Capítulo 22 "Aviso al Infierno"

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Asmodeus lo sabía, sabía que si quería podía dejar Edom en cualquier momento gracias a la runa en su antebrazo e ir a matar a la pequeña mocosa que se había atrevido a burlarse de él, pero no lo hacía.

Normalmente hace mucho que hubiese ido a la dimensión terrenal en busca de su hijo y la que ahora debería de considerar su nieta, sin embargo se encontraba en su trono sonriendo mientras recordaba su reacción estrepitosa al darse cuenta que una niña de 11 años había logrado engañar al Primer Príncipe del Infierno.

El acto en sí mismo merecía méritos, no era algo fácil jugársela a él. Aunque admitía que desde que Beelzebu había decidido retomar sus amenazas de recuperar el territorio perdido en Edom hacía milenios atrás su mente no había vuelto a su sitio y cometía errores constantemente.

El no atacar a la niña no era un error. Esa pequeña inteligente era la herramienta necesaria para que su hermano le atacase con la ayuda de Seere, pero a la vez era la única con la capacidad de contenerlo para siempre. Aunque no era solo eso, le tenía en suma curiosidad el motivo por el qué tenía el presentimiento de que esa niña no hacía nada de forma descuidada.

Cada paso que daba, cada decisión que tomaba tenía un objetivo mayor, algo que ella había previsto. Estaba seguro que ella todavía desconocía la magnitud de su poder y eso era un problema, no estaba lista.

Un estruendoso poder lo sacó de sus cavilaciones, la sensación de desastre esparciéndose por el castillo como gas en una habitación cerrada y por un instante Asmodeus deseó tener un Dios al cual rezarle para que sus sospechas no fueran ciertas.

Se apareció en la habitación sellada y vio como un brillo rojo procedente de su fragmento correspondiente del Diamante del Infierno inundaba el lugar casi cegándolo. Sabía que eso significaba que el Libro Rojo había sido usado, peor aún, que alguien había logrado salir de dentro y no necesitaba acercarse al pedazo de diamante para saber que la perpetradora del acto era la niña de rubios cabellos.

Se llevó las manos a la cabeza y las pasó por su cabello acomodándolo, un gesto que hacía cuando la desesperación empezaba a apoderarse de él. Contrario a la creencia mundana, los demonios mayores con título y ángeles caídos eran perfectamente capaces de sentir. Solo las bestias infernales eran carentes de emociones o sentimientos. Por eso en ese instante una ansiedad inmensa intentaba tomar control de su existencia, siendo sabedor que no solo su fragmento había anunciado el escape de dentro del libro, sino también los fragmentos de Seere y Beelzebu.

— Empieza el conteo final.

Y con ese susurro Asmodeus dio la orden a sus demonios aliados de aparecerse en su castillo, era hora de tomar decisiones y pensar con la mente fría qué acciones eran las mejores. Tomar la tierra y arrasar con toda vida en esta no era un objetivo en esta ocasión, salvar su reinado en Edom y mantener su posición era lo único importante.

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Cuando hicieron entrada en casa de Catarina ya ella los esperaba junto con Tessa y Jem, estaban al borde de una crisis de pánico desde que veían las horas pasar y nada que sabían de ellos. Por eso al ver a Alec y a Sunna no fue de extrañar que corrieran hacia ellos a abrazarlos, Jem siendo el más recatado en el proceso.

Tomaron asiento en los sofás nuevamente y Tessa hizo aparecer bebidas calientes para todos, menos para Rafael quien recibió una copa negra con sangre dentro. Gesto que agradeció en silencio.

— Por favor, cuéntenos qué pasó— pidió desesperada Catarina que no podía más con la angustia de lo que sucedía.

Alec se dejó abrazar por Magnus mientras ambos rodeaban a Sunna y empezó a contar todo lo que vieron en el libro, al menos desde su punto de vista. Sabía que Sunna probablemente hubiese visto más que él, pero la niña solo seguía mirándose las manos fijamente sosteniendo la taza de leche con café caliente sin decir palabra.

Luz angelicalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora