Capítulo 24: Sueños Que No Son Sueños ☑️

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"Sarah estaba acostada y sentía el cuerpo lánguido de una forma desconocida y nueva a la vez. Estaba cálida y relajada. Podía oír el agradable chisporroteo del fuego a corta distancia, como si estuviera cerca de una chimenea. Abrió los ojos lentamente y vio como las sombras de llamas ardientes bailaban alrededor del lugar que parecía ser una cabaña.  Enfocó la mirada y en efecto, había una chimenea cerca. El sonido de la madera resquebrajándose al quemarse hacía un contraste perfecto con el sonido de la lluvia que caía afuera.

Poco a poco fue consciente de que estaba recostada entre mantas sobre lo que parecía ser un gran sofá cama. Se removió, su mente sintiéndose con una nebulosa que le hizo ser levemente consciente de que lo único que estaba usando era una camiseta negra que le llegaba hasta los muslos, prenda de ropa que no le pertenecía a ella, eso fue evidente por el aroma varonil que desprendía. Un aroma con el que ya se sentía más que compenetrada.

Una mano se deslizó por su cintura y comprendió con una sonrisa perezosa que no estaba sola. Había alguien a su lado que silenciosamente le pedía que se volteara. Sarah lo hizo y se encontró a solo unos centímetros del rostro de Cristóbal, quien se veía algo somnoliento y con una sonrisa melosa tirando de sus atrayentes labios, su cabello luciendo más desordenado que de costumbre pero sin dejar de verse atractivo. El corazón le aleteó con fuerza ante esa vista, esa cercanía y de cómo su cuerpo buscaba el de ella como si fuesen piezas perfectas hechas para encajar juntas. Se estremeció ante el contacto con su pecho desnudo que desprendía un calor casi adictivo y la invitaba a querer quedarse entre sus brazos para siempre. Esto era correcto. Esto estaba bien y era normal. No se ruborizó escandalosamente ante la idea de estar usando nada más que una camisa o el hecho de saber que él no llevaba nada. Sabía que la camisa que llevaba puesta era de él y que en algún momento él se la había pasado para que la usase, solo que no lo recordaba con claridad...

Cristóbal suspiró levemente y con la mano que tenía alrededor de su cintura la atrajo hasta que sus cuerpos entraron en un contacto tan directo como adictivo. Sarah enredó sus piernas con las de él y con una mano comenzó a acariciarle aquel sedoso y brillante cabello, la respiración de ambos volviéndose un poco más pesada.

—Te amo —susurró él contra sus labios.

Ella sonrió de igual forma, suspirando mientras su cuerpo comenzaba a encenderse con placer en lo que él deslizaba sus manos por debajo de la camisa para acariciarla como solo lo haría un amante. Como solo se lo permitiría a él.

—También te amo —susurró ella de vuelta, no soportando más la idea de no saborear sus labios y acortando la poca distancia entre ambos para sumergirse en un beso largo, apasionado y tan lleno de tonos dulces que nublaron cualquier pensamiento innecesario. Su mente y corazón entonando con fuerza un solo nombre.

—Sarah —suplicó él, un sin fin de sentimientos coloreando su voz.

Ella se estremeció, su cuerpo arqueándose delicadamente para él mientras sentía que el corazón podía explotarle con un sentimiento tan fuerte que jamás había sentido por nada ni nadie.

—Harry —jadeó Sarah con devoción y necesidad, dejándose llevar por aquel chico que decía amar."

∗ ∗ ∗

Sarah abrió los ojos, incorporándose de golpe, el sudor empapando su rostro y el corazón latiéndole desenfrenadamente, un calor extraño y vergonzoso permaneciendo entre sus muslos. Se pasó una mano por la húmeda frente y trató de calmar su agitada respiración que tenía a su pecho subiendo y bajando bruscamente. Miró la hora en su celular que estaba sobre la mesita de noche, comprobando que aún no eran ni las cinco de la mañana. La habitación estaba sumida en la oscuridad, los cielos aún no eran iluminados por el sol naciente. Tenía el pulso corriendo desenfrenado, sin embargo la pesadez de su cuerpo le demandó volver a recostarse en la cama para tratar de dormir un poco más. Sus párpados sintiéndose pesados y su mente permaneciendo con una neblina de recuerdos perezosos. Somnolienta todavía, se cubrió con las mantas y suspiró, el sueño reclamándola nuevamente en cuestión de segundos.

Mi Forma Personal de Amarte (Libro I)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora