Capítulo 33

28 3 0
                                    

Habían atado a mis hermanos, dándose la espalda unos a los otros, sentados en el medio de la habitación y con trapos cubriendo sus bocas. Alrededor de ellos estaban los tres Recogedores de aspecto diabólico que habían acompañado a Brodock y Bastian. Todavía me dolía la garganta de haberle gritado al señor Talante; él nos había delatado, él los había llamado en lugar de llamar a mis padres como le había pedido. Para aquella rata cobarde su estatus era mucho más importante que la vida y protección de cinco personas.

- Eres escurridiza, mi pequeña y brava amiga.

Si hubiera sabido cómo, lo hubiera escupido. Me daba asco la manera en que Brodock me hablaba, era repugnante; él era repugnante. Intenté morderlo cuando quiso tocarme la herida que tenía sobre el ojo, una que él mismo me había hecho cuando habíamos escapado con Quinn; él lo había logrado, pero yo nunca había podido seguirlo y no se había dado cuenta. Por lo menos uno de nosotros estaba a salvo.

- ¿Sabes? Podemos hacer un trato, tú y yo.- No hice más que mirarlo con todo el odio que me fue posible. ¿Qué clase de trato querría hacer semejante escoria?- Si me dices donde está tu principito, yo te dejaré ir con los ángeles que tienes como hermanitos.

Miré a Rachel, cuyas lágrimas caían raudamente por sus mejillas; a Eloy, quien no se quedaba quieto un segundo, intentando liberarse aunque supiera que no podría; y a Evan, cuyos ojitos estaban abiertos de par en par a causa del miedo. Pero ellos temían por mí, ya que la única cosa decente que había hecho el señor Talante era dejar bien claro que los niños eran inocentes y que nadie, absolutamente nadie los tocaría. Y sorprendentemente, los Recogedores lo habían aceptado;  para lo único que les servían era para extorsionarme a mí. Yo era la única amenazada allí desde que Quinn había logrado escapar, y por eso sabía que aquel trato que me había propuesto Brodock era mentira desde la primera palabra hasta la última.

- ¿Me crees tan ingenua? Luego de tanto tiempo no me dejarás ir, y no traicionaré a Quinn por nada.

- ¿Y por qué lo traicionarías? Todo el mundo tiene un precio, incluso tú. ¿Qué es lo que quieres? O mejor dicho, ¿Qué es lo que no quieres?

Y tomó a Evan, poniéndole un cuchillo en el cuello. Me paré, dispuesta a lanzarme sobre aquel monstruo sin un atisbo de conciencia, pero un Recogedor que me doblaba en tamaño me tomó fuertemente, impidiéndome cualquier tipo de movimiento.

- ¡No! ¡Déjalo!

- ¡Dijiste que no le harías nada a los niños!- El señor Talante fue silenciado violentamente durante su intento de ser justo, y Brodock lanzó una escalofriante carcajada.

- No me considero realmente un hombre de palabras, cariño.- Me murmuró al oído.- Así que es hora de que tomes una desición. ¿Tu principito o tu pequeño angelito?

Miré a Rachel, quién lloraba más fuerte que antes mientras intentaba consolar a Eloy, que ahora también lloraba, ambos preocupados por Evan, quién estaba paralizado por el miedo. ¿En qué clase de mundo un niño de tres años tenía que ver un cuchillo apoyado en su propia garganta? Mi hermana me miró suplicante, pero al mismo tiempo negaba con la cabeza; ella quería que salvara a Evan, pero no quería que entregara a Quinn. No sabía qué hacer, yo tampoco quería entregarlo, pero la vida de mi hermano corría peligro. Las lágrimas comenzaron a caer de mis ojos, previendo la decisión que iba a tomar.

- Si yo te digo donde está, nos dejarás en paz, ¿De acuerdo?

Brodock se rió al notar su inminente triunfo, y Rachel comenzó a agitarse, sus gritos amortiguándose por la mordaza que cubría su boca. Pero ¿Qué otra cosa podía hacer? No quedaba otra salida, no si quería que Evan siguiera respirando.

Sobrevivir de tu manoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora