿Los recibió?
Betty: -Sin responder a ninguna de sus preguntas directamente- Doctor, ya le dije que nuestro contacto debía limitarse a aspectos estrictamente laborales…

Armando: -Con voz de niño regañado- ¡Pues no pienso dejar de escribirle! Quiero que conozca mis sentimientos… Es la única vía de escape que tengo, Beatriz… Eso o el whisky … ¡Y no quiero tener que recurrir al trago…!

Betty se impresionó ante esas palabras, pero no lo demostró para nada, al contrario, volvió a desviar la conversación a temas empresariales y poco después se despedía secamente.

Nada más colgar con Betty, Armando llamó a Luis Granados.

Luis: ¿Aló? ¿Doctor Mendoza?

Armando: ¿Cómo le va Luis? Vea acabo de hablar con Betty… Quería asegurarme que ella está bien y que tiene todo lo que necesita.
Luis: Ella está bien, doctor… No se preocupe… Creo que le gusta el apartamento anexo a mi casa y se lleva muy bien con mi hija… Ayer estuvimos de compras en un centro comercial y la ayudamos a elegir ropa más fresca… Vea, ahora mismo tengo en la computadora la foto que nos hizo la empleada de los almacenes… ¿Quiere que se la mande?

Armando: -Feliz de poder verla aunque fuese en foto- ¡Claro que sí, Luis! Vea, espere un segundo que me conecto por el mess y me la manda enseguida…

Luis Granados hace lo que le dice su jefe y cuando ya la ha enviado le pregunta:

Luis: Ya va en camino, dígame si la recibe…

Pocos segundos más tarde, el archivo con la foto llega a la computadora de Armando. Cuando lo abre, se queda mudo al verla. Por una parte la ve sonriente y eso le gusta. No podría soportar verla sufrir. Por otra la ve tan diferente… Su cara no ha cambiado apenas, pero su cuerpo… ¡UHF! Ese conjunto tan juvenil le sienta de maravilla y moldea su figura a la perfección… Pero al mismo tiempo le da un aire infantil… Mira a la niña que tiene a su lado, que debe ser la hija de Granados: se ven casi a la par… Parecen dos hermanas…
No puede evitar una punzada de celos al darse cuenta que Luis Granados le rodea los hombros con su brazo de un modo protector. ”Será atrevido… Tengo que pararle los pies… No se vaya a hacer ilusiones con mi Betty… Porque si no recuerdo mal este tipo es viudo… Perdió a su mujer hace algún tiempo… ¡Pues búsquese a otra, porque Betty es mía! ¿Oyó?” Cuando consigue recuperar el habla, le dice al empleado de Ecomoda con un tono un poco áspero:

Armando: ¡Veo que no han perdido el tiempo…!

Luis: Ja ja ja ja… Es mi hija… ya sabe cómo son los niños… Quiso que Betty renovara su vestuario con prendas más… adecuadas a este clima…

Armando: -En el mismo tono- ¿Sí…? Ya, ya veo… y usted tampoco pierde el tiempo… -Y sin poder contenerse le dice celoso- ¿No se toma muchas confianzas?
Luis Granados se ha quedado estupefacto. Ya había notado el inusual interés del presidente por esa muchacha, pero lo de ahora es una clara demostración de celos. ¿Acaso el mujeriego Armando Mendoza está enamorado de esa muchachita? No es el tipo de mujer que suele gustarle a su jefe… Sin embargo, él no acaba de entender por qué ella se ha trasladado a Palm Beach teniendo a toda su familia en Bogotá… Lo de las franquicias es una excusa porque podían negociarse desde la capital colombiana y viajar puntualmente, sin necesidad de trasladar a una empleada que le está costando dinero a la empresa… Pero eso no es asunto suyo y no quiere problemas con el jefe, así que haciéndose el inocente pregunta con aparente ingenuidad:

Luis: ¿Verdad que hemos quedado bien?

Armando: -Con sorna- Sí, sí, muy bien… Pero la próxima vez no hace falta que se acerque tanto…

Esto último lo dijo Armando casi para sí, pero lo suficientemente alto para que Luis lo escuchara y sonriera divertido.

Luis: ¿Se le ofrece algo más, don Armando?
Armando: No… eso es todo… ¿Me… me enviará más fotos…?

Luis: -Entre divertido e intrigado por el interés de su jefe por esa muchacha- Pues… de momento sólo tengo ésta, pero no se preocupe que haremos más y se las mando enseguida…

Antes de cortar, Armando le dice a Granados con un tono de advertencia:

Armando: Tenga cuidado, Luis… Ella… ella es mi vida…

Y dejando a Luis Granados boquiabierto ante esa confesión, cortó la comunicación.






Creado por:Cata.






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