Lo primero que cruzó por la mente de Sarah fue una clara imagen, un recuerdo en el que veía a esa chica rubia y a Cristóbal compartiendo una mirada de amantes a la vista de todos.
Ante esa recapitulación de hechos, comprendió porqué la chica los miraba como si quisiese asesinarlos. Era cosa de sumar dos más dos, lo cual daba como resultado a Cristóbal teniendo novia, una novia que acababa de pillarlo entremedio de las piernas de otra a la que evidentemente estuvo a punto de besar.
¡Y qué sorpresa!
Sarah era la otra.
La vergüenza caló hondo en su interior y eso hizo que reaccionase. Con ambas manos alejó a Cristóbal, quien la dejó hacerlo sin decir nada porque ¿qué podía decir?
Pero quien sí tenía algo que decir era la despampanante rubia que dio dos pasos dentro de la sala con los ojos verdes echando chispas.
—¿Te estás tirando a la campesina? ¿Es en serio? —le escupió con desprecio.
—¿Ahora me estás siguiendo, Blanca? ¿Qué demonios haces aquí? —le espetó Cristóbal con la mandíbula tensa.
Sarah frunció ligeramente el ceño. Aquella no era la forma de hablarle a una novia, ¿o es que acaso Cristóbal era alguien tan desfachatado como para enfadarse aun siendo él quien debía dar explicaciones, o como mínimo, mostrarse avergonzado y arrepentido?
Y lo otro. ¿Blanca? ¿No era ese el nombre de aquella chica que estuvo con el tal Harry Warrington la semana pasada en aquel patio secreto?
—Lo sabía, sabía que algo estaba pasando contigo. Que ocultabas algo, pero ¿por esto? ¿Tan bajo has comenzado a caer?
—¿Esto? —repitió Sarah en voz baja, no creyendo que aquella chica se sintiera con el derecho de denigrarla con tal desdeñosa palabra.
—Sal de aquí. No te lo voy a repetir otra vez —le dijo Cristóbal, pero Blanca ni se inmutó ante esa orden.
—No —dijo, acercándose con pasos lentos, sus ojos clavados en Sarah de una forma calculadora—. No me voy a ir hasta ver de cerca lo que al parecer te quieres llevar a la cama con más ganas que a mí.
Sarah reaccionó tan rápido que ni ella misma procesó lo que hizo hasta que estuvo hecho. Blanca dio un grito cuando el zapato de Sarah fue a aterrizar de lleno en el centro de su estómago, haciendo que se doblase por el dolor que el golpe le generó. La cara de Cristóbal ante ello fue un verdadero poema para Sarah porque estaba tan molesta que no se sintió mal de regocijarse con la clara diversión que él expresó en su rostro ante la escena que aún no terminaba de montarse.
—¡Maldita salvaje! —exclamó Blanca, recuperándose, dando dos pasos con una clara intención de abalanzarse sobre Sarah, pero inmediatamente Cristóbal le bloqueó el paso, siendo su altura y la expresión seria en sus ojos marrones el escudo suficiente para detenerla de golpe—. ¡Quítate de mi camino! ¡¿Cómo te atreves a ponerte de su lado?!
—Ya basta, Blanca. Y deja de gritar. Si ella te arrojó el —Cristóbal intentó no sonreír—... zapato, es porque tú la provocaste con ese tipo de palabras ofensivas.
—No puedo creerlo —Blanca lo miró como si él se hubiese vuelto loco—. Me estás diciendo que no sea como tú lo eres todo el tiempo. ¿Olvidas quiénes somos? A nosotros no se nos dice qué hacer porque somos nosotros los que decimos cómo se hacen las cosas. Así es nuestro mundo. Así somos. ¿Olvidas nuestra naturaleza por una campesina becada con aire de santulona?
—¡Es suficiente! —le espetó Sarah, bajándose de la camilla con determinación y aterrizando con su pie sano exitosamente.
Blanca se movió hacia un lado para mirarla con las cejas alzadas.
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Mi Forma Personal de Amarte (Libro I)
RomanceSarah es una chica de dieciséis años llena de recuerdos y vivencias. Ha sido criada en el campo casi toda su vida, viviendo libre, sanamente y rodeada de naturaleza en el sur de Inglaterra. Una chica generalmente dócil pero con un carácter complicad...