Quítese El Capul

917 68 20
                                    

Capítulo 8.

Definitivamente tenía que hablar con Luis Granados. No podía ser que le siguiera mandando fotos suyas a don Armando. ¡Y en traje de baño! Se ruborizó sólo de pensar que él la contemplara con tan poca ropa. Se había puesto roja cuando había leído el mensaje que le envió el lunes. Casi se lo sabía de memoria.

”Mi amor, casi me muero al ver tu foto en traje de baño… ¡Estás bella…! Betty, ¿por qué has ocultado a todos ese cuerpo tan fantástico? ¿Sabes que no tienes nada que envidiar a las modelos que contrata Hugo?
La noche que estuvimos juntos en casa de Mario pude intuir algo así… Pero no pude verte del todo… Enseguida te pusiste aquel albornoz blanco… Tengo que reconocer que me encanta tu pudor… Pero te aseguro que la próxima vez quiero verte como en la foto… Con poca ropa… o mejor aún… sin ninguna… ¡Ay Betty! ¡No te puedes imaginar las cosas que sueño…! No te las quiero contar en un mensaje… Prefiero esperar y susurrártelas al oído… ¿Qué poder tienes sobre mí, Beatriz? ¿Acaso me has embrujado? Sí, has leído bien… Parece como si me hubieses embrujado, ¿sabes? Porque no hay modo de que me guste ninguna otra mujer que no seas tú… Esas modelos por las que me volvía loco, me dejan completamente indiferente… En cambio por la noche… cuando estoy solo en mi apartamento… tengo sueños eróticos contigo… ¡Como no pueda verte pronto me voy a volver loco!
Contéstame, mi vida, ¿sí? No sabes lo que me gustaría leer un mensaje tuyo… Sí, ya sé que me vas a decir que me escribes casi a diario… pero son mensajes de trabajo donde no hay ni una sola referencia personal… ¿Sabes que también sueño con eso…? Sí, anoche, sin ir más lejos soñé que recibía un mensaje tuyo que empezaba así: “Armando, mi vida, no sabes cuánto te extraño…” y el final del mensaje era aún mejor: “Te amo. Betty”… El día que eso suceda… El día que reciba un mensaje tuyo en esos términos, será el día más feliz de mi vida… Porque entonces nada ni nadie me va a impedir subir al primer avión e ir a buscarte… y estaremos juntos… para siempre…
Te amo.

Armando.

PD/ Me gusta como se ve tu rostro sin capul… Estás preciosa…

A.”
Cuando acabó de leer por enésima vez ese mensaje Betty su cabeza era un caos y su corazón latía con fuerza. Además sentía una fuerte opresión en el pecho que casi no la dejaba respirar.

¡Armando Mendoza la iba a volver loca! Y todo por “CULPA” de Luis Granados que no hacía más que enviarle fotos de ella. Tenía que hablar con el papá de Natalia… Eso no podía seguir así… Pero, ¿cómo lo hacía sin que él se ofendiese? Por nada en el mundo quería que pareciera que ella le estaba reprochando algo… Seguro que él no hacía más que seguir las instrucciones de don Armando sin saber lo importante que era para ella romper cualquier contacto personal con su jefe…
Sintió que la cara le ardía al recordar el contenido de los mensajes de don Armando. Cada vez eran más atrevidos… La pasada noche, en la intimidad de su apartamento antes de dormirse, los había leído uno por uno todos y se había excitado… Hasta el punto que ella también había tenido un sueño erótico con él… Y en su caso era cierto… No una farsa como en el caso de él…
”Porque no me creo nada de lo que dice, doctor… ¿Cómo puedo creer que a usted le provoque más una foto de Betty la fea en traje de baño que las modelos de Hugo? ¿Acaso cree que soy imbécil?
Betty, esto no puede seguir así… Está afectando a tu trabajo… En estos momentos estoy tan nerviosa que soy incapaz de concentrarme en nada…”

Para colmo oyó como sonaba su celular y leyó un nombre en la pantalla: “don Armando”. Casi con rabia, apretó deliberadamente el botón de apagado rechazando la llamada y con determinación guardó el teléfono al fondo del último cajón de su mesa.

Ese gesto de rebeldía, la tranquilizó un poco y hasta consiguió esbozar una sonrisa. Pero ésta se desdibujó cuando descolgó el teléfono de encima de su escritorio que sonaba y escuchó la voz de una de las secretarias:

Secretaria: Doctora, le paso una llamada del doctor Mendoza…
No pudo responder… Cerró los ojos con fuerza en un intento de controlar su nerviosismo y como si se estuviera dirigiendo a él, su pensamiento fue: “¿Es que no se va a rendir nunca, don Armando?”

Casi sin darse cuenta pronunció en voz alta la misma frase cuando escuchó la voz de él a través del auricular del teléfono:

Armando: ¿Aló, Betty?

Betty: ¿Es que no se va a rendir nunca, don Armando?
Bastante sorprendido por esas palabras, le dice con determinación:

Armando: Pues vea que no, Beatriz… Hasta que no sea mi esposa no me pienso rendir…

Betty: ¡Pues ya puede esperar sentado! –fue la respuesta sarcástica…
Armando: No lo dude, doctora… Pero verá… la llamaba por otro asunto… es que a través de un compañero de estudios que vive en Orlando he sabido que hay una empresa que puede estar interesada en adquirir la franquicia de Ecomoda…

A partir de ese momento continúan con una conversación totalmente centrada en cuestiones empresariales. Poco a poco Betty se fue tranquilizando pero antes de despedirse él le dijo con un tono íntimo:

Armando: Quítese el capul…

Betty: -Creyendo que no lo había entendido- ¿Cómo dice?
Armando: La cara despejada le favorece más… Está más bella…

Betty: -Como si no le hubiese escuchado- Si no se le ofrece nada más…

Armando: -En el mismo tono sugerente- Lo digo en serio…

Betty: -Con determinación- Yo también… Buenos días…

Y sin esperar respuesta le colgó el teléfono airada.
Había pedido una entrevista con la tutora de la niña. A pesar de que prefería que su hija solucionase sus problemas por sí misma a fin de que aprendiera a no depender excesivamente de él, esta vez le pareció que era lo adecuado.

Para su sorpresa la tutora era la propia profesora de matemáticas de la que Natalia hablaba tan mal. Hubiese preferido poder hablar del tema abiertamente con otra persona, pero al final pensó que casi era preferible poder conocer de primera mano los motivos por los que esa persona ”la tenía tomada con su hija.”

”A ver qué explicación me da. No es normal que trate así a una niña…”
Su sorpresa fue mayúscula cuando la profesora se presentó ante él. Esperaba encontrar una persona adusta, poco amable e intransigente, con cara de “ogro” y voz chillona, pero por el contrario le atendió una mujer de unos treinta y cinco años, alta, de ojos azules, con el cabello castaño claro corto y bien peinado y la sonrisa más luminosa que él hubiese visto en toda su vida.

Se dirigió a él en inglés, pero al darse cuenta de su origen latino, pasó inmediatamente a hablarle en un castellano impecable:

Profesora: Permítame que me presente, mi nombre es Miriam Sullivan y usted debe ser el señor Granados. –Él se limitó a asentir con la cabeza asombrado.- Me alegro mucho de que haya solicitado esta entrevista, señor Granados.
Luis: Perdone, no creí que usted hablara español…

Miriam: -Con una sonrisa encantadora- Yo nací acá pero mis padres son venezolanos…

Luis: ¡Ah!

”Sullivan debe ser el apellido del marido.” Pensó con desagrado. Pero no dijo nada, se había quedado sin palabras y con la boca abierta deslumbrado por esa sonrisa. Ella amplió aún más la curva de sus labios y le dijo divertida:

Miriam: ¡Vaya, no pensé que eso le sorprendiera tanto!
Luis: Este… no… este sí… quiero decir… -tragó saliva e intentó controlar su irracional nerviosismo- Perdone mi… torpeza… es que… es que… tengo que confesar que me ha sorprendido…

Miriam: -Creyendo que la sorpresa era debida a su origen latino- Vea, señor Granados, aunque no lo crea, la mitad de los profesores de esta escuela tenemos como lengua materna el español…

Luis Granados pensó que era mejor que ella creyera que su sorpresa era debida a su origen, cuando en realidad, nada tenía que ver con eso. Él estaba sorprendido porque no se esperaba encontrar a una persona tan agradable y simpática. Según la descripción de Natalia su profesora de matemáticas era alguien “abominable”… No tuvo necesidad de abordar el motivo de su visita, porque la propia profesora Sullivan lo sacó a colación.
Miriam: No sé qué le pasa a Natalia. Es una niña extremadamente sensible… Yo quería llamarle para conversar con usted a ver si consigo entenderla mejor… Es que… en la clase de matemáticas se cierra en banda y no hay modo de que quiera participar… Y estoy segura de que sabe hacer la mayoría de los problemas, pero se queda como bloqueada… Decidí organizar estos concursos pensando principalmente en ella, pero creo que fue un error… ¿Tiene algún problema? Me gustaría ayudarla…

Ahora sí que Luis se queda perplejo. Ella creía que el problema era ”la profesora” y ahora resulta que según ésta el problema es ”su hija.” Bastante incómodo le dice con un punto de sarcasmo:

Luis: ¡Vaya! Yo creía que el problema lo tenía con usted… En casa ella está bien… como siempre… Y en la escuela nunca había tenido problemas con los profesores…
Miriam: -Mirando al padre de su alumna con suspicacia- Y usted llegó a la conclusión de que el “problema” era yo, ¿cierto?

Luis: -Un poco avergonzado- Este… pues… en realidad…

Miriam: Ya veo… Su hija es perfecta, así que si tiene problemas es culpa de los demás… ¿Es eso lo que piensa?

Ella ha hablado en un tono mordaz y él se avergüenza aún más porque eso fue exactamente lo que pensó.

Luis: Yo…

Miriam: Bien, pues si ya se me ha juzgado de antemano, lo menos que puede concederme es el derecho a una defensa…

Luis: Sí… claro…
Estaba como aturdido por el regaño de ella, pero cuando la vio sonreír su cara se iluminó y le devolvió la sonrisa.

Miriam: ¿Qué le parece si volvemos a empezar esta entrevista? Verá creo que los dos tenemos el mismo interés: el bienestar de Natalia, así que ¿qué tal si hacemos un frente común?

Lo había mirado a los ojos y había intensificado su sonrisa y Luis Granados sólo pudo asentir con la cabeza y escucharla.
Cuando bajó del avión en el aeropuerto de Miami, tuvo dificultades para respirar. Y no sólo era por el sofocante calor, que también… El otro motivo era que estaba sumamente nervioso y preocupado. Estuvo a punto de dirigirse a la ventanilla de la línea aérea que le había traído desde Colombia y adquirir un billete de regreso. Sólo la imagen de Betty en bañador y sin capul jugando a la orilla del mar con Natalia, le hizo desistir de esa idea. Quería verla… Necesitaba verla… Aunque fuese a escondidas, sin hacer notar su presencia…

En Bogotá estuvo pensando en llamar a Granados y contarle que volaría a la Florida, pero luego desistió de su idea. Si quería que Betty no se enterara de su presencia en Palm Beach debía darle muchas explicaciones a Luis para que no le dijera nada. Además, siempre estaría a tiempo de contarle en caso de que necesitara ayuda.
Desde el taxi que tomó en el aeropuerto en dirección a Palm Beach, llamó a Granados.

Armando: ¿Aló? ¿Luis? ¿Cómo le va?

Luis: Bien, doctor, muy bien. ¿Y usted qué tal?

Armando: Bien, bien… -Haciendo una pausa para pensar el mejor modo de abordarlo para enterarse de lo que quería- ¿Hace buen tiempo por allá?

Luis: Sí, muy bueno… Precisamente ahora nos estamos preparando para ir a la playa… Estoy esperando que llegue Betty…

Armando pensó que iba a ser más fácil de lo que había creído saber dónde localizarlos y animado siguió sonsacando a Granados.
Armando: Vaya, qué bien… y, dígame una cosa, Luis, ¿a qué playa es que van ustedes a bañarse? Es que verá… cuando estuve en Palm Beach la última vez me recomendaron una pero no me acabó de gustar…

Luis: Vea, nosotros vamos a una playa que está delante del hotel Hilton, donde se hospeda doña Marcela cuando viene a visitarnos… Creo que usted también estuvo en ese hotel una vez… Esa zona es muy tranquila… usted ya sabe…

Armando: -Feliz de saber dónde localizarlos- Estupendo, Luis, pues… que lo disfruten… Salude a Betty de mi parte…

Luis: ¡Como no! La saludo…

Cuando Luis Granados colgó el teléfono se preguntó el motivo de la llamada de su jefe. ¿Sólo había llamado para saber cómo estaban…? Ese hombre estaba muy raro últimamente y él estaba seguro que tenía que ver con esa muchacha que se había metido en sus vidas y que tanto bien estaba haciendo a su hija.
Se hallaban los tres en el interior del carro de Luis Granados y se dirigían a la playa. Betty estaba feliz. Cuando estaba con Natalia y con Luis se olvidaba por un rato de don Armando y su acoso, que tanto la obsesionaba el resto del tiempo. Sólo la compañía de esa familia tan encantadora y el trabajo conseguían que se evadiera de “ese” problema.

Porque Armando Mendoza era un gran problema para ella. Si no fuera por sus sentimientos, no tendría nada de qué preocuparse, porque sabía que él no le iba a hacer ningún daño físicamente, sin olvidar la gran distancia que los separaba en esos momentos. El problema era que ella no había dejado de amarlo. Y no lo entendía.

Cuando el desengaño de Miguel, ella inmediatamente dejó de sentir por él. Fue algo automático: nada más enterarse de que ese desgraciado no era el novio enamorado y entregado que quiso aparentar, su desilusión fue tan grande que no volvió a pensar nunca más en él como pareja. El dolor y la depresión que pasó no fue porque lo amara. El amor, si es que lo fue alguna vez, dejó de existir desde el mismo instante en que se dio cuenta de que Miguel había jugado con ella. Lo que le dolió en realidad fue darse cuenta de que únicamente por una apuesta un hombre era capaz de acercarse a ella.
Pero con don Armando era diferente. De eso ya se había dado cuenta hacía algún tiempo. Es cierto que había dolido mucho enterarse de su traición, de su vil engaño, pero lo peor era que no podía quitárselo de la cabeza… A pesar de todo lo que él le había hecho, ella seguía amándolo como el primer día… Costaba reconocerlo y por supuesto únicamente ante sí misma era capaz de hacerlo…

”Si no me escribiera esos mensajes tan… lindos…” -Pensó conmovida- ”¿Cómo lo voy a olvidar cuando me dice esas cosas…? Pero Betty, -se dijo a sí misma con reproche- tú sabes que todo es una farsa… Esos mensajes son parte de la trama que él y don Mario urdieron para tenerte contenta y que no te robaras la empresa… ¿Entonces por qué los lees…? ¿Por qué dejas que te afecten…? Podrías borrarlos directamente…” ”No puedo borrarlos…” – se dijo para autojustificarse- ”Podría tratarse de algún tema laboral… ¿A quién quieres engañar, Beatriz Aurora…? Sólo leyendo las dos primeras líneas sabrías si se trata de un asunto de trabajo… Pero no te puedes resistir y lo lees hasta el final… Y los relees… Los tienes todos impresos en papel en tu mesita de noche… Lo único que falta es que los encuadernes y hagas un libro con ellos…”
No pudo seguir pensando porque Natalia, casi a gritos, le dijo emocionada señalando en dirección al cielo:

Natalia: ¡Betty. Betty! ¡Mira ese globo…! Papá, ¿podremos dar algún día un paseo en globo?

Luis: Pues… no sé… creo que es un poco peligroso…

Natalia: -Entusiasmada- ¡Para nada! Mi amiga Patricia y sus papás subieron un día… ¡Dice que es algo fantástico…! Por fa, papá… dime que sí…

Luis: -Intentando evadir la respuesta positiva- Ya veremos… Tengo que averiguar cuan seguro es subirse en uno de esos artefactos…

Betty: -Girándose hacia el asiento trasero donde se hallaba la niña y sonriéndole- Conmigo no cuentes…

Natalia: -Asombrada de que su nueva amiga no estuviese tan entusiasmada con la idea de subir en un globo- ¿Por qué, Betty?

Betty: Porque me da pánico subir en uno de esos… A mí sólo me verás volar en un avión con piloto y copiloto a bordo… Oj oj oj oj …
En ese momento Luis Granados estacionó su carro muy cerca de la playa. La primera en bajarse del carro fue Natalia.

Natalia: Papá, ¿alquilaremos unas tumbonas y una sombrilla como la semana pasada?

Luis: Sí, claro…

Tardaron pocos minutos en bajar del carro, coger las bolsas del maletero, alquilar las tumbonas y acomodarse cerca de la arena. Natalia se quitó el pantalón pirata y la camiseta iguales a las de Betty, las tiró sobre la arena y se fue corriendo hacia el agua, animando a su amiga a que hiciera lo mismo.

Natalia: Betty, vamos, que no tenemos todo el día…

Betty: Oj oj oj oj, Natalia, no seas tan impaciente… Deja que me desvista… Voy enseguida…

Aprovechando que la niña no estaba delante, Betty le preguntó a Luis por la entrevista con la maestra.

Betty: Luis, quería preguntarle, ¿qué le dijo la tutora de Natalia?
Sin saber por qué Luis Granados enrojeció. El recuerdo de esa encantadora maestra le resultaba perturbador.

Luis: Este… pues… tenemos que hablar sobre eso… Al parecer el problema no es la maestra…

Betty: -Sorprendida- ¿Ah, no? Pues según Natalia…

Betty no prosigue porque prefiere que sea él quien le explique.

Luis: Ya le contaré con más calma en otro momento… La… maestra es una persona… ¡ejem! En… encantadora… Lo… lo que le sucede a Natalia no tiene nada que ver con ella…

Betty levanta las cejas con perplejidad. No era eso lo que decía Natalia. Además le sorprendía que su papá de repente se hubiese puesto del lado de la profesora cuando él siempre defendía a la niña, a veces exageradamente. Pero no tuvo tiempo de darle vueltas a eso porque Natalia la estaba llamando a voces desde la orilla del mar.

Betty: ¡YA VOY!
Y casi tan rápidamente como la niña, se desvistió, dobló su ropa que dejó encima de la tumbona y corrió a unirse con ella en la orilla .
Natalia: ¡Házmelo otra vez, papá! ¡Y a Betty también… a Betty! Ja ja ja ja…

Parecían un matrimonio con su hija. Ella bastante más joven que él, pero perfectamente podía ser la madre de la muchacha. Desde un improvisado bar de playa, un hombre los contemplaba con una mezcla de embeleso y envidia. Se había comprado una gorra con una amplia visera que le tapaba gran parte de la cara, llevaba gafas de sol y un atuendo ”de camuflaje” –como lo llamaba él- consistente en una amplia camisa hawaiana con cocoteros, flores y guirnaldas en tonos chillones verde, rojo y amarillo, anchas bermudas de color beige y chanclas de playa. Tuvo que recorrer un buen tramo de playa hasta dar con ellos, pero afortunadamente se hallaban casi delante de esa especie de improvisado “oasis” en medio de la arena, que era ese bar playero desde donde los podía ver perfectamente.

Pidió un whisky con hielo y cuando el camarero ya se iba a servir el pedido, lo llamó de nuevo para cambiar la orden. Nada de trago. Quería estar completamente sereno para no perderse ni un detalle. Casi sin darse cuenta pidió un jugo de mora al asombrado camarero que le aseguró que no tenían.
Camarero: Si quiere un jugo tenemos de naranja y de piña…

Armando: De piña está bien, gracias…

A pesar de la distancia que los separaba, enfocó su potente cámara digital e hizo algunas fotos. La imagen de ella en la pantalla de la cámara le hizo sonreír. Llevaba de nuevo el traje de baño de Bugs Bunny, el pelo completamente mojado, suelto y echado hacia atrás, no tenía las gafas puestas y parecía casi una niña.

Del embeleso, pasó a querer estar en el lugar de Granados y de repente la envidia y los celos lo corroyeron por dentro. ”Tiene que calmarse, Mendoza, si no la va a embarrar…” Se dijo a sí mismo, pero no había modo de que pudiese controlar esa fuerte opresión en el pecho que le producía saber que él no podía acercarse a ella y en cambio Luis la tenía a pocos centímetros de él. Él podía contemplarla a sus antojo… podía hablar con ella… podía… podía… ¡No, eso no! ¡La estaba tocando…!
Se levantó del asiento como si lo pincharan y estuvo a punto de ir hasta ellos y hacerse notar, pero pensar en la reacción airada de Betty lo retuvo. Apretó con fuerza la mano sobre el vaso de jugo de piña, cerró los ojos y respiró hondo.

No se dio cuenta de que tenía alguien a su lado hasta que una voz infantil le sobresaltó y le hizo girar la cara:

Natalia: ¡Hola! Me gusta tu camisa…

Al darse cuenta de que la que estaba a su lado era la hija de Luis Granados, contuvo la respiración. ¿Lo habrían descubierto? Poco a poco se fue calmando e hizo un esfuerzo por contestarle a la niña.

Armando: Gra… gracias… a mí me gusta tu bañador…

Natalia por toda respuesta le dedicó una sonrisa y se dirigió al camarero que acababa de acercarse a ellos.
Natalia: Tres jugos de naranja, por favor… -dirigiéndose a Armando mientras el camarero le buscaba las bebidas- ¿No te bañas? El agua está buenísima…

Armando: Ahora no… más tarde quizás… ¿Has… has venido con tus papás?

Natalia: Pues… no… ja ja ja ja… Betty no es mi mamá… es mi amiga…

En ese momento Natalia saludó con la mano a Betty que desde la orilla le estaba haciéndole señas para que no se entretuviera.

A Armando le pareció que ella lo miraba y casi automáticamente se giró de espaldas a la orilla del mar.

Natalia: ¿Qué pasa? ¿Estás de incógnito? Ja ja ja ja… Si yo quisiera que no me descubrieran no me pondría una camisa así… Ja ja ja ja… ¡Vaya! Betty se está impacientando y parece que viene a buscarme…

Continuará...





Creado por:Cata







Las cartas sobre la mesaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora