Cristóbal ☑️

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18:45 P.M.

—Oye —le dijo Alejandro, dándole un pequeño golpe en el brazo.

Cristóbal lo miró desinteresadamente.

—¿Qué sucede?

Los dos estaban fuera de la escuela bebiendo una gaseosa. Él, por su parte, se sentía cansado y aburrido. También algo desanimado por algo a lo que con todas sus fuerzas intentaba no darle vueltas.

—Aquella chica que va ahí —dijo Alejandro, apuntando con su bebida frente a ellos—, ¿no es la misma con la que estabas en la biblioteca?

Cristóbal movió sus ojos rápidamente mientras fruncía el ceño.

—Sí, creo que es ella... —dijo, volviendo a desviar la vista hacia nada en particular.

—Definitivamente es ella —dijo su amigo divertido.

Cristóbal se armó de paciencia. Sabía que su amigo no dejaría pasar el tema como Miguel.

En parte era entendible.

Alejandro había faltado durante la primera semana de clases porque él y su familia habían alargado sus vacaciones en Montecarlo. Como sus padres eran parte del consejo escolar, bastaba con un aviso vía carta formal a la escuela para excusar la ausencia prolongada de su único hijo. Como consecuencia, su amigo no tenía idea de quién era Sarah ni de cómo se había visto envuelta con él desde antes que comenzasen las clases.

No pudo controlar sus impulsos y antes de que fuese consciente de lo que hacía, se encontró clavando sus ojos en ella a la distancia mientras la veía cruzar la calle que la separaba de los terrenos de la escuela.

Frunció el ceño al notar su caminar irregular. A pesar de la lejanía, pudo ver que algo no iba bien con su pie derecho.

"¿Acaso está cojeando?"

Soltó un suspiro cargado de irritación.

"Pequeña mentirosa..."

Inmediatamente recordó el incidente con ella en la biblioteca.

<<—¿Te has lastimado?

—Estoy bien, gracias —había respondido ella para luego ponerse en pie como si nada, sin mencionar su expresión de arrogancia.>>

Entornó los ojos ante el recuerdo. Luego volvió a buscarla con la mirada y se dio cuenta de que su figura ya se había perdido en medio de tantos estudiantes.

—¿Me vas a decir qué sucede con esa chica? —preguntó Alejandro con la curiosidad de un niño pequeño.

—Especifica cuál chica.

—Uy, no lo sé, ¿la que acabas de seguir con la mirada? Creo que es la misma a la que estuviste a punto de besar en la biblioteca contra una estantería.

Cristóbal lo miró con cara de pocos amigos.

—Entonces estuviste observando más de la cuenta después de todo ¿no? Y te atreviste a negármelo en la cara cuando te lo pregunté hace un momento.

Alejandro se puso serio a duras penas.

Atrévete a negármelo —citó con una voz grave en un divertido intento de parecer seductor, luego cambió su expresión a la de una damisela en aprietos para agregar con voz aguda—: ¡Por supuesto que te lo niego, lunático...!

—Oh, por el amor de Dios, ya cállate —le espetó Cristóbal de mal humor.

Alejandro se rió divertidísimo con su propia actuación.

Mi Forma Personal de Amarte (Libro I)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora