Capítulo 21 "Recuerdo corpóreo"

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La oscuridad se los había tragado posterior a la última visión del pasado. Presidente Miau seguía en el regazo de Sunna intentando llamar su atención para hacerla sentir mejor mientras Alec la abrazaba y meditaba cómo podía hacer para sacar a su hija de allí.

Sabía que Sunna estaba pensando que ella era la culpable de todo, que su existencia había causado esto, pero no tenía como ayudarla si seguían allí y ella no quería escucharle.

Un ruido rompió el silencio, el sonido del repicar de unos tacones en el suelo. Alec se giró en la dirección de la que provenía y aún con la oscuridad apreció que podía observar perfectamente a la mujer que se acercaba a ellos, de hecho podía reconocerla. Era la mujer, la madre del niño sacrificado. Sin meditarlo Alec se puso de pie protegiendo con su cuerpo a Sunna con Presidente Miau.

— No tienes por qué temer, nefilim— declaró ella— no vengo a hacerte daño.

— ¿Quién eres?— preguntó Alec.

— Mi nombre es Agatha y ya sabes quién soy— respondió ella con la misma serenidad que mostraba su rostro— y vengo a ayudarte a ti y a ella.

— ¿Cómo?— Alec no confiaba en nada que la mujer dijera, en nada que proviniese de ese lugar.

— Tu hija tiene ahora un enfrentamiento importante— anunció Agatha— no sé contra quién será, pero su salvación y la vuestra depende de ella.

— ¿De qué hablas?— insistió Alec alterado.

Un ruido interrumpió la respuesta de Agatha. Una especie de división de cristal, un muro, se formó entre Alec y Sunna haciendo al cazador de sombras caer de rodillas a unos tres metros de su hija. Presidente Miau también se había quedado del lado de Alec y Sunna estaba sola. Desesperado Alec golpeó varias veces el muro pero nada pasó.

— ¿Qué está sucediendo?— preguntó a Agatha.

— Observa— fue la respuesta de ella.

Otros pasos se escucharon en el lugar, la imagen visible de Seere apareció delante de ellos. Sunna seguía arrodillada en el suelo inexistente por lo oscuro, mirando a la nada. Alec temió lo peor, sabía que nada podría salvarlos ahora. Estaban condenados.

— Es hora, pequeño ángel— dijo Seere mirando a Sunna que parecía recién reparar en su presencia— A tres preguntas tienes derecho y tres preguntas responderás. Con la última respuesta una batalla vendrá. El vencedor será quien obtenga su salida de este lugar.

Alec pareció comprender lo que el príncipe del infierno decía, se giró desesperado en dirección a Agatha, quien solo observaba la escena con detenimiento. Presidente Miau se había acercado a sus pies y Alec podía sentirlo temblar. Él también temblaba, esto no podía estar pasando.

— Es hora de empezar— dijo finalmente Sunna. Alec la vio permanecer sentada sin mirar al demonio ni a nadie en particular y se veía tan frágil y pequeña que temía que en cualquier momento colapsaría— ¿Hay algún requisito en mí para que ustedes me usen en el ritual?

— Sí, que todavía tengas lazos terrenales y que sean cortados por nosotros— fue la respuesta recibida.

— ¿Si muero se salva el mundo de vuestro daño permanentemente?— continuó la niña.

— No, lo intentaremos de nuevo en tu próxima reencarnación— se sinceró el demonio.

— ¿Hay alguna forma en que nos dejes salir de aquí?— hizo su última pregunta, un plan trazándose en su mente ante cada respuesta.

— No— aseguró el demonio y Alec sintió un escalofrío recorrer su cuerpo— Mi turno. ¿Sabes de todo lo que eres capaz?

— Sí— fue la lacónica respuesta.

Luz angelicalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora