Unos pasos apresurados que hicieron eco en el pasillo desierto hicieron que Bastian se apartara, dejándome respirar aliviada. Quinn apareció por la esquina y se quedó paralizado al vernos, con expresión confundida; sin embargo, un pensamiento más importante se antepuso en su mente, ya que me tomó de la mano y comenzó a arrastrarme sin explicación alguna. Pero lo único que yo pensaba era que no podía haber llegado en un peor momento: Bastian estaba tan furioso que su rostro se había puesto lívido y la misma vena azul resaltaba peligrosamente en su frente; su mano grande y fuerte, con varias cicatrices pálidas, se aferró a mi brazo libre, deteniendo bruscamente mi paso y en consecuencia a Quinn. Éste se volteó, la ira y el miedo titilando en su mirada azulada. Fue el miedo lo que en verdad llamó mi atención, mucho más que las respiraciones agitadas, que el fuerte e hiriente agarre que sentía sobre uno de mis brazos e incluso que el barullo desesperado, aunque algo lejano, que no había oído antes pero que crecía a cada segundo.
- ¿Qué sucede?
- Son los Recogedores.- Mi sangre se heló y sentí como mi corazón se detenía un interminable segundo.- Están aquí, Leila. Nos encontraron.
En ese momento realmente tuve ganas de caerme al suelo, quedarme allí sin moverme, completamente aturdida como lo estaba; y estuve a punto de hacerlo de no ser por Quinn que se apresuró a tomarme en sus brazos. Sabía, entendía que tenía que correr, salvar mi vida, y sin embargo había algo que me impedía dar siquiera un mísero paso.
- Quinn, los niños. Tengo que ir por los niños.
Debió oír la profunda desesperación en mi voz, ya que de repente me soltó e hizo que Bastian me tomara mientras se dirigía a él.
- Tú sácala de aquí.- Nunca pronunciaba su nombre, y en aquel momento era extrañamente tranquilizante; luego tomó mi rostro entre sus manos y me habló suavemente.- Yo iré por tus hermanos, pero tú tienes que escapar de ellos. Ve por allí y yo iré por el otro lado, vamos.
Asentí levemente y comencé a correr con Bastian hacia una de las escaleras de emergencia deteriorada mientras que Quinn corría en el sentido opuesto, decidido a salvar a mis hermanos de los Recogedores; no miré hacia atrás ya que solo lo vería alejarse, y aquello sería muy triste y desesperanzador.
Continué corriendo sin disminuir el paso ni perder de vista a Bastian, quién iba varios metros delante de mí, metiéndose entre la marea de niños que corrían desesperados y asustados tratando de mantenerse con vida. Fue entonces, mientras atravesábamos una intersección entre dos pasillos, que un cuerpo se lanzó sobre mí desde la derecha y me estrelló duramente contra las frías baldosas; alcancé a gritarle a Bastian antes de que mi atacante se sentara sobre mí, con sus rodillas sosteniendo mis brazos para que no pudiera defenderme y sus enormes manos rodeando mi garganta e impidiéndome respirar. A cada segundo que pasaba aquellos dedos se cerraban aún más, y mi vista se desenfocaba; el aire que llegaba a mis pulmones disminuía peligrosamente, sentía el mareo y como mi rostro se tornaba lentamente de rojo a azul.
Con un enorme esfuerzo que solo provocó que el Recogedor aplicara más peso sobre mi cuerpo, giré levemente la cabeza hacia donde aún se encontraba Bastian; no entendía por qué no me ayudaba, quizás lo tenían agarrado a él también. Y sin embargo, cuando finalmente logré enfocar la vista, lo único que vi fue su expresión de desprecio. Él solo me observaba, como si no fuera más que un insecto que caminaba por el pasillo; era completamente capaz de ayudarme, incluso salvarme, pero era evidente que no quería hacerlo o ni siquiera le interesaba. Simplemente estaba parado allí mientras yo moría asfixiada, y todo porque lo había rechazado.
- ¿Dónde está tu príncipe azul ahora?
Por un momento creí que Bastian había pronunciado aquellas palabras tan desprovistas de sentimientos, pero él corría hacia la salida dándome la espalda. Entonces, volteé la cabeza hacia el Recogedor que estaba por quebrar mi tráquea y lo reconocí vagamente a través de los puntos negros que veía: aquellos cabellos largos y rojos como el fuego eran imposibles de olvidar, al igual que esos ojos que eran como dos trozos de carbón congelado, fríos y muertos. Si antes había dudado, ahora estaba completamente segura. Iba a morir.
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Sobrevivir de tu mano
General Fiction"¿Luego de siete años, no había olvidado lo que era sentir? Quinn había cambiado mi vida por segunda vez, la había transformado en algo que quizás valía la pena soportar." Cuando pasas tu vida en las calles, ¿Cómo haces para sobrevivir? Leila ha est...