Capítulo 30

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Me senté frente al espejo, y no hice más que mirarme durante un rato. El baño de inmersión había sido espectacular, nunca había tomado uno y estaba decidida a hacerlo lo más habitualmente posible; me había relajado de una manera en la que no lo había hecho en años, y sentía que todo el frío que había pasado en mi vida había desaparecido por completo. 

Pero ahora no sabía qué hacer, simplemente estaba allí sentada. Mi pelo estaba completamente mojado y caía a los costados de mi rostro algo enmarañado; aquello solo hacía resaltar mis ojos aún más que de costumbre. Era impresionante el parecido que tenía con mis hermanos: el pelo, tan oscuro que parecía negro (excepto Evan, tan rubio que parecía un ángel), los ojos brillantemente azules, incluso la actitud, todos testarudos. Era impresionante que no hubiera notado nuestro parentesco la primera vez que los había visto, y que el único en darse cuenta hubiera sido Quinn.

- ¿Leila? – Miré a Rachel, la cual también lucía una bata y el pelo mojado.- ¿Quieres que te ayude a arreglarte?

- Sí, claro.

Mi hermana tomó un cepillo que estaba sobre el escritorio frente a mí, y comenzó a pasarlo lentamente y con paciencia. Así estuvimos un rato, hasta que todo el largo de mi cabello quedó completamente liso y peinado sobre mi espalda.

- Tienes un cabello hermoso.- Le sonreí al espejo y murmuré un gracias avergonzado.- Deberías dejártelo suelto, te queda mucho más lindo que la trenza que llevas siempre.

- Bueno, no es que el pelo suelto sea muy oportuno a la hora de correr, que digamos.

- Tienes razón, lo siento. Pero cuando estemos en casa podrás dejártelo suelto siempre. Y definitivamente lo usarás suelto hoy.

- No creo que discutir sirva de algo aquí.

- Qué bueno que entiendas.- Nos reímos, y luego nos quedamos en silencio; podía ver que algo rondaba en la cabeza de mi hermana, pero no se atrevía a decirlo. Finalmente suspiró, y se puso colorada.- ¿Alguna vez has besado a un chico?

Y fue mi turno de ruborizarme, mi mente volando instantáneamente hacia Quinn. ¿Debía contarle a Rachel? ¿Podía contarle a Rachel? Porque contarlo solo lo volvería más real aún, y en ese momento no era necesario. Sin embargo no tuve que preocuparme mucho más, ya que ella percibió mis sentimientos al instante.

- ¡Oh, Dios! Sí, tú te has besado con un chico. ¿Con quién? Espera, te besaste con Quinn, ¿Verdad?- El color de mi rostro pasó de rojo a escarlata.- ¡Sí! ¡Sí, sí, Maisha tenía razón!

¿Qué Maisha tenía razón? ¿Habían estado hablando de mí, de mi relación con Quinn?

- ¿Soy tan obvia?- No pude evitar aquella pregunta, y negar lo que decía mi hermana era en vano porque me había delatado a mí misma.

- Querida, ambos son demasiado obvios.- La miré confundida. ¿Ambos?- Vamos, ¿Me vas a decir que no has notado la forma en que Quinn te mira? Definitivamente hay amor en sus ojos. ¿Y cuándo se puso celoso por lo tuyo con Bastian?

- ¿Qué? ¿Lo mío con Bastian?

- ¿También me lo vas a negar? Ese chico estaba loco por ti, y tú no te apartabas de él ni un minuto. Igual sé que lo hacías para darle celos a Quinn, nunca sentiste lo mismo por Bastian que por él.

Bueno, aquella niña de doce años se estaba acercando demasiado a la realidad, y solo podía ser por dos cosas: o estaba demasiado enterada sobre relaciones y sentimientos (cosa que por su edad lo veía muy difícil), o yo era un libro abierto en cuanto a mis emociones, o por lo menos aquellas que tenían que ver con Quinn. Y la última opción era la que realmente me preocupaba.

- Esta será tu noche, me encargaré de que lo sea y de que Quinn no pueda quitarte los ojos de encima en toda la fiesta.

Y no había podido decir nada más cuando Rachel comenzó a ir y venir por la habitación, entrando y saliendo con diferentes cosas. Con mano de artista experta me maquilló, mostrando una paciencia enorme ante mi total ignorancia en el tema, y no me dejó mirarme nuevamente al espejo; según ella, no quería exponer su obra hasta que estuviera realmente finalizada.

No fue hasta que me mostró el vestido que usaría y los zapatos que me tendría que poner que dejé de pensar en nuestra conversación por completo. Yo no podía usar nada de eso: el vestido era de un color azul brillante, no tenía tirantes y dejaba la espalda totalmente descubierta; la primera capa se ceñía al cuerpo y la segunda que cubría a la anterior, era de tul traslúcido, creando una especie de falda volátil y etérea . Era hermoso, pero no me imaginaba dentro de él. Y los zapatos; Dios, esos zapatos debían tener diez centímetros de taco. ¿Cómo me las arreglaría para caminar con eso sin hacer el completo ridículo? ¿Y cómo haría para bailar, si ni siquiera sabía hacerlo?

Aquellas preocupaciones se debían haber notado en mi rostro ya que Rachel puso expresión de compasión y me obligó a pararme.

- No te preocupes. Te verás hermosa en ese vestido, lo elegí especialmente para ti de una montón de vestidos que me dio la señora Talante; me di cuenta que era mejor que no tuviera espalda para que tu pelo luzca mejor aún.

Me quedé en silencio unos segundos, una nueva preocupación rondando por mi mente. Hasta ese mismo momento nunca me había avergonzado por mi cuerpo, ni siquiera me había detenido a pensar en él; pero ese vestido me había recordado una parte de mí que odiaba con toda mi alma.

- Rachel.- Murmuré, sin poder levantar más la voz.- No puedo usarlo, se me verán las cicatrices.

Aquellas dos horrendas y completamente visibles cicatrices que surcaban mi espalda de manera irregular, y que representaban la clase de vida que llevaba y de la que me intentaba salvar. Y que de alguna manera también representaban la maldad que había apenas del otro lado de la puerta.

- No te preocupes, tu mismo pelo las tapará. Y si alguien las nota y te pregunta, simplemente les dices que te las hiciste en una caída de la bicicleta.

- Pero no sé andar en bicicleta.

- No importa, nadie tiene por qué saber eso.

Eso me calmó un poco, todavía podía tener mi propia y horrible vida guardada para mí misma. Y así pude regresar a los problemas más banales.

- ¿Y los zapatos?

Mi voz sonaba realmente aterrorizada. Si me pusieran adelante a un Recogedor podría hacerme cargo de la situación. ¿Una fiesta, algo que se acercara a un evento remotamente normal? Dios, por favor, no.

- No será tan terrible. Póntelos y camina; tienes una hora para acostumbrarte.

Y se fue, dejándome allí para que caminara con diez centímetros más. ¿En realidad estaba haciendo aquello? ¿En qué me había metido?

Sobrevivir de tu manoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora