Capítulo 32

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El siguiente momento se hizo interminable, ambos sumidos en el más absoluto silencio, ambos completamente sorprendidos y asombrados por mis palabras. ¿Realmente había dicho eso? ¿Realmente le había dicho a Quinn, o al menos le había insinuado lo que sentía por él? Rehuí su mirada clavando la mía en el piso, rogando que aquello terminara o que solo fuera un sueño del cual estuviera a punto de despertar. Sin embargo eso no pasaba, y el silencio sepulcral seguía prolongándose. ¿Qué pasaría ahora? Incluso mis lágrimas había dejado de caer, todo mi cuerpo estaba paralizado, a la espera de algún tipo de reacción.

Entonces Quinn se acercó a mí inesperadamente, tomando con ambas manos mi cara y obligándome a sostenerle la mirada. El remolino descontrolado de emociones que vi en sus ojos me desorientó, pero yo solo podía pensar en lo cerca que estaba de mí. Tan cerca que podía sentir su respiración sobre mi rostro, cálida y agitada; tan cerca que podía distinguir toda la gama de colores que se escondían en sus misteriosos ojos azules; tan cerca que el mínimo espacio que había entre nosotros parecía estar cargado de electricidad. Tan cerca que apenas tuvo que inclinarse para rozar mis labios con los suyos; y si antes el tiempo no se había detenido, en ese instante definitivamente lo hizo. A mi alrededor todo se había paralizado, los segundos flotando ingrávidos; todos mis sentidos estaban centrados en Quinn, en su beso tan deseado y esperado, en ese beso que había resignado hacía mucho tiempo. Y sin embargo, allí estaba sucediendo.

- No, espera.- Murmuré entre sus labios.

¿Qué estaba haciendo? ¿Lo estaba apartando nuevamente? ¿Por qué? Él estaba allí, para mí; él era todo mío, tal como lo había deseado. Él era todo lo que siempre había deseado.

- ¿Por qué?

Sí, ¿Por qué? ¿Qué era lo que me molestaba? Tal vez fuera aquella inseguridad que me perseguía día  y noche en todo lo que se relacionara con él, la misma que me había hecho escapar luego de nuestro primer beso, que me había hecho apartarlo durante el segundo. Tal vez fuera el instinto que había desarrollado en las calles, aquel que me instaba a alejarme de todo lo que pudiera hacerme daño. Tal vez fuera simplemente el miedo a resultar herida. Tal vez todo se resumiera al miedo, finalmente. ¿No habían estado absolutamente todas mis decisiones influenciadas por el miedo? Ya fuera miedo a perder a mis hermanos, a perder a Quinn, incluso a cambiar hasta el más mínimo aspecto de una vida que no consideraba justa pero que era lo que más se aproximaba a mis parámetros de seguridad. Definitivamente tenía miedo a cambiar; y con aquel beso, con mis palabras expulsadas en un momento en que mis emociones estaban a flor de piel, cambiarían muchas cosas.

- ¿Realmente estás seguro de esto?

Porque una parte de mí lo estaba a tal punto de que podría haber apostado cualquier cosa por nosotros; pero otra parte de mí estaba temblando como una hoja abatida por el viento, completamente insegura de lo que podría llegar a pasar.

Pero en los ojos de Quinn no había rastro de duda, y eso hizo que  mi corazón se acelerara tanto que sentía los latidos en mis oídos. Suavemente, me empujó hacia la pared, impidiéndome el movimiento; todo lo que había en mi campo de visión era su rostro, y estaba a gusto con ello.

- ¿Estar seguro? Leila, he esperado este momento desde la primera vez que te vi. ¿Recuerdas aquella noche en el Centro?- Asentí sin quitar mis ojos de los suyos. Por supuesto que lo recordaba.- Estabas asustada por una pesadilla y completamente congelada, pero había algo en ti que me llamó la atención, que me hizo sentir diferente. Entonces supe que te seguiría hasta el fin del mundo. Y por más estúpido que suene, realmente lo haría. ¿Sabes lo que fue para mí verte en esa cama, cubierta de sangre, luego de que Brodock te hiriera? ¿O cuando delirabas por la fiebre? ¿Sabes lo que fue soportar día tras día a ese traidor de Bastian, verlo coquetear contigo, la manera en que te miraba, como te besó? ¿Y esta noche? Creí que podría matar al siguiente que te pidiera bailar. ¿Y sabes por qué pienso y siento todas esas cosas? Porque te amo, así que simplemente cállate y bésame.

Y no tuve la oportunidad de hacerlo porque él ya había puesto su boca sobre la mía en el instante que había terminado de hablar. La felicidad que bullía dentro de mí en ese instante no podía siquiera comenzar a explicarla. Quinn acaba de decirme que me amaba. Había esperado tanto por ese momento, tanto que incluso me había resignado a nunca verlo llegar; y sin embargo estaba pasando, finalmente estaba sucediendo. 

- ¿Aquella vez que me apartaste?- Murmuré, haciendo que suspirara.

- No quería aprovecharme de ti, aunque tampoco esperaba que reaccionaras de esa forma.- Me acarició suavemente la cara sin apartar sus ojos de los míos, y se estaba acercando nuevamente cuando puso expresión confundida y se quedó inmóvil.- ¿Y qué pasó aquella vez que tú me apartaste a mí?

Me reí, no pude evitarlo. Éramos tan parecidos en ciertos aspectos.

- No quería aprovecharme de ti, tampoco.- Él rió conmigo y me dio un beso fugaz.- Quinn…

- ¿Qué?

- Te amo.- Y esta vez fui yo quién lo besó.

Y todo se resumió a solo nosotros y nadie más. Lo único que realmente importaba era la sensación de su pelo enredándose en mis dedos, de sus manos entrelazándose en mi cintura, acercándome más a él aunque ya no fuera posible, de sus labios sobre los míos, cálidos y suaves, de su aliento entremezclándose con el mío propio. Y todo se intensificaba en la oscuridad, porque no podía mantener mis ojos abiertos y tampoco quería hacerlo: quería que la magia del momento quedara intacta, que la realidad quedara relegada a un mundo completamente aparte. 

Y por un rato lo conseguí, solo fuimos Quinn y yo inmersos el uno en el otro, hasta que alguien abrió violentamente la puerta. Y nos apartamos igual de brusco, avergonzados y encandilados. Sin embargo cuando reconocí a quienes habían entrado, mi corazón se detuvo por completo y una clase de horror que nunca antes había sentido me invadió desde la cabeza hasta los pies.

- Miren lo que tenemos aquí. No sabía que la fiesta continuaba aquí arriba.

Aquella voz me dio escalofríos, al igual que ese rostro enmarcado por el cabello rojo. Brodock. Y no estaba solo, no; otros dos Recogedores lo acompañaban, y tenían a mis hermanos, atados y amordazados, con ellos. Estaba paralizada, sus caritas impresas de un miedo atroz. ¿Cómo había pasado aquello? ¿Cuándo? Otra persona llamó mi atención, otro rostro que conocía muy bien y que escondía una media sonrisa macabra detrás del líder de los Recogedores, cuya presencia me impactó de una manera que los demás no habían podido hacerlo: Bastian.

Sobrevivir de tu manoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora