Capítulo 23

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Estaba en una cama dura y fría, pero eso no era lo que me molestaba. Yo no veía a mis hermanos por ninguna parte, y tampoco a Quinn. Oh Dios, ¿Y si algo les había pasado? ¿Y si en realidad no estaba a salvo, sino en cautiverio? Y para agregar más dolor a mi ser, sentía que estaba muriendo. De a ratos todo se volvía borroso, y cuando no, todo daba vueltas. El sudor bañaba mi cuerpo; estaba ardiendo, pero extrañamente tenía frío al mismo tiempo. Había elegido el peor momento para enfermarme. Y sin embargo, esto no era algo reciente, venía pasando hacía mucho, solo que ahora estaba empeorando. Lo que me sucedía era la causa de que casi nos atraparan (si es que estábamos a salvo); también era el motivo de mi poco práctico y deficiente comportamiento en las últimas semanas. Porque tenía que ser eso, ¿No? Estaba incubando cualquiera que fuera el virus que se había instalado en mi cuerpo. Las punzadas arremetieron en mi abdomen sin piedad y no pude evitar gemir de dolor.

- ¿Leila?- Traté de contestarle a Quinn, que entraba a la habitación en la que me encontraba, pero solo salió un ruido lastimero de mi garganta.- ¿Cómo te encuentras?

El que se moviera con tanta tranquilidad, pasando por alto la preocupación que estaba explícita en su rostro, me dio alivio a mí; si él estaba tan pacífico, solo significaba una cosa: definitivamente estábamos a salvo. Al menos por el momento.

- ¿Por qué no me dejaste?

- Jamás te hubiera dejado, aunque hubiera tenido que arrastrarte (que es más o menos lo que hice). Además, ¿Tú me hubieras dejado?- Intenté esbozar una sonrisa, pero sentí una nueva puntada.- ¿Estás bien?

Vino hacia mí, se sentó a mi lado en la cama y apoyó una mano sobre mi frente; la sentí tan helada que no pude evitar un escalofrío. Él también lo sintió, ya que me atrajo hacia su cálido cuerpo en un abrazo.

- Eso creo.

No tenía ningún sentido decirle que ni siquiera con su calor corporal logró alejar el frío de mí, mucho menos aliviar el intenso dolor que me invadía; Quinn no podía hacer nada más para ayudarme, así que no le veía el caso a preocuparlo más de la cuenta. Después de todo, ya me curaría como siempre lo había hecho.

Nos quedamos un rato en silencio, abrazados mientras yo temblaba sin poder detenerme. Sin embargo, y a pesar de los insoportables latidos que presionaban mi cabeza, no estaba tan infeliz como debía estarlo. Tenía a Quinn conmigo; él me estaba cuidando, sabía que entre sus brazos estaba a salvo y extraña y placenteramente feliz.

- Nos quedaremos aquí, ¿Verdad?

- Sí. Por lo menos hasta que te recuperes.- Pasó una mano por mi cabello delicadamente.- Hoy realmente me asustaste, creí que Brodock te había hecho algo.

Aquel nombre me provocó una sensación horrible, e instintivamente supe a quién se refería aunque nunca lo hubiera escuchado pronunciar.

- ¿Cómo es que sabes su nombre?

- Rachel me lo dijo, hablé con ella mientras estabas inconsciente. El maldito se da a conocer públicamente como el líder de la Guardia Infantil.

- Así que ahora podré dejar de llamarlo el monstruo de cabello rojo…

- ¿Lo llamabas así?- La risa estaba implícita en su tono.

- Trató de matarme al menos tres veces, ¿De acuerdo? Creo que tiene bien ganado ese apodo.

Quinn se puso serio nuevamente al recordarle que aquel hombre había intentado matarme ese mismo día, y antes también.

- Leila…- Lo miré tan curiosa como podía estarlo con el dolor, ya que había sonado preocupado y cauteloso.- ¿Qué pasó con Bastian?

Los recuerdos se agolparon en mi mente repentinamente ante la mención de aquel nombre. No había pensado en él desde que había caído en la cuenta de que probablemente muriera a manos del Recogedor; ese era un buen argumento para dejar de pensar en alguien. Sin embargo, ahora no había nada que me impidiera pensar en él, en cómo me había agredido, en cómo me había abandonado sólo porque lo había rechazado. La sangre me hervía en las venas, me sentía traicionada y con razón; quería gritar, levantarme y golpear algo, y al mismo tiempo esconderme debajo de las mantas y no pronunciar una palabra.

- Él podría haberme ayudado, pero se fue.

Mi comentario no fue más que un murmullo débil y tembloroso. Tenía miedo de contarle a Quinn lo que había sucedido, tenía miedo de cómo podría reaccionar ya que él se había opuesto a que Bastian nos acompañara desde un principio.

- ¿No vio que te habían atrapado?- Tenía dudas, y estaba acertado.

- No, él sí me vio.

- ¿Entonces qué pasó? Cuéntame todo, Leila.- Me miró fijamente a los ojos, pero no pude sostenerle la mirada. Estaba tan decepcionada conmigo misma; no quería decepcionarlo a él también.- Por favor.

Respiré hondo, no podía resistirme a su amabilidad ni a mi deseo de ser comprendida; y sabía que el único que posiblemente me comprendería era Quinn.

- Bastian me besó.- Vi claramente como la mandíbula de mi amigo se tensaba.- Y cuando yo lo aparté se enfureció y comenzó a decirme… cosas. Luego llegaste tú para decirnos que los Recogedores estaban en el Centro; corrimos y de repente Brodock se lanzó sobre mí. Ni siquiera había terminado de entender que sucedía y él ya me estaba estrangulando. Le pedí a Bastian que me ayudara… todo lo que hizo fue mirarme con ese odio tan grande; y huyó sin mirar hacia mí ni una sola vez. Honestamente, iba a morir y ni siquiera se inmutó. 

La furia que había en mí era gigante, y con cada palabra había crecido más; estaba tan enojada que ni siquiera noté ni me importó la reacción de Quinn. Y es que él tampoco estaba reaccionando, sólo se había quedado en silencio, con la mirada perdido en el vacío y el rostro lívido. 

Sobrepasada por la ira, me levanté bruscamente y fui rápidamente hacia la puerta a la que no dudé en patear con toda la fuerza que me fue posible. Aunque eso no hizo más que empeorar las cosas: el movimiento me provocó un terrible mareo que me hizo tambalear, y náuseas. Por otra parte, mi repentina palidez y mi aparente inestabilidad lograron regresar a Quinn a la realidad. Me tomó con delicadeza y me regresó a la cama, donde me quedé sin que tuviera que insistir.

- ¿Sabes? Creo que lo mejor sería si dejas de patear cosas por el momento.

Sabía que lo había dicho con intención de que me riera o al menos me distrajera un poco, pero estaba demasiado furiosa, demasiado preocupada, demasiado adolorida.

- ¿No vas a decirme nada? ¿Simplemente lo dejarás pasar?

- ¿Qué quieres que te diga?- Suspiró pesadamente, y por primera vez noté las oscuras ojeras que bordeaban sus ojos, más allá del hematoma que comenzaba a clarear.- De nada servirá decir “te lo dije”, y de todas formas tampoco tiene sentido ya que Bastian no fue el culpable de que los Recogedores nos encontraran, que era lo que yo temía. Él simplemente fue un… Bueno, realmente no creo que exista un palabra lo suficientemente insultante que pueda describirlo. Yo jamás te hubiera abandonado, no importa lo que hubiese pasado.

Lo miré, observé la pasión con la que hablaba, y no pude evitar que una verdadera y sencilla sonrisa, aunque ínfima, apareciera en mi rostro. Le tomé la mano y le di un suave apretón, aunque no creía que fuera capaz de aplicar más fuerza en aquel momento.

- Ya lo sé.

Y claro que lo sabía, porque esa era una de las razones que lo diferenciaban de Bastian; era una de las razones por las que había rechazado al muchacho que había dicho que me amaba y había escogido al que probablemente perdería dentro de poco; y era una de las razones por las que amaba tanto a Quinn.

Sobrevivir de tu manoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora