Capítulo 6

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El despertar cada mañana, abrir los ojos y encontrarse a uno mismo, quizás iluminados por el sol, quizás por la luna, es un hecho que el mundo toma como algo natural. Sin embargo, hay personas que agradecen por poder despertar día tras día; por darse vuelta y encontrar a su esposa o esposo, por recorrer los pasillos de su casa y oír la risa de sus hijos, o simplemente por respirar. Agradecen por estar vivos, porque por alguna razón, quizás por una enfermedad, quizás por un órgano débil, quizás porque sí, su vida pende de un hilo que en cualquier momento puede cortarse. Yo soy una de esas personas. Cada día al abrir los ojos, agradezco a quien esté allí arriba por darme la oportunidad de seguir viviendo. Porque cuando llevas una vida como la mía, donde la muerte puede estar aguardando a la vuelta de una calle, realmente aprecias cada latido de tu corazón.

Mis párpados revolotearon sobre mis ojos cuando mi mente terminó de despabilarse. Estaba un poco embotada por el exceso de sueño, y la brillante luz del sol que se filtraba por la ventana y golpeaba mi rostro de lleno no ayudaba, precisamente. Todo estaba demasiado blanco. Extrañamente, me hallaba boca abajo sobre la cama, con la cara medio enterrada en la suave almohada. Pero cuando quise levantarme, un peso sobre mi cintura me lo impidió.

- No te muevas.- La voz de Quinn me indicó que aquel peso sobre mí era el de su cuerpo.

- ¿Qué haces?

- Estoy intentando quitar los puntos de tu herida, así que por favor haz el favor de no moverte, ya que te despertaste antes de tiempo.

Todo el tiempo que Quinn estuvo trabajando en mi espalda, traté de pensar en otra cosa, trasladarme a otro mundo lejos de las sensaciones que me invadían. Pero no podía, eran demasiado fuertes. 

Me había acostumbrado a la cercanía de nuestros cuerpos constantemente, pero el suave roce de las manos de Quinn sobre mi piel desnuda una y otra vez, hacía que mi corazón se desbocara de una manera desconocida para mí. A pesar de la repugnante sensación de los pequeños hilos deslizándose fuera de mi piel, el calor que me provocaba el tacto de esas manos me hacía olvidar cualquier otra cosa. Por mi mente desfilaban las ideas más descabelladas e imposibles, mi imaginación corría desbocada rumbo a como serían ciertas sensaciones: tal vez su cuerpo más cerca del mío, quizás sus labios sobre mi piel... Recordé aquello en lo que estaba pensando la otra vez, justo antes de que los Recogedores irrumpieran en el Centro. Recordé lo que sentí cuando vi a Quinn tendido en el suelo, herido, a merced de aquello que el monstruo de cabello rojo decidiera hacerle. Me embebí en aquellos sentimientos, en la intensidad de mis propias emociones, en las sensaciones que recorrían mi sistema nervioso partiendo desde la columna vertebral, allí donde mi piel se hallaba surcada por el dolor y la injusticia, la maldad y la desolación, allí donde el amor intentaba hacer efecto. Desde lo que parecían milenios que no me sentía tan viva. Un escalofrío de placer me hizo temblar levemente.

- ¿Tienes frío? – La cálida voz de Quinn me hizo regresar a la realidad, una realidad que no se alejaba tanto de mis ensoñaciones.- Ya retiré todos los puntos, puedes moverte.

No pude contestarle, no lograba encontrar mi propia voz. Estaba agobiada de sentimientos. El ritmo desbocado de mi corazón latía estruendosamente en mis oídos, y tenía una extraña sensación en mi estómago, agradable y desagradable a la vez. Estaba nerviosa, la proximidad de Quinn me había puesto nerviosa. ¿Desde cuándo me sucedía esto?

La presión sobre mi cintura desapareció y me di la vuelta sobre mí misma, preparada para ver el mundo exterior. Pero en su lugar, solo vi a Quinn; él solo se había erguido, liberando mi cuerpo de su peso, pero aún no se había levantado del todo. Su rostro se hallaba a escasa distancia del mío, una distancia que se acortaba excesivamente lento. Pero se acortaba. Ninguno dijo palabra alguna, el silencio solo dejaba entrever el ruido sordo de nuestras superficiales respiraciones. 

Sobrevivir de tu manoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora