Maldita impotencia

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—Bien, hijo, puedes tomar asiento —dijo, mientras tecleaba algo en su computador—. Realmente creía que eras mayor, pero bueno, la vida nos llena de sorpresas. ¿Qué te aqueja?

—Bueno, como le conté el otro día, hubo un problema en mi casa. Mi papá estuvo bastante agresivo y todo terminó en una maldita pelea.

—Una pelea... ¿Hubo agresión física?

—Me golpeó a mí.

—¿Y a nadie más de tu familia?

—No que yo sepa. Llegué un poco tarde del trabajo y cuando entré a casa mi papá empezó a gritarme, creo que estuvo haciéndole lo mismo a mi mamá y a mi hermana.

—¿Hay alguna razón que creas que haya puesto así a tu papá?

—Pues, él estaba ebrio, apenas y se mantenía de pie, tenía la mirada perdida y sí olía a licor.

—Ya veo, ya veo. ¿Él es una persona que tome bastante?

—No realmente, él si bebe, pero no es usual que pase esto.

—Entonces no es un alcohólico empedernido. Bien. ¿Hubo algún catalizador para dicha pelea?, es decir, ¿hubo algo que lo pudo motivar a entrar en esa actitud?, ¿problemas de trabajo, depresión, ansiedad, estrés o alguna pelea familiar?

—Sí hubo algo, o eso creo. Cómo decirlo... mi papá es muy conservador, y bueno, hay cosas que a él le producen mucha colera.

—Entonces va por ese lado. ¿Qué llevó a eso, una discusión política, puntos de vista o algo diferente?

—La verdad es que, ammm... diría que fue por una relación que sostengo en este momento.

—Perdona si te incomoda la pregunta, ¿se trata de una relación homosexual?

—Sí... —dije, algo apenado.

—Entiendo —dijo el abogado, dejando de teclear en su computador para poner su mirada sobre mí—. Mira, Craig, esta es una situación delicada, más si la agresión que me comentas fue por lo que me cuentas. La homofobia es un fantasma que nos aqueja hasta el día de hoy, es algo difícil de lidiar en familias conservadoras, pero no es imposible, por medio del dialogo se pueden dejar de lado muchas posturas que hoy son obsoletas. Ahora, este caso es algo complicado por la agresión que me comentas. Creo que en esta posición lo primordial será el dialogo, pues tú me dijiste que tu padre habitualmente no es violento. Eso sí, no descartaría una demanda por lesiones personales, pero eso ya depende de qué camino quieras tomar.

—Voy a serle honesto, señor. No quiero meterme en algo problemático, ya tengo mucho con mi vida y eso. Vine acá porque temo que mi padre pueda hacerle algo a mi mamá o a mi hermana, desconfío de él en este momento.

—Bien, en dado caso te ofrezco dos opciones: podemos hacer una sesión de terapia familiar, para limar un poco las asperezas y así tratar de resolver el tema de fondo. O, por si las cosas no avanzan, podemos pasar a entablar una orden de alejamiento, así puedes estar más tranquilo de como manejemos las cosas. Es tu decisión.

—Entiendo... sin embargo, no sé si pueda darle ya una respuesta, no he podido ni siquiera hablar esto con mi mamá, y no sé que tan dispuestos estén a resolver esto.

—¿Y si la llamas ahora?

—No puedo, está trabajando, además no quiero incomodarla con esto.

—Entiendo. Sé que puede ser muy difícil. Hagamos algo, entonces: programemos una cita, tal vez para dentro de una semana, ahí podemos resolver qué hacer al respecto, ¿te parece?

—¡Perfecto!, sí, me sirve. Muchas gracias.

—Muy bien, entonces nos veríamos la próxima semana. Por cualquier cosa está mi numero de atención si llega a presentarse algo.

—Bien, entonces ya terminamos —dije, levantándome de la silla.

—Sí, joven. Buena suerte y espero que puedas hablar con tu madre.

—Gracias. Que tenga un buen día.

Salí de la oficina del señor Gerald. De cierta manera me sentí menos agobiado por la situación, es decir, ya había un camino el cual seguir, sólo debía elegir y hablar. Le debía una a Stan.

Bajé hasta la sala de la casa, allí me esperaba la señora de cabello rojo. Muy amablemente me dio mi bicicleta y me deseó buen día. No tardé mucho allí, así que rápidamente fui rumbo a mi casa para poder ir a relajarme.

Estaba a unas cuadras de mi casa, cuando frené de inmediato. Al frente estaba un auto, parqueado, y con el maletero abierto. Era la camioneta de mi papá. Me quedé frío, no pude ni siquiera seguir adelante. Sentía una mezcla de emociones: miedo, ira, frustración, impotencia. Ahí estaba ese maldito, pero ni siquiera tenía el valor de ir a hablarle, a decirle sus verdades en la cara. Me odiaba.

Me detuve un momento a observar, y de la entrada de casa lo vi salir. Estaba con un montón de bolsas negras, las cuales estaba echando al auto. ¿Acaso se iba de la casa?, ¿mi mamá lo echó? No entendía lo que pasaba.

Mientras observaba de lejos fui visto por él, a lo cual me levantó la mano y me gritó.

—¡Craig!

¿Qué debía hacer?, ¿ir a donde estaba? Realmente estaba asustado, pero no por eso debía dejar que los sentimientos me dominaran. Quería decirle tantas cosas, quería hacerle saber tantas cosas, incluso quería devolverle el golpe que me dio para que así sintiera lo que yo siento. Pero no, estaba tan lejano, tan asustado, tan impotente. ¿Qué hice? Hui. Me di la vuelta y me alejé de él, no pude confrontarlo.

No sabía a donde ir, no sabía a quien llamar, no sabía qué hacer. ¿Cómo querría defender a mi mamá y a mi hermana si ni siquiera podía atender al llamado de ese viejo de mierda? ¡Maldita sea!

Me fui en mi bicicleta, sin rumbo, dejando caer lagrimas a mi paso. No eran lagrimas de tristeza o de dolor, eran lagrimas de impotencia. No era el hombre que yo creía, aún no era alguien fuerte, seguía siendo un maldito niño inútil.

Él es Tweek Tweak, y es mi novioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora