Capítulo 19.
Miriam y Natalia ocuparon una mesa en una cafetería cercana y se sentaron. Después de encargar dos batidos de chocolate al mesero, Miriam le habló a la niña. Su tono fue suave pero no estaba exento de firmeza:
Miriam: ¿Por qué no quieres que tu papá y yo nos casemos?
La niña no se esperaba una pregunta tan directa y no supo qué contestar. Ante el silencio de ella, Miriam dijo:
Miriam: Yo entiendo que prefieras tener a tu papá sólo para ti… Pero…
Natalia: -Interrumpiéndola con brusquedad- No es eso… No me importa que se case…
Miriam: ¿Entonces el problema soy yo…? –preguntó sin alterarse- Ya sé que nunca te he caído muy bien…
Natalia: Es que… es que… Yo creía que se iba a casar con Betty… -dijo con el ceño fruncido.
Miriam: -Respirando hondo para intentar armarse de paciencia- Natalia, yo sé que Betty es tu amiga y le tienes mucho cariño, pero tu papá y yo queremos casarnos… vamos a tener un bebé… Él no quiere casarse con Betty…
Natalia: - Con fastidio- ¡Lo sé!
Miriam: Las cosas no siempre son como queremos, ¿sabes?
Natalia: -Esta vez con un tono compungido- Ya lo sé…
Miriam: A mí me gustaría mucho que pudiésemos ser amigas… Tú, Betty y yo…
Natalia: ¡No lo creo!
Miriam: -Mirándola con extrañeza- ¿Por qué? Betty es muy simpática y me cae muy bien…
Natalia: ¡Pero ella no va a ser amiga tuya!
Miriam: ¿Ah, no? ¿Y eso por qué? ¿Acaso se lo vas a pedir?
Natalia: -Bajando la mirada- No… yo no le pediría algo así…
Miriam no pudo evitar sonreír ante esas palabras, pero sabía que aún quedaba mucho camino por recorrer si quería la aceptación de Natalia, así que suspiró y volvió al tema principal de la conversación.
Miriam: Natalia, tu papá lo está pasando muy mal. Él te quiere mucho y quiere que seas feliz, pero también tiene derecho a rehacer su vida… ¿No crees que sería injusto que no me dieras una oportunidad antes de “condenarme”?
Natalia: -Sin mirarla- Yo no quiero que mi papá lo pase mal… Yo lo quiero mucho…
Miriam: Lo sé, Natalia… y él también te quiere mucho… por eso no va a hacer nada que te haga daño… pero no es razonable que por un capricho impidas que él pueda ser feliz…
Natalia: ¡No es un capricho! ¡No quiero vivir ni contigo ni con Tony!
Natalia estaba alterada pero Miriam procuró mantener la calma a pesar de lo afectada que estaba por toda la situación.
Miriam: ¿Puedo saber por qué?
Natalia: -Mirándola de reojo con cara regañada- Porque no quiero…
Miriam: Esa no es una buena razón… Yo sé que en la escuela no hemos tenido la mejor de las relaciones, pero me gustaría que eso cambiara…
Natalia: ¡Yo no quiero que cambie!
Miriam: ¡Vaya! Entonces sí que tenemos un problema… Yo creía que estarías dispuesta a hacer un esfuerzo por llegar a entendernos…
Natalia: ¡No quiero que él venga a vivir a mi casa!
A Miriam le extrañó mucho esa respuesta. ¿Qué quería decir Natalia? ¿A quién se refería…? De repente empezó a sospechar cuál era, al menos en parte, el problema.
Miriam: ¿Él? ¿Te refieres a Tony?
Natalia no contestó, pero era evidente que se estaba refiriendo al niño. Más sorprendida que enfadada, Miriam se estaba dando cuenta de que el problema no era tanto ella como su hijo y no salía de su asombro.
Miriam: Natalia, ¿qué pasa con Tony? ¿Estás enfadada con él? ¿Ha hecho algo que te disguste?
Natalia: ¡Le doy lástima! –Dijo casi como un lamento.
Miriam: -Cada vez más perpleja- ¿Lástima? ¿Tú crees que Tony siente “lástima” por ti?
Natalia: ¡Sí! ¡Y yo no necesito que nadie me compadezca!
Miriam: -Volviendo a respirar hondo- Vamos a ver, Natalia, ¿por qué crees que Tony se compadece de ti?
Natalia: Porque… porque…
Sin poder contenerse más, Natalia empezó a llorar a lágrima viva ante la estupefacción de Miriam que no acababa de entender del todo qué le sucedía. Intentando que se calmara, tomó una mano entre las suyas y le dijo con calidez:
Miriam: No llores, pequeña. No llores… Todo se puede arreglar… Ya verás…
Pero la niña seguía sollozando desconsoladamente.
En ese momento llegó el mesero con los batidos y los dejó sobre la mesa. Miriam se apresuró a pagarle y se levantó con la intención de llevar a la niña a un lugar donde pudieran hablar sin testigos. Su intención era dejar intactos los batidos, pero para su sorpresa, Natalia sorbió por la nariz y cogió los dos vasos antes de seguirla. Se dirigieron a una zona de picnic anexa al centro comercial que a esa hora del día estaba prácticamente desierta. Cuando se sentaron Natalia le alargó un vaso y empezó a tomarse el suyo. Aún tenía los ojos llorosos y la respiración agitada.
Miriam: Natalia, Tony siente muchas cosas por ti, pero creo que lástima no es una de ellas…
Natalia: -Levantando la cara y buscando su mirada- ¿Cómo lo sabes?
Miriam sonrió.
Miriam: Pues… porque soy su mamá y le conozco… Además… me lo ha dicho…
Natalia: -Con tono desafiante- ¿Qué te ha dicho?
Miriam: Pues… por ejemplo que tú eres la chica más lista de la clase…
Natalia: ¡Eso no es verdad!
Miriam: ¿Crees que yo te mentiría en algo así?
Natalia: No digo que mientas… Digo que yo no soy la más lista de la clase… siempre me equivoco en matemáticas…
Miriam: Eso no es cierto… Sólo te equivocas cuando tienes que resolver un problema delante de todos…
Natalia: ¡Pero yo sé hacerlos!
Miriam: Lo sé… He corregido tus ejercicios… Además tu nota en el último examen fue una de las mejores…
Natalia: ¡Porque Betty me ha estado ayudando!
Miriam: Sí, también lo sé… pero creo que sobre todo te ha ayudado a tener más confianza en ti misma…
Natalia no respondió a eso.
Miriam: Como te decía, Tony habla maravillas de ti… -Bajando la voz en tono confidencial- Hasta he llegado a pensar que tú le gustas…
Natalia: -Casi en un susurro y sin atreverse a levantar la mirada- ¿Él te dijo eso?
Miriam: No, no me lo ha dicho… pero se pasa el día hablando de ti… Da que pensar, ¿no crees?
Natalia se limitó a encoger los hombros y permaneció en silencio.
Miriam: Natalia, ¿es por mi hijo que no quieres que tu papá y yo nos casemos?
Natalia: Es que… no quiero vivir con alguien que me tiene lástima… y además estaba muy enfadada contigo por lo de los concursos de matemáticas…
Miriam: ¿Cuándo dices que “estabas”, quieres decir que ya no lo estás?
Natalia: -Sin sonreír- No, ya no… tanto
Miriam: ¡Vaya! ¿Y que te ha hecho cambiar?
Natalia: No lo sé…
Miriam: ¿Te puedo preguntar algo?
La niña se limita a asentir con la cabeza.
Miriam: ¿A ti te gusta mi hijo Tony?
Natalia: -Mirándola con desconfianza- ¿Se lo vas a decir si te lo digo?
Miriam: No, si tú no quieres…
Natalia se queda pensativa unos instantes y finalmente le acaba diciendo:
Natalia: Está bien… Te lo voy a decir… Me… me gusta un poco… pero –cambiando el tono balbuceante por otro de enojo- me da coraje cuando me tiene lástima…
Miriam: Quizás si lo trataras más te darías cuenta de que no son esos sus sentimientos…
Natalia: No sé…
Miriam: -Sujetando una mano de la niña entre las suyas- Quiero proponerte algo… Ya sé que todo esto ha sido muy precipitado… ¿Qué tal si procuramos conocernos mejor? Tú y yo… y también Tony…
Natalia: ¿Él sabe que mi papá y tú se van a casar?
Miriam: Sí, yo se lo dije.
Natalia: ¿Y… qué le parece?
Miriam: -Sonriendo- No dio saltos de alegría, pero tampoco se opuso… Creo que lo que más le gusta de todo es que va a poder estar más cerca de ti, conocerte mejor…
Natalia: -Abriendo los ojos por la sorpresa- ¿De verdad?
Miriam: No me lo dijo, pero me preguntó dos veces si viviríamos los cuatro en la misma casa y cuando le aseguré que sí, sonrió…
Natalia: -Mirando a Miriam un poco avergonzada- ¿Crees que soy muy mala por no querer que te cases con mi papá?
Miriam: -Sonriéndole con ternura- No, Natalia. Sé que esta situación es difícil para ti y también para mi hijo. Cuesta mucho acostumbrarse a aceptar a un “intruso” en la familia…
Natalia: ¿Tú quieres a mi papá? –preguntó de repente.
Miriam: Sí, Natalia, le quiero mucho… -la respuesta sonó sincera y cálida.
Natalia: ¿Y… él te quiere a ti?
Miriam: Creo… creo que sí… pero –se apresuró a aclarar- por eso no te querrá menos a ti… ¿Lo sabes?
Natalia: -Suspirando- No. No lo he pensado…
Durante unos segundos ambas permanecieron en silencio hasta que finalmente Miriam lo rompió:
Miriam: Entonces… ¿aceptas mi trato?
Natalia: -Asintiendo levemente con la cabeza- Sí, pero… ¿y si después de conocernos mejor sigo pensando igual? ¿Qué harás?
Miriam: -Mirándola a los ojos- No lo sé, Natalia. Realmente no lo sé…
Durante varios segundos las dos mantuvieron el contacto ocular. Algo había cambiado entre ellas en tan sólo unos minutos de conversación y las dos lo sabían. Natalia por un momento pensó que quizás no era tan malo que su papá se casara con Miriam. Ésta, por su parte, vio renacer un rayo de esperanza en su futuro junto a Luis Granados y su hija.
Sólo llevaba en la casa diez minutos cuando sonó insistente el timbre de la puerta. Pensando que eran Natalia y Luis se apresuró a ir a abrir.
Betty: ¡Ya voy!
Pero lo que se encontró fue algo muy diferente. Una cesta enorme llena de rosas de diferentes tonalidades y a un joven rubio y de ojos azules que la miraba interrogante. Al ver el arreglo floral no pudo evitar la exclamación de admiración:
Betty: ¡Oh! ¡Qué belleza!
Mensajero: ¿Beatriz Pinzón Solano?
Betty: Sí, soy yo…
Mensajero: -Alargando el brazo para tenderle la cesta- Esto es para usted… ¿Quiere firmar aquí por favor?
Betty firmó apresuradamente, le dio una propina al mensajero y entró en la casa con la cesta en una mano y la nota en la otra. La leyó con nerviosismo. Decía así:
Con todo mi amor. Armando”
No pudo evitar la sonrisa de oreja a oreja y su mirada se tornó soñadora, pero enseguida la sobresaltó el sonido del teléfono. Cuando vio que era Armando quien la llamaba se puso nerviosa pero a pesar de eso sonrió.
Betty: ¿Aló?
Armando: Hola, mi amor.
Betty: Hola, doctor… Acabo de recibir las flores… No tenía que haberse molestado…
Armando: No es ninguna molestia, Beatriz… ¿Le gustaron?
Betty: Sí… mucho… son muy lindas…
Betty habló de un modo tan dulce que Armando Mendoza deseó con todas sus fuerzas poder estar en ese instante a su lado para abrazarla y besarla. Sabía que ella no le rechazaría en ese instante. Pero tuvo que limitarse a hablarle a través del celular.
Armando: Me alegro mucho… Ya que no puedo ir de momento quería que le llegara algo que le hiciera pensar en mí…
”Como si necesitara algo para pensar en usted, doctor” fue su primer pensamiento, pero en voz alta dijo:
Betty: No… no era necesario…
Armando: ¿Por qué no era necesario Beatriz? ¿Por qué ya piensas en mí sin necesidad de que te mande nada o porque no lo vas a hacer de todos modos…? –El tuteo le salió espontáneo.
Betty: -Utilizando un tono humorístico intentó evadir la respuesta- Doctor, usted hace una preguntas muy extrañas… Vea, mejor me cuenta cómo ha seguido.
Armando: Mejor, Betty. Estoy mucho mejor. Pero el médico me ha prohibido viajar de momento… A pesar de que le he dicho que no es un viaje de trabajo ni de turismo, sino que voy en busca de un lugar donde poder descansar y recuperarme… Pero, ¿sabe qué? Creo que no le voy a hacer caso y voy a viajar a Palm Beach de todos modos…
Betty: ¡Ni se le ocurra, doctor! Tiene que recuperarse un poco más antes de viajar…
Armando sonrió porque sabía que ella le diría algo así. De todos modos su voz sonó quejosa cuando le dijo:
Armando: ¡Ay, Betty! Yo creo que no me voy a poner bien hasta que la tenga a mi lado…
Al ver que ella no le contestaba, continuó hablando.
Armando: Vea, Betty, quería pedirle un favor. Quisiera alquilar un apartamento o una casita cerca de donde usted vive… ¿Podría ayudarme a encontrar algo?
Betty: -Con el corazón latiéndole a mil por hora.- Ya preguntaré…
Armando: Está bien, Betty… Más tarde la llamo que están tocando a la puerta. Debe ser de la farmacia que me traen las medicinas que me recetó el médico… Hasta luego, mi amor…
Betty: Adiós, doctor…
Miriam, Luis y el propio Tony pusieron todo su empeño en convencer a Natalia para que accediera al matrimonio de los dos primeros. Contaron además con la inestimable ayuda de Betty. Ante tanta insistencia y sin saber ya qué argumentos dar en contra, la niña finalmente aceptó, no sin ciertas reservas, que su papá se casara con la maestra. A partir de ese momento se iniciaron los preparativos de la boda.
Cuando llegó el momento de programar la luna de miel, Betty se ofreció a quedarse con Natalia para que Luis pudiera irse una semana de viaje. Tony se quedaría en casa de unos primos.
Por su parte Armando, le seguía enviando a Betty varios e-mails cada día. Esta vez ninguno de ellos era de trabajo porque él seguía de reposo en su casa y era don Roberto el que estaba al frente de la empresa. Además cada noche la llamaba por teléfono y hablaban durante un buen rato.
Faltaban sólo tres días para la boda de Miriam y Luis. Iban a celebrar una ceremonia muy íntima sólo con los más allegados. Los novios, sus hijos, Betty y la familia más próxima de Miriam. Los nervios de todos estaban a flor de piel. Natalia se había refugiado en el apartamento de Betty huyendo del ambiente de su casa. Estaban las dos sentadas en el sofá con el cachorro entre ellas dos y conversando cuando sonó el teléfono. Antes de responder, y sin necesidad de mirar la pantalla, Betty ya sabía quién la llamaba.
Betty: ¿Aló?
Armando: Hola, mi amor.
La voz de Armando sonaba más alegre y optimista que otras veces.
Betty: ¿Cómo le va, doctor? ¿Se siente mejor?
Armando: -Con un tono de voz tan entusiasmado que sorprendió a Betty- Sí, Beatriz… Figúrese que el médico me ha permitido viajar… Mañana a mediodía llegaré al aeropuerto de Miami…
El corazón de Betty empezó a latir con tanta fuerza que no pudo contestar. Tras unos segundos de silencio, Armando le dijo:
Armando: Beatriz, ¿está ahí? ¿Me escuchó?
Betty: Sí, doctor… le escuché… Me… me alegro que esté mejor…
Armando: ¿Y no se alegra de que muy pronto vayamos a vernos de nuevo?
La muchacha se volvió a quedar en silencio unos segundos, pero finalmente dijo en un susurro:
Betty: Sí… claro que sí… Vea, doctor, tengo que cortar porque está acá la hija de Luis…
Armando: Está bien, Betty. Nos vemos mañana… Soñaré con ese reencuentro toda la noche… Te amo…
Betty se estremeció y cerró los ojos mientras suspiraba. ¡Al día siguiente lo volvería a ver! Intentando controlar sus emociones, le dijo:
Betty: Hasta… hasta mañana, doctor…
Cuando colgó el teléfono Betty estaba pálida. La niña, al darse cuenta le preguntó:
Natalia: ¿Era el doctor Mendoza?
Betty: -Como en trance- Sí… era él… Mañana estará acá en Palm Beach…
Natalia: ¡Vaya! Por fin le voy a conocer. –Mirando a Betty con una sonrisa- Ese doctor me cae muy bien… …
Betty: -Casi sin enterarse de lo que estaban hablando- ¿Ah, sí?
Natalia: Pues sí… y me alegro que esté acá con nosotras estos días que mi papá va a estar de viaje -Sonriéndole a Betty con picardía- Te has puesto muy nerviosa… ¿Es que no quieres verle?
Betty: Sí… quiero verle… pero al mismo tiempo me da miedo…
Natalia: ¿Por qué tienes miedo?
Betty: Porque… porque… -Betty se tapó la cara con las manos- No lo sé… Creo que tengo miedo de volver a creer en él…
Natalia: A mí me parece que está “coladito” por ti…
Betty: No estoy segura, Natalia… no estoy segura…Creado por:Cata
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Las cartas sobre la mesa
FanfictionNO ES MÍA LA HISTORIA!!! :) Betty encuentra la carta siniestra de Mario Calderón. ¿Qué hará Betty? ¿Betty se irá? ¿Le dirá a Armando que ella lo sabe todo? Esto y muchas cosas más lo averiguaremos Historia creada por: Cata:)