Capítulo 23

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La joven estaba confundida ya que Izuku nunca había sido tan brusco con ella. Usualmente su tacto era calmado, suave y agradable. Le daba una sensación de confianza y completa seguridad cuando estaba con él, pero esta vez no era de esa manera, por el contrario, la llevaba casi arrastras de vuelta a su dormitorio, como si ella no tuviera más opciones. Como si ella le perteneciera.

Ya le había pertenecido a alguien antes. Ellos hicieron lo que quisieron con ella, pero ahora ella tenía fuerza. Ella se había prometido a sí misma que hablaría e intentaría ser mejor. Tenía que decir algo. Pero, ¿cómo?

Izuku era la única persona que estaba ahí para ella. Que la tomaba en serio. Que realmente la veía y entendía. ¿Cómo podría darle límites a alguien como él? ¿Cómo podría ponerle límites a él? Había hecho todo por ella. Había estado a su lado. La había protegido. Ella tenía una deuda que saldar, no solo con Midoriya, sino con la Yuuei entera. ¿Cómo podría cumplir su promesa de esa manera?

No lograba entenderlo. Sentía que la respuesta estaba justo frente a sus narices, pero no lograba entenderla con claridad. ¿Por qué estaba tan molesto de repente? ¿Cuál sería su castigo por molestarlo? No recordaba haber hecho nada malo. Ella no hizo nada malo. Había estado actuando como una niña buena últimamente, entonces ¿por qué parecía haber tenido la culpa en algo?

—¿Sucede algo? ¿Hice algo malo?—

Midoriya dejó de caminar al mismo paso, y, por el contrario, volteo para ver de reojo a la chica, quien caminaba detrás de él, intentando seguirle el paso.

—Nada, no pasa nada.— Soltó, sus ojos nuevamente se pegaron al camino frente a ellos, y su voz ronca resonó por los silenciosos pasillos de los dormitorios en esa madrugada, pero, claramente, esas palabras no le daban ni un gramo de seguridad a la contraria. De hecho, hacían todo lo contrario. Más ansiedad. A cada paso y cada nueva palabra había más ansiedad en el aire. Las mejillas de Shi se sentían graciosas, mientras que la ropa de su pecho parecía comenzar a apretar. Tenía miedo. Estaba furiosa consigo misma por ser tan cobarde, pero no podía evitarlo.

Estaba furiosa por temerle tanto a ese chico que la había ayudado, pero ya había pasado por el infierno en tierra una vez, ¿quién podría garantizar que no pasaría de nuevo? ¿Puede alguien siquiera culparla por temer? Seguramente no. Nadie podía. Nadie más que ella misma. Se había prometido ser fuerte. Se había prometido dejar de llorar y ayudar a aquellos que lloraban en el momento que conoció a Eri. Entonces, ¿por qué lo volvía a hacer?

Dios santo. Era tan patética. Era tan patética y tan débil. Era todo lo que estaba mal con este mundo. Ya había sido débil una vez, y, aunque haya sido una simple niña en esos momentos eso no significa que no hubiese podido evitar todo lo que le había pasado en algún momento. Si había un dios en los cielos, ese dios seguramente la odiaba, porque diablos que realmente le había hecho cosas horribles.

Todos la abandonan. Todos la dejarían atrás. Todos se cansarían de tener que arrastrarla a las batallas, y tener que cargar el peso muerto que ella representaba en los entrenamientos en algún momento, y cuando eso pasara, la devolverán a donde vino. Si tenía suerte volvería a un hospital o casa hogar, pero si no, volvería hasta el lugar de origen, la guarida de aquellos villanos, sirviendo únicamente como juguete de torturas. Solo servía para que la gente desquitará su dolor, su rabia, o sus impulsos más retorcidos en ella.

Entonces, antes de que pudiera seguir pensando en todo eso, un copo de nieve tocó la punta de su nariz. La sensación fría la devolvió a la realidad, y cuando elevo de la mirada logro notar como estaba nevando. Nevaba dentro de los dormitorios, en los pasillos, alrededor de ella. La nieve comenzaba a cubrir a todos los presentes. Sus ojos viajaron por todo el espacio. Descubrió que no solamente estaba de rodillas en el piso, temblando como gelatina y respirando como un caballo de carreras, sino que también estaba llorando.

—Gracias Hikari, te debo una—Soltó Midoriya, tomando un gran respiro e inclinándose ante la contraria. Hikari, por otro lado, únicamente alzó una ceja y vio a Midoriya de una mala manera.

Hubo un silencio incómodo de alrededor de un par de segundos, en el que nadie sabía qué hacer. Entonces, toda esa calma fue interrumpida por la tormenta.

—Es por algo que dije, ¿cierto? Es por lo que le dije a Midoriya, ¿cierto? No debí decirlo. Lo siento mucho. No quería decirlo. No era mi intención. Yo pensé que--que—Comenzó Shi a tartamudear. —Que podía decirlo, pero no es así, porque a nadie le gusta escuchar eso. ¿A quién le gustaría escuchar eso? ¿No? —

A mí.— Soltó Midoriya. —A mi me gusta escuchar cualquier palabra que digas, porque si es importante para ti, es importante para mí. Si a ti te dolió en algún momento, entonces es mi momento de llorar contigo.— Él chico se acercó con cautela, y rodeo a la joven con sus brazos, abrazándola de manera posesiva, e intentando transmitirle la fuerza que ella parecía necesitar en esos momentos. —Nunca estuve enojado contigo. Estaba enojado conmigo por no lograr entender lo que está pasando. Nunca vuelvas a pensar que lo que sucede conmigo es tu culpa, porque no lo es.—

Shi no dijo nada. Sólo dejó que sus brazos rodearan a Midoriya, y que sus lágrimas cayeran con más intensidad. Existía un lugar perfecto en el mundo, en el que el mal nunca podría llegar a ella, en el que los villanos nunca podrían alcanzarla, en el que las cosas eran mejores y la vida era perfecta. Ese lugar estaba entre los brazos de ese chico.

Los minutos pasaron, y cuando la chica dejó de llorar se sentía tan exhausta. Estaba exhausta de llorar. Siempre decía lo mismo. Siempre decía que estaba cansada de solo llorar y ver desde lejos el peligro mientras se oculta detrás de las imponentes figuras de las demás personas que juraron protegerla, pero nunca lograba probar nada. Tal vez, y solo tal vez, mañana sería un día mejor en el cual finalmente lograría encontrar fuerza y valor, pero, por esta noche, podría sentirse segura siendo vulnerable frente a aquel pecoso que parecía no importarle que tan débil e inutil fuera. Por esta noche podía llorar, pero mañana por la mañana debía de comenzar a tomar las riendas de esa vida que desde hace meses le pertenecía, pero parecía no entenderlo hasta ahora. 

Ansiedad -- Midoriya Izuku × OCDonde viven las historias. Descúbrelo ahora