Su verdad

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—¿Tweek?

—D-déjame s-solo...

—¿Pero, que pasó?, ¿Qué demonios es esto?

—¿Q-qué es lo que pa-parece, ah?

Tweek estaba sentado en el piso, de espaldas, con la camiseta sobre los hombros y con un movimiento que daba a entender que estaba sollozando.

—Tweek... —dije, intentando acercarme.

—V-vete, déjame sólo, doy a-asco.

—Deja de decir eso, no das asco. Ven, déjame ayudarte —intenté poner mi mano sobre su hombro, para levantarlo

—¡B-basta! —gritó, sacando mi mano de encima— N-no quiero q-que me a-ayudes, no q-quiero nada. ¡Vete!

—¡Tweek! Reacciona, ¿qué mierda te hizo ese imbécil?

—N-no quiero hablar de eso...

—Tweek, por favor. Dime qué pasó, te lo pido.

—C-craig...

—Tweek... —agaché la cabeza— tan siquiera mírame, me preocupas.

—N-no pasó nada...

—Sí pasó. Tú no eres de llorar tan fácilmente.

—...s-sólo no quiero hablar de eso —retomó— p-por favor.

—Entiendo...

Me agaché a su nivel, abrazándolo por la espalda. Puse mi cabeza sobre su hombro izquierdo, quedándonos ambos en silencio.

Nos unimos en un abrazo, uno diferente a cualquiera. No hacia falta hablar, tampoco mirarnos. No estábamos ni siquiera cara a cara, pero eso no importó. Abrazarlo le dio calma, y también, sin ser exagerado, me la dio a mí. No soportaba verlo llorar. Supe que esa noche pasó algo entre él y Pete, algo de lo que quizás yo jamás tendría conocimiento. Pero incluso así, incluso si Tweek no quería decirme nada al respecto, no me iba a importar, iba a respetar su decisión. Supe, también, que quería algo para Tweek, quizás ya no como pareja, pero sí como amigos; quería su bienestar.

Esa noche terminamos un poco más tarde de lo planeado, pues yo me encargué de cerrar las puertas del local y de apagar las luces, pero estando él y yo aun dentro. Nos quedamos en la oficina, sentado uno al lado del otro, tomando un poco de café caliente. Casi no hablamos, solo dijimos una que otra cosa sobre el café y el frío de la noche. Ese tema no iba a ser de hoy ni de mañana. No sería de ningún día.

Entradas las 9 de la noche llegó el momento de irnos a casa. Motivé a Tweek lo más que pude, incluso le di mi abrigo para que no sintiera frio en esa noche. Lo acompañé a casa, donde, debido al trabajo de sus padres, no había nadie. La incomodidad empezó a hacerse presente, no para él, sino para mí. Estaba ahí, frente a ese sitio donde tantas cosas habían pasado, donde tantos besos y encuentros tuvieron lugar. Y ahí, en ese momento, sin sus padres, temía repetir esa situación.

—Bueno, llegamos.

—G-gracias...

—Oye, Tweek, lo siento, me tengo que ir, mañana tengo clases, y no puedo ausentarme.

—¿S-seguro?

—Sí, perdóname. Te acompañaría, pero debo irme a casa.

—¿N-no puedes por lo menos a-acompañarme un poco? E-en verdad, no quiero e-estar sólo otra vez, p-por favor.

—Tweek, no puedo...

—Está bien... A-adios.

—Dirás hasta mañana, nos vemos en el trabajo, no lo olvides.

Él es Tweek Tweak, y es mi novioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora