Cuando llegaron al Gran Comedor las mesas estaban llenas de estudiantes. Sus caras brillaban a la luz de miles de velas. El profesor Flitwick, que era un brujo bajito y con el pelo blanco, salió con un viejo sombrero y un taburete de tres patas.
-¡Nos hemos perdido la selección!-dijo Hermione en voz baja.
La profesora Mcgonagall se dirigió con paso firme a su asiento en la mesa de los profesores, y Harry, Spica y Hermione se encaminaron en sentido contrario, hacia la mesa de Gryffindor, tan silenciosamente como les fue posible. La gente se volvía para mirarlos cuando pasaban por la parte trasera del Comedor y algunos señalaban a Harry, otros pocos a Spica, pero ella no lo veía mal, siempre los nuevos y algunos de los antiguos siempre murmuraban o la veían, esto era causado por Arminda que se asomaba por la manga de su capa de Gryffindor.
Hermione se sentó junto a Ron, mientras que Spica y Harry se sentaron frente de ellos.
-¿Para qué los necesitaba la profesora Mcgonagall?-le preguntó a los tres.
Harry comenzó a explicarle en susurros lo que había pasado. El director se levanto y comenzó a hablar.
El profesor Dumbledore, aunque viejo, siempre daba la impresión de tener mucha energía. Su pelo plateado y su barba tenían más de medio metro de longitud; llevaba gafas de medialuna; y tenía una nariz extremadamente curva. Solían referirse a él como al mayor mago de la época.
-¡Bienvenidos!-dijo Dumbledore, con una sonrisa en el rostro y con la luz de la vela reflejándose en su barba-. ¡Bienvenidos a un nuevo curso en Hogwarts! Tengo algunas cosas que decirles a todos, y como una es muy seria, la explicaré antes de que nuestro excelente banquete los deje aturdidos-Dumbledore se aclaró la garganta y continuó-: Como todos saben después del registro que ha tenido lugar en el expreso de Hogwarts, tenemos actualmente en nuestro colegio a algunos dementores de Azkaban, que están aquí por asuntos relacionados con el Ministerio de Magia-se hizo una pausa y Spica recordó que el señor Weasley había dicho sobre que a Dumbledore no le agradaba que los dementores custodiaran el colegio-continuó Dumbledore-. Están apostados en las entradas a los dementores custodiaran el colegió-. Están apostados en las entradas a los terrenos del colegio, y tengo que dejar muy claro que mientras estén aquí nadie saldrá del colegio sin permiso. A los dementores no se les puede engañar con trucos o disfraces, ni siquiera con capas invisibles-esto iba claramente a Harry, así que Spica lo miro y este a ella-. No está en la naturaleza de un dementor comprender ruegos o excusas. Por lo tanto les advierto a todos y a cada uno de ustedes que no deben darles ningún motivo para que les hagan daño. Confío en los prefectos y en los últimos ganadores de los Premios Anuales para que se aseguren de que ningún alumno intenta burlarse de los dementores.
Percy, que se encontraba sentado a unos lugares más alejado de los chicos, volvió a inflar su pecho y miro a su alrededor orgullosamente. Dumbledore hizo otra pausa. Recorrió la sala con una mirada muy seria y nadie movió un dedo ni dijo nada.
>>Por hablar de algo más alegre, este año estoy encantado de dar la bienvenida a nuestro colegio a dos nuevos profesores. En primer lugar, el profesor Lupin, que amablemente ha accedido a enseñar Defensa Contra las Artes Oscuras.
Hubo algún aplauso aislado y carente de entusiasmo. Sólo los que habían estado con él en el tren aplaudieron con ganas. Spica entre ellos. El profesor Lupin desentonaba con los demás profesores, que iban vestidos con sus mejores togas.
-¡Miren a Snape!-les susurro Ron a sus amigos.
El profesor Snape, el especialista en Pociones, miraba al profesor Lupin desde el otro lado de la mesa de profesores. Era sabido que Snape anhelaba aquel puesto, pero incluso para ellos, que aborrecían a Snape, les asombraba la expresión que tenía en aquel momento, crispando su rostro delgado y cetrino. Era más enfado: era odio. Spica y Harry conocían muy bien aquella expresión: era la que Snape adoptaba cada vez que los miraba.
-En cuanto al otro último nombramiento-prosiguió Dumbledore cuando se apagó el tibio aplauso para el profesor Lupin-, siento deciros que el profesor Kettlenburn, nuestro profesor de Cuidado de Criaturas Mágicas, se retiró al final del pasado curso para poder aprovechar en la intimidad los miembros que le quedan. Sin embargo, estoy encantado de anunciar que su lugar lo ocupará nada menos que Rubeus Hagrid, que ha accedido a compaginar estas clases con sus obligaciones de guardabosques.
Harry, Spica, Ron y Hermione se miraron atónitos. Luego se unieron al aplauso, que fue especialmente caluroso en la mesa de Gryffindor. Harry se inclinó para ver a Hagrid, que estaba rojo como un tomate y se miraba las enormes manos, con la amplia sonrisa oculta por la barba negra.
-¡Tendríamos que haberlo adivinado!-dijo Ron, dando un puñetazo en la mesa-. ¿Qué otro habría sido capaz de mandarnos que compráramos un libro que muerde?
Harry, Ron, Spica y Hermione fueron los últimos en dejar de aplaudir; y cuando el profesor Dumbledore volvió a hablar, pudieron ver que Hagrid se secaba los ojos con el mantel.
-Bien, creo que ya he dicho todo lo importante-dijo Dumbledore-. ¡Que comience el banquete!
Las fuentes doradas y las copas que tenían delante se llenaron de pronto de comida y bebida. Spica, con tranquilidad se sirvió en su plato y como un poco de todo lo que había.
Fue un banquete delicioso. El Gran Comedor se llenó de conversaciones, de risas y del tintineo de los cuchillos y tenedores. Harry, Spica, Ron y Hermione, sin embargo, tenían ganas de que terminara para hablar con Hagrid. Sabían cuánto significaba para él ser profesor. Hagrid no era un mago totalmente cualificado; había sido expulsado de Hogwarts en tercer curso por un delito que no había cometido. Fueron Harry, Spica, Ron y Hermione quienes, durante el curso anterior; habían limpiado el nombre de Hagrid.
Finalmente, cuando los últimos bocados de tarta de calabaza desaparecieron de las bandejas doradas, Dumbledore anunció que era hora de que todos se fueran a dormir y ellos vieron llegado su momento.
-Enhorabuena, Hagrid!-gritó Hermione muy alegre, cuando llegaron a la mesa de los profesores.
-Todo ha sido gracias a ustedes cuatro-dijo Hagrid mientras los miraba, secando su cara brillante en la servilleta-. No puedo creerlo... un gran tipo, Dumbledore... Vino derecho a mi cabaña después de que el profesor Kettleburn dijera que ya no podía más. Es lo que siempre había querido.
Embargado de emoción, ocultó la cara en la servilleta y la profesora Mcgonagall les hizo irse.
Harry, Ron, Spica y Hermione se reunieron con los demás estudiantes de la casa Gryffindor que subían en tropel la escalera de mármol y, ya muy cansados, siguieron por más corredores y subieron más escaleras, hasta que llegaron a la entrada secreta de la torre de Gryffindor. Los interrogó un retrato grande de señora gorda, vestida de rosa:
-¿Contraseña?
-¡Déjame pasar; déjame pasar!-gritaba Percy desde detrás de la multitud-. ¡La ultima contraseña es "Fortuna Maior" !
-¡Oh, no!-dijo con tristeza Neville Longbottom. Siempre tenía problemas para recordar las contraseñas.
Después de cruzar el retrato y recorrer la sala común, chicos y chicas se separaron hacia las respectivas escaleras. Spica subió la escalera de caracol sin otro pensamiento que la alegría de estar otra vez en Hogwarts.
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SPICA
Fanfiction"Quien diría que una oveja podría ser una serpiente y un león" El olor de su sangre lo llama, no sabe a quien pertenece. Solo sabe que en el único momento donde le llega ese exquisito olor es en verano. La buscaba pero nunca encontraba la fuente, ha...