—Vamos, sé que puedes hacerlo mejor.
Sarah suspiró con agotamiento. Harry estaba en modo profesional absoluto e imperturbable.
Como todo jueves, Sarah se había quedado a entrenar después de que acabasen las clases para mejorar sus técnicas y modo de juego. Lo que no se esperaba era que esa tarde precisamente se encontrase con Harry observándola atentamente desde las afueras de la cancha. En primera instancia solo se quedaron mirando, ninguno siendo capaz de acercarse o decir algo. Hasta que él se movió primero, ingresando a la cancha. Ambos se saludaron con una ridícula formalidad, intercambiaron algunas palabras de cortesía y cuando Sarah pensó que eso sería todo, él le dijo que mientras la observaba, había notado que estaba repitiendo el mismo error una y otra vez al emplear un lanzamiento, el cual Sarah llevaba probando hace poco tiempo y tenía un grado de dificultad que en un principio la llevó a quedarse entrenando después de clases. Ante tal alcance por parte de Harry, Sarah se armó de valor para pedirle que se quedara a entrenar con ella, y aunque él se mostró sorprendido, terminó por aceptar la petición sin pensarlo.
Y allí se encontraban.
Llevaban entrenando más de una hora, tiempo en el que Harry no solo la ayudó a mejorar su nuevo lanzamiento, sino que también se dedicó a enseñarle nuevas técnicas de saques y de remate, mostrándose como ella lo recordaba: Un entrenador profesional e implacable a la hora de instruir. Se esforzó por seguirle el ritmo, pero lo cierto es que estaba desconcentrada. Le llamaba más la atención la forma en la que Harry se movía a través de la cancha, que todo lo que le estaba enseñando. Se sentía como una niña mirando a su amor platónico. Desde que lo conocía, era la primera vez que lo miraba con tanto anhelo y deseo por estar entre sus brazos, y probablemente eso se debía al constante recuerdo que ambos habían creado en aquellas escaleras hace una semana. Lo peor de todo, es que Sarah no era de esas chicas que tomaban la iniciativa. Podría estar muriéndose de ganas por correr y besar a Harry, pero no tenía el valor para hacerlo y menos con la posibilidad de que él pudiera rechazarla.
Harry suspiró con cierta decepción al ver que ella volvía a fallar al responder su lanzamiento.
—Sarah, necesito que te concentres. Estás jugando pésimo y sé que éste no es tu habitual rendimiento. ¿Qué sucede? ¿Estás agotada? Sí es así, dímelo.
Sarah cerró los ojos y negó con un movimiento de cabeza.
—Estoy bien. —Se puso en posición nuevamente y asintió una vez—. Lo haré mejor.
Harry la miró como si dudase de ello, pero de todos modos accedió a su petición.
Entonces pasó lo más vergonzoso que podría pasarle a alguien en pleno juego. Sarah se tropezó con sus propios pies y se cayó de cara al suelo. Así de simple y así de rápido.
—¡Sarah!
—Maldición... —murmuró ella, levantándose lentamente mientras se tocaba la nariz con una mueca de dolor.
Harry llegó a su lado con una rapidez sorprendente, sujetándola de los hombros e indicándole que se quedase sentada sobre el suelo.
—¿Estás bien?
—¿Me sangra la nariz?
—No, pero...
—Entonces estoy bien.
Sarah sintió los dedos de Harry tocar su mejilla y hubiera dejado de respirar por ese tacto encantador de no ser porque lo vio fruncir el ceño mientras le miraba la frente con preocupación.
—¿Qué sucede?
—Te has hecho una herida arriba de la ceja —dijo él—. No te muevas, vuelvo enseguida.
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Mi Forma Personal de Amarte (Libro I)
RomanceSarah es una chica de dieciséis años llena de recuerdos y vivencias. Ha sido criada en el campo casi toda su vida, viviendo libre, sanamente y rodeada de naturaleza en el sur de Inglaterra. Una chica generalmente dócil pero con un carácter complicad...