Capítulo 17

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No podía creerlo, simplemente no podía; o tal vez si podía, pero no podía asimilarlo. Después de tantos años, allí estaba, igual que en el momento en que me fui. Claro, el tiempo había hecho mella en ella, pero aún seguía tan bonita como hacía siete años. Y estaba frente a mí, a tan solo unos pocos metros de distancia. Tenía ganas de correr hacia ella, y a la vez el gran impulso de huir hacia el otro lado; y sin embargo, no podía moverme y mucho menos dejar de mirarla. Cada parte de ella rebosaba cariño y nostalgia. En esa casa había pasado mi infancia, era el símbolo físico de aquello que había pertenecido a otro momento de mi vida; pero estaba vacía, no había nadie dentro.

Mientras caminaba hacia la puerta sentí una pequeña decepción, pero también sentí alivio: no tendría que tomar ninguna decisión aún.

Antes de que Rachel abriera la puerta eché un último vistazo a la fachada: el color crema de las paredes, los ventanales que daban a amplios balcones, las cortinas de colores, todo gritaba vida. Sin embargo cuando entramos, me di cuenta de que hacía días que nadie vivía en aquella casa; pero esto no detuvo ni a Eloy ni a Evan de correr hasta el enorme sillón de cuero blanco y desplomarse en él. No pude evitar una sonrisa al ver a mis hermanos tan felices, y tampoco pude evitar notar que hacía mucho que no me sentía feliz de esa manera. Desde que me había peleado con Quinn, éste apenas sí me miraba o me dirigía la palabra. Y si bien tenía a Bastian para distraerme, extrañaba a mi amigo.

En la semana y media que habíamos tardado en llegar a la casa Bastian y yo nos habíamos ido acercando, pero ninguno había mencionado el episodio del pseudo beso y él tampoco había intentado repetirlo, para mi alivio. Sin quererlo, mi mente se perdió en un recuerdo.

Estábamos en un Centro; la noche nos había encontrado agotados e irritables, necesitábamos descansar. Eloy y Evan ya se habían dormido, el más pequeño emitía pequeños ronquidos y se revolvía en sueños. Los más grandes (incluida Rachel, que se empecinaba en participar) decidíamos cual sería nuestra ruta al día siguiente; aún nos faltaba bastante camino que recorrer y debíamos hacerlo de la manera menos peligrosa. Quinn y Bastian discutían por nimiedades, como siempre hacían últimamente. Sin embargo, en lugar de enojarme por esto estaba completamente desconectada de la conversación; no me sentía muy bien, tenía la sensación de que miles de agujas se clavaban en toda mi espalda y en mi cabeza, y estaba muy dispersa. Repentinamente sentí como mi presión descendió bruscamente y unos puntitos negros aparecieron en mi visión junto con las náuseas.

- Leila, ¿Estás bien?

La vos de Quinn me sonó extrañamente lejana, cada vez me sentía peor. Me agarraba a la cama donde estaba sentada con tanta fuerza que los brazos me temblaban y tenía los ojos cerrados con la esperanza de que el mareo desapareciera. Sin embargo no lo hizo, y tuve que salir corriendo hacia el baño donde, finalmente, vomité.

Al rato alguien entró al baño, y cuando vi la figura de Bastian aparecer a través de la puerta abierta no pude hacer más que desilusionarme; era claro que mi subconsciente esperaba a Quinn. Pero él no había aparecido.

- Te ves horrible.- Lo fulminé con la mirada, o al menos eso intenté.

Era consciente de que estaba sentada en el suelo, hecha un ovillo y con la cara apoyada en la pared fría, la piel pálida y brillante a causa del sudor; pero esperaba un consuelo, palabras comprensivas, algo que definitivamente no fuera una crítica a mi aspecto.

Bastian me tomó del brazo y me obligó a levantarme, sin importarle el esfuerzo que requería eso para mí.

- Vamos, Krum. Vete a dormir.

Al día siguiente, Rachel me había dicho que la noche anterior Quinn se había levantado para ir detrás de mí, pero que cuando vio que Bastian también se levantaba, desistió y lo dejó ir a él en su lugar. Cuando le pregunté a mi hermana por qué había hecho eso, ella fue concisa:

- Porque está celoso.

Y esa había sido la segunda vez que escuché la misma impensable respuesta en menos de una semana y de dos personas distintas. Pero no pude contestarle porque Quinn se había acercado a nosotras.

- ¿Cómo te encuentras?

Había visto la preocupación en sus ojos y notado el tono amable entremezclado en su voz; parecía el Quinn de antes.

- Mejor, gracias.- Le había sonreído y él me había devuelto la sonrisa.

Y esa sonrisa en realidad me había hecho sentir mejor.

Ahora en la casa, en mi casa, aquellos sentimientos estaban sobrepasados por los nervios. No me importaba si Bastian no me trataba como lo hacía Quinn, o si este no me quería como me quería Bastian; solo era realmente conciente de todo lo que me rodeaba, de los objetos que conocía y aquellos que no. Comencé a pasearme por el salón luminoso, ignorando las quejas sobre el viaje en vano; claro, mis padres no estaban allí, habíamos viajado tanto para nada. Esto no me afectaba, aunque con una rápida mirada a Rachel pude notar que a ella sí. Reviví en mi mente la conversación que habíamos tenido tan solo dos noches antes, luego de que Evan echara a llorar porque extrañaba a su mamá.

- Es mi culpa.- Había soltado de golpe, con los ojos brillantes por las lágrimas.

- ¿Qué cosa?

- Todo. Nunca debí haberme ido ni llevar a los niños conmigo. Tenías razón, no pensé las cosas.

Y luego se había echado a llorar y yo la había abrazado; era la primera vez que nos comportábamos como verdaderas hermanas.

- Hiciste lo que creías correcto. Querías ayudar, eso fue más que cualquier cosa que yo haya hecho. Además, falta poco para llegar.

Rachel había levantado la vista, sus pestañas humedecidas y sus ojos enrojecidos, y me había mirado sorprendida por lo que había dicho.

- ¿Y si no funciona?

- Entonces buscaremos otra manera de solucionar las cosas.

Ante eso, mi hermana había echado a llorar nuevamente, sobrepasada por las emociones, y yo había enmudecido, sobrepasada por la magnitud de mis palabras. ¿De verdad había considerado quedarme con ella, los niños… y mis padres?

La gran pared cubierta de fotos me arrancó del pasado y me devolvió al presente. Por detrás, Bastian seguía quejándose, y ya cansada y preocupada por el estado de ánimo de Rachel lo hice callar bruscamente, sorprendiendo a todos. Por mi parte, seguí mirando las fotos colocadas en todo tipo de marcos y en todo tipo de tamaños; en aquellas secuencias estaban retratadas las vidas de mis hermanos, años que no había pasado con ellos. Era extraño y lindo a la vez verlos crecer foto por foto; las sonrisas brillantes en las que iban apareciendo los dientes, la naturalidad de las poses, la alegría. Estaba absorta en todo esto, cuando un rostro me llamó la atención. El mío. ¿Por qué había fotos mías, por qué había tantas? Creía que mis padres me habían dejado marchar plácidamente, que simplemente me olvidaron. Ellos no me buscaron.

- No me buscaron.- Murmuré, atónita.

Rachel, que se había acercado a ver las fotos, me miró detenidamente al igual que todos en la sala; mi rostro debía mostrar una expresión del más puro desconcierto.

- Sí lo hicieron. Poco, pero te buscaron.

Mi cerebro tardó en procesar esas palabras. Me habían buscado, les importaba… o tal vez lo habían hecho y luego habían notado que estaban mejor sin mí. La furia y el despecho comenzaron a crecer dentro mío; pero las fotos…

- ¿Por qué dejaron de hacerlo?

La respuesta llegó de una voz infantil y como un balde de agua fría que cayó sobre mí apagando la furia y cualquier emoción.

- Porque estabas muerta.

Sobrevivir de tu manoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora