Sarah lo miró con ojos grandes y llenos de pánico.
—¿Qué? ¿Qué... acabas de decir?
El chico de ojos marrones comenzó a abrir todas las trabas de aquellos ventanales semejantes a puertas de vidrios. La tranquila rapidez con la que él actuaba fue algo que a Sarah le sorprendió y le generó alarmantes preguntas como; ¿cuántas veces le había sucedido algo semejante?
—No creo que te sorprenda oír que en esta fiesta había personas vendiendo algunas sustancias ilícitas. Lo que nadie sabía es que había un soplón que llamó a la policía. —Él abrió las ventanas de par en par y luego la miró con premura—. Si no quieres que te arresten te aconsejo que me sigas.
Sarah se quedó muda, sin embargo, no fue necesario decir algo, él solo entornó los ojos, le tomó la mano y acto seguido la arrastró con él hacia el exterior, los dos echando a correr por el gran patio en el mismo instante en el que se escuchó que la puerta del estudio se abría de forma violenta.
Sarah no había nacido para ser una gran corredora, y en poco tiempo sus pulmones comenzaron a arder por el esfuerzo físico, demostrándolo.
Se detuvieron de golpe cerca de la entrada principal al ver tres camionetas estacionadas que claramente representaban a la policía.
—¡Maldición! —masculló él.
Se dio la vuelta y arrastró a Sarah a través de los arbustos.
—¿¡Qué estás haciendo!? —le preguntó ella entre jadeos.
—Debe haber más policías afuera que buscan arrestar a los que están escapando de la casa, así que tendremos que ocultarnos hasta que se marchen. Es la única forma de salir de aquí sin meternos en problemas gordos.
Cuando estuvieron bien internados entre los arbustos, se detuvieron para espiar y escuchar todo lo que sucedía a pocos metros de dónde se encontraban. Sarah iba a hablar, pero entonces vieron algunos rayos de luz cerca de donde estaban, lo cual hizo que él se agachara y la atrajese cerca para que quedasen lejos del alcance de las linternas.
Sarah se estremeció de miedo.
—Nos van a encontrar...
—No lo harán —le aseguró él en un susurro.
Se escuchó el grito de un hombre que le advertía a alguien que bajase alguna especie de arma. Luego se oyó una maldición y entonces el sonido de un disparo cortó el aire en medio de la fría noche.
Sarah se sobresaltó, llevándose ambas manos a las orejas con los ojos bien abiertos y lagrimosos, su corazón latiendo fuerte y sus oídos zumbando.
Aquello era demasiado. Estaba a un pelo de colapsar por los nervios.
Cerró los ojos con fuerza, su cuerpo temblaba, incluso se llevó el dorso de la mano a la boca y se la mordió en un intento por controlarse y no romper en llanto.
Un llanto que fácilmente los delataría.
—Oye, ¿qué estás haciendo? —Sarah no escuchó al chico de ojos marrones. Se mordió con más fuerza el dorso de la mano y fue ahí que él se enfocó por completo en ella, tomándole la mano para apartársela de la boca—. ¡Deja de hacer eso! —le siseó, pero fue inútil, Sarah se mordió el labio inferior y una hilera de sangre comenzó a escurrir de su labio—. De acuerdo, es suficiente. —Dijo él seriamente, tomándola de los hombros y empujándola hacia el suelo, dejándola de espaldas y con los ojos bien abiertos, su labio siendo libre de sus dientes al fin. La observó con cierto desconcierto y reproche al ver la herida que acababa de hacerse por esa fuerte mordida—. ¿Qué demonios crees que estás haciendo?
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Mi Forma Personal de Amarte (Libro I)
RomanceSarah es una chica de dieciséis años llena de recuerdos y vivencias. Ha sido criada en el campo casi toda su vida, viviendo libre, sanamente y rodeada de naturaleza en el sur de Inglaterra. Una chica generalmente dócil pero con un carácter complicad...