Capítulo 34

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Cuando recuperé la consciencia, no abrí los ojos; era poco probable que durante el tiempo en que todo había sido negro alguien me hubiera llevado a algún lugar en el que estuviera a salvo. E hice bien, ya que podía escuchar los pasos incesantes de Bastian, que iban y venían por toda la habitación. Escucharlo me hizo recordar la razón por la que me había desmayado, y automáticamente llevé una mano a la herida. Sin embargo no encontré sangre seca y tampoco toqué piel; en su lugar sentí una especie de venda tapándome la abertura que había generado el pedazo de espejo. Alguien me había limpiado y me había vendado. ¿Bastian? ¿Era posible que luego de haberme apuñalado me hubiera intentado salvar? ¿Qué era lo que pretendía? ¿Me quería viva para poder seguir torturándome? Porque a esas alturas ya lo creía capaz de cualquier cosa.

- Vamos. Por favor, no te mueras. No te mueras.

Ya no sabía que pensar luego de escuchar aquellas palabras recitadas una y otra vez como un mantra. ¿Qué estaba pasando? Tuve que abrir los ojos, finalmente; necesitaba entender la situación que ya me comenzaba a sobrepasar.

Cuando se dio cuenta de que había despertado, se abalanzó sobre mí con expresión de profundo alivio; su movimiento brusco me asustó y retrocedí como si en él tuviera la peste. Después de todo, él me provocaba esa sensación. La adrenalina corría por mis venas de tal manera que sentía que podría levantarme y correr por horas a pesar de los golpes y heridas que cubrían mi cuerpo.

- Gracias a Dios.- Lo miré con asco, pero en el fondo estaba realmente confundida por el alivio que parecía tener Bastian.- Krum, lo siento tanto. Dios, lo siento tanto.

¿Aquella persona que estaba frente a mí era realmente Bastian? No podía ser. Esta persona lucía realmente preocupada y había un brillo humano en sus ojos. ¿Estaba verdaderamente asustado de que hubiera podido morir? ¿Por qué?

- Eres un traidor y un mentiroso. ¿Ahora te preocupas por mí? Porque aquella noche en el Centro me dejaste en manos de Brodock sin que se te moviera un pelo.

- Aquella noche me dieron una oportunidad de tener una vida mejor, y la tomé. Y no me arrepiento, porque a diferencia tuya, yo no tengo ningún hogar al que volver, ninguna familia que me espera. Están todos muertos.

Era la primera vez que oía algo referente a la familia de Bastian; él siempre había sido muy cuidadoso de no mencionar absolutamente nada sobre ellos. Realmente, ¿Qué estaba pasando?

- Pudiste haber elegido un camino mejor, uno que no implicara torturar niños indefensos. Pero eres un cobarde.

- No soy un cobarde por querer vivir, Krum.- Ahora el brillo humano había desaparecido, dejando en su lugar frialdad y vacío.

- Tienes razón, no eres un cobarde por querer vivir.- Puso cara de satisfacción, pero me apresuré a borrarle esa expresión.- Eres un cobarde porque eres cruel, y la crueldad es la fuerza de los cobardes. Por cierto, mi nombre es Leila, no Krum.

Y sin que se lo esperara, mientras la furia aparecía en sus ojos, le di el mejor golpe de mi vida en la mandíbula, dejándolo inconsciente. Aquella era mi oportunidad de escapar.

Salí disparada de la habitación, con la adrenalina aun corriendo por mis venas, y fui a buscar a mis hermanos. Sin embargo ellos ya no estaban en la habitación en la que los había dejado; aquel vacío en el centro del cuarto hizo que mi corazón se detuviera por el miedo. Quizás habían encontrado la manera de escapar y estaban a salvo. Unos ruidos en la planta baja me distrajeron de mis preocupaciones. Eran murmullos enfadados, estaban reprendiendo a alguien y con bastante violencia, por ahora solo verbal: Brodock había regresado con las manos vacías, no había encontrado a Quinn. El nudo de mi pecho se soltó un poco al darme cuenta de que él se había burlado de los Recogedores; pero eso significaba que por el momento yo sería su único objetivo cuando encontraran a Bastian inconsciente sobre un charco de sangre que no era suya. Tenía que salir de allí, y tenía que hacerlo con mis hermanos.

Corrí hacia un costado de las grandes escaleras, mis pies descalzos golpeando silenciosamente las baldosas pulidas; los zapatos habían quedado olvidados en el instante en que los Recogedores habían entrado en la casa. En algún lado tenía que haber una escalera secundaria, la señora Talante era demasiado importante como para compartir incluso la escalera con el servicio. Simplemente tenía que encontrarla, ya que Brodock había sido demasiado narcisista como para haber traído los suficientes hombres con él para controlar todas las entradas del edificio. Pero cuando pasé junto a una puerta que se encontraba entreabierta, alguien me agarró, haciéndome entrar al pequeño armario en qué consistía el cuarto; ni siquiera pude gritar, ya que mi secuestrador tenía una mano firmemente apretada sobre mi boca.

- Cálmate, soy yo.- Me susurró una voz al oído.

Me di vuelta cuando aflojó su agarre sobre mí, y lo abracé.

- Funcionó, Quinn; nuestro plan funcionó.

- ¿Nuestro? Fue tu idea, y si alguna vez me vuelves a hacer algo así, te mataré si es que nadie lo hace antes que yo.

Lo silencié con un beso. Antes de que tuviéramos la oportunidad de escapar, se me había ocurrido un plan: Quinn lograría huir, y a mí me interceptarían antes. Tenía la esperanza de que el señor Talante me defendiera, o que Brodock se sintiera demasiado importante, y le dejaría la tarea de deshacerme de mí a Bastian, como finalmente lo había hecho. Aunque antes, supuestamente, delataría a Quinn y les diría que se había ido a la estación de tren; pero él nunca había abandonado la casa, y nadie lo buscaría allí adentro.

Sin embargo, lo había obligado a seguir mi plan, llegado el momento no le había dado otra opción; y por poco todo se arruinó cuando Bastian me había apuñalado con el trozo de espejo, no era mi idea morir. Pero Quinn no tenía que enterarse, en ese momento estaba bien, y eso era lo que en verdad importaba.

- Parece que el vestido funcionó, después de todo.

Miré hacia dónde provenía la voz, y encontré a mis hermanos acurrucados en un rincón: Quinn los había sacado de aquella habitación.

- ¿Qué te sucedió? Estás toda golpeada y sucia, y tienes sangre en el vestido.

La precisa observación de Eloy me hizo mirarme a mí misma por primera vez, y en efecto encontré todo lo que él había descripto. Estaba hecha un desastre total, y el vestido estaba cortado allí donde el vidrio había traspasado tela y piel, aunque todavía cubría la venda que me había colocado Bastian, y con eso me bastó. Ante la mirada preocupada de Quinn y mis hermanos me apresuré a tranquilizarlos.

- Estoy bien, no se asusten. Solo fue una pequeña pelea, nada más.- Claro, una pequeña pelea en la que casi muero.- Ahora tenemos que salir de aquí.

Y eso hicimos. Avanzamos sigilosamente, rogando paso tras paso que los Recogedores que se encontraban en el piso de abajo no terminaran de discutir. Si alguno de ellos subía por las blancas escaleras de mármol nos vería fácilmente.

Estábamos a medio camino cuando la señora Talante apareció en el medio del pasillo. Pero ella hizo todo lo contrario a su marido, y poniéndose un dedo sobre la boca en indicación de que permaneciéramos en silencio nos guió hacia unas escaleras de rústica madera que conducían hacia una salida al exterior.

- Lamento mucho lo que les hizo mi marido, espero que algún día nos puedan perdonar.

El murmullo de aquella mujer estaba cargado de pena y vergüenza, y nunca la había visto tan seria como cuando nos abrió aquella puerta que representaba nuestra libertad. Yo simplemente asentí.

Y nos alejamos velozmente bajo un cielo que comenzaba a clarear con las primeras luces del amanecer, dejando atrás una inmensa casa y un grito de furia y frustración.

Sobrevivir de tu manoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora