¿Alguna vez te has sentido perdido? No estar perdido, sino sentirse así. Sentir que mires donde mires todo te parece extrañamente familiar, pero no reconoces absolutamente nada. ¿Has sentido, aunque sea una mínima vez, ese sentimiento? Entonces podrás entender la vorágine que se sucedía tras mis ojos, que mostraban una paz inexistente. Podrás comprender la fragilidad mental que me invadía en esos momentos; mi confusión en todos los días que siguieron; la maraña en que se convirtieron mis sentimientos... Por lo menos podrás intentarlo.
Abrí los ojos luego de lo que parecieron años de sueño. Mi mente y mi cuerpo se sentían extrañamente relajados, de una manera desconocida para mí; estaba desorientada por el exceso de sueño y no terminaba de comprender del todo lo que había sucedido. Poco a poco, los recuerdos de la última noche, por lo menos la última que había permanecido consciente, regresaron a mi cabeza; todos aquellos sentimientos se agolparon en mi pecho. El miedo, el valor, el orgullo, la desesperación, la tranquilidad, el dolor. El dolor, aquel insoportable dolor. Quise tocarme la herida que cruzaba mi espalda desde el hombro hasta la cintura, aquella de la que era consciente de una manera molesta pero no dolorosa, pero una mano retuvo mi propio brazo, inmovilizándolo contra la suave superficie de la cama.
- Yo en tu lugar no tocaría.- La dulce voz de Quinn fue suficiente para terminar de orientarme.
- ¿Qué sucedió?
Un relámpago de frustración recorrió el rostro de mi amigo por menos de una milésima de segundo. Respiró hondo.
- Tuvieron que ponerte puntos en la herida, era demasiado larga y profunda. Tú no dejabas de llorar...
Quinn se detuvo, su mente viajando hacia aquel momento desesperado, sus ojos tornándose apagados. Me senté con molestia y tomé su mano. Le sonreí. Me era extraño sonreír luego de todo lo que me había sucedido, de todo lo que nos había sucedido, pero Quinn necesitaba mi sonrisa, así como yo necesitaba la suya.
- ¿Cuánto tiempo dormí?
- Tres años.- Las comisuras de sus labios temblaron en un pequeño intento de reprimir la risa al ver mi expresión de espanto.- No, tonta, sólo fueron unos días. Bastante quizás, pero necesario.
- ¿Tú cómo estás?- Le pregunté, recordando todos los golpes que había sufrido, el como los había curado antes de perder el control.
- Golpeado, un poco adolorido, pero vivo gracias a ti.
El hecho de que Quinn fuera consciente de que había salvado nuestras vidas me llenó de orgullo. Entonces su mirada se tornó oscura y apesadumbrada, reflejando el cansancio de días sin dormir y la preocupación extrema a la que había sido sometido. Su postura era rígida, sobre sus hombros se descargaba la tensión de años de huir y esconderse; en sus facciones, tras la burla y la risa se ocultaban los verdaderos signos del sufrimiento. Nunca había notado lo agotado que se hallaba Quinn luego de 13 años de soledad. Es extraño lo que la falta de amor y compañía pueden pesar en una persona; es extraño lo que la llegada de éstos puede mellar en ti. Lo abracé sin dudar. Luego de meses de conocernos nunca nos habíamos tocado más que tomarnos de las manos, o dormir juntos; ambos teníamos tanto miedo a la compañía. Yo lo había asumido, pero él no lo notaba y eso hacía más difícil su carga. Fue por eso que lo abracé, lo necesitaba. Ambos lo necesitábamos.
Quinn me devolvió el abrazo con extremo cuidado por mi herida, pero pude sentir el inmediato efecto que causó en él.
- ¿Puedo preguntarte algo?- Susurró en mi oído, sin aflojar su agarre sobre mí.
Asentí levemente con la cabeza, sumergida en la calidez del contacto, la sensación de compañía, la cercanía de otro corazón palpitante al mío. Su mano, delicada como la brisa, trazó una línea sobre la piel de mi espalda ajena a la reciente herida. Sus dedos dibujaron el contorno de un fantasma de mi pasado con el simple tacto de una cicatriz que había ido más allá de mi cuerpo, que había marcado mi alma. No hicieron falta palabras para que comprendiera el rumbo de sus inquietudes, y un escalofrío por mi parte se lo dio a entender a Quinn. Nos separamos lentamente, reflejada en sus ojos la expectativa y en los míos el dolor de un recuerdo imposible de borrar.
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Sobrevivir de tu mano
General Fiction"¿Luego de siete años, no había olvidado lo que era sentir? Quinn había cambiado mi vida por segunda vez, la había transformado en algo que quizás valía la pena soportar." Cuando pasas tu vida en las calles, ¿Cómo haces para sobrevivir? Leila ha est...