Keith nuca había tenido una novia formal. No porque no quisiera, sino porque nunca lograba conectar con una chica de la forma que esperaba o necesitaba. Había salido con algunas en su actual escuela. Había aprendido a besar bien, entre otras cosas que después de la primera vez, comprendió que no repetiría con cualquiera.
La vida en Nueva Zelanda había resultado mucho mejor de lo que pudo haber esperado después de su paso por una de las escuelas más prestigiosas en Londres. Y aunque al principio había dudado en postular al campamento de invierno en el Reino Unido, sus padres terminaron convenciéndolo de que sería algo bueno.
Y no se habían equivocado.
Había conocido a Sarah y a sus amigos, y a Ricardo, quien era un chico imposible de no agradar a alguien.
Con Sarah le había sucedido algo extrañamente bello. La había mirado en el gran comedor una sola vez. Una vez. Y eso fue todo lo que se necesitó para que se quedara prendado de ella sin ningún motivo. ¿Era una chica bella? Lo era. Keith la había hallado hermosa y lamentablemente se encontró incapaz de apartar la mirada mientras la veía sonreír o hablar con sus amigos. ¿Y cuando ella encontró su mirada descarada sobre ella? ¿Cuándo ella lo miró a los ojos? Keith sintió que se quedaba sin aire a pesar de que lo disimuló muy bien.
Se había sentido atraído hacia ella constantemente después de eso. Sobre todo porque mientras más la conocía, más le gustaba.
Había sido encantado por su mirada expresiva. Por su dulce voz. Por su risa melodiosa. Por su forma de expresarse. Y por absolutamente todo lo que hacía y decía.
Lo que jamás se hubiese esperado era que la única chica que llamó su atención era la misma que tenía de novio al engreído de Harry Warrington, el mismo que le hizo la vida imposible en su paso por Londres. Keith simplemente no podía comprender cómo alguien como ella podía haberse enamorado de alguien como... él.
Sarah era todo lo que Harry no se merecía, eso Keith lo creía al cien por ciento. Y quiso creerlo con fuerza incluso cuando él se apareció como un caballero de brillante armadura.
Pero aunque quiso ignorarlo, la realidad es que no estaba ciego.
Vio exactamente por qué ella lo amaba y él a ella.
Lo vio en sus miradas, que constantemente se buscaban entre sí sin importar quienes los rodeaban. Lo vio en la forma en la que todo en Harry se suavizaba cuando ella lo miraba o le hablaba. Vio en ellos lo que, se imaginaba, todo adolescente querría tener románticamente al menos una vez en la vida a esa edad.
El mocoso engreído que había conocido años atrás prácticamente se había ido. Y tal como había estado asumiendo, Sarah había tenido mucho que ver en ello. El relato de Harry solo se lo había confirmado.
Keith suspiró levemente mientas observaba como Harry se disponía a entrar a su cabaña y de regreso al lado de Sarah. Esa imagen le causó un dolor en el pecho, como si le hubiesen enterrado una aguja tras otra.
No supo por qué se quedó de pie mirando como Harry entraba y luego cerraba la puerta tras de sí. Tal vez porque esperaba ver a Sarah asomarse con esa sonrisa sincera y amorosa, lo cual no sucedió, de su figura atractivamente delicada no se vio ni una sombra.
Bajó la mirada con una sonrisa triste y comenzó a caminar a paso lento y lejos de allí, dispuesto a volver solo cuando ya todos estuviesen dormidos.
Lo último que necesitaba era ver el amor en ciernes de alguien que había odiado junto a la persona que erróneamente, su corazón había decidido querer.
∗ ∗ ∗
Harry suspiró con cierta pesadez cuando cerró la puerta tras de sí para encontrarse con la reconfortante calidez de la cabaña. Aunque había marcado la línea con Keith respecto a Sarah, seguía sintiéndose irritado con su presencia, lo cual no tenía nada que ver con el pasado que compartían. El chico no era un mal partido e incluso lo consideraba guapo, y aunque sus tontas inseguridades lo tuvieron preocupado al principio al pensar que Keith hubiera alterado los sentimientos de Sarah en esos días que no estuvo presente, la vergüenza lo carcomió por dentro cuando se dio cuenta de que estaba siendo un idiota por desconfiar de ella de tal manera injustificable. Todo por los infernales celos que jamás se imaginó que lo atacarían con tanta crudeza, ya que nunca había tenido a alguien con quien ese sentimiento se activase tan intensamente.
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Mi Forma Personal de Amarte (Libro I)
Roman d'amourSarah es una chica de dieciséis años llena de recuerdos y vivencias. Ha sido criada en el campo casi toda su vida, viviendo libre, sanamente y rodeada de naturaleza en el sur de Inglaterra. Una chica generalmente dócil pero con un carácter complicad...