Capítulo 24

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No veía el momento de que aquello terminara; el dolor, los mareos, las náuseas, todo. Era realmente insoportable. 

Habían pasado tres días desde la persecución en el Centro y mi recaída final. Aquel odio que había quemado en mi pecho, aquella furia y el deseo casi incontrolable de ir en busca de Bastian para vengarme de su traición habían sido opacados por el dolor constante y el malestar. Sin embargo no entendía como podía sentir tanta ira y tan repentinamente. ¿Era posible que odiara a mi amigo (o al menos a quien lo había sido) incluso más que a mi enemigo, quien había intentado matarme y lo seguiría intentando? Al parecer sí, porque eso era lo que sentía, y con una intensidad tan grande que me abrumaba.

Por otra parte, el dolor que me invadía también me abrumaba, al igual que mi amor por Quinn, el cual seguía creciendo, si eso era posible. Ya había perdido la cuenta de las veces que había tenido que correr hacia el baño porque las náuseas eran intolerables; y había perdido la cuenta de las veces que Quinn había sostenido mi pelo mientras vomitaba, que me había obligado a beber para que no me deshidratara y que me había preparado paños húmedos para intentar bajarme la fiebre que parecía invencible. Él no se había despegado de mí en esos tres días.

- Soy tu enfermera personal.- Me había dicho el día anterior.

Y sorprendentemente me había hecho reír, algo difícil últimamente; aunque el buen humor no me duraba mucho, por más que intentara retener hasta la más mínima chispa de alegría. Sin embargo, y por más que la situación lo justificara, no había llorado ni una sola vez desde que me había enfermado, ni una sola lágrima había escapado de mis ojos. No podía llorar, y tampoco quería. Lo que me había hecho Bastian logró hacerme entender que no era tan fuerte como creía, sino todo lo contrario; era débil y me dejaba llevar por el miedo a la soledad: la idea de que Quinn me dejara me había aterrorizado hasta tal punto que me había aferrado a la primera señal que había aparecido en mi camino. Y desafortunadamente, esa señal había sido Bastian, un chico tan solo y perdido como yo, decidido a seguir sin cambios probablemente por el miedo que yo también sentía; sin embargo, yo no había cambiado después de todo o no me había ajustado a los parámetros que él deseaba, y eso no le gustó en lo más mínimo. 

Así que había decidido ser tan fuerte y valiente como todos creían que era, porque la debilidad era mi debilidad y ya había tenido suficientes experiencias cercanas a la muerte. Y tampoco podía arriesgar a mis hermanos por mi estupidez, de ninguna manera.

La puerta del dormitorio en el que estaba prácticamente encerrada se abrió lentamente dejando ver el rostro claramente agotado, y aun así consolador, de Quinn.

- Buenos días. ¿Cómo te sientes hoy?

Le sonreí, y aunque sabía que esa aparente felicidad no había llegado a mis ojos, esperaba que él no lo notara. Esa era otra cosa que había aprendido últimamente, y en lo que mejoraba terriblemente: sonreír, aunque no tuviera la más mínima intención ni verdadera razón para hacerlo. Me había dado cuenta de que a veces era lo mejor para todos; una sonrisa, por más falsa que fuera, seguía siendo mejor que un llanto desconsolado.

- Sorprendentemente mejor.- Y era verdad. Aparentemente, después de al menos dos semanas de incubación, tres día de lucha total y llegando al cuarto, mi cuerpo estaba ganando la guerra contra cual fuera la enfermedad que me había atacado.- Puedo ver a mis hermanos ahora, ¿Verdad? E incluso podremos irnos esta noche.

Quinn me inspeccionó seriamente, tratando de decidir si le estaba mintiendo sobre mi estado de salud para poder seguir nuestro camino; y al parecer decidió que decía la verdad porque asintió brevemente con una sutil expresión de alivio. Él no había dejado entrar a mis hermanos por temor a que ellos se contagiaran de mí, y como ninguno de nosotros sabía lo que tenía no podíamos arriesgarnos. Me había dolido no verlos durante ese tiempo, pero sabía que era lo mejor para ellos así que no había discutido la desición; aunque sí había discutido el hecho de que Quinn siguiera estando conmigo a pesar del potencial riesgo que eso suponía.

Sobrevivir de tu manoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora