Enamoramiento, ¿latente?

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Han oído eso de "una cosa llevó a la otra", ¿verdad? Si es así, no hace falta explicar lo que ocurrió esa tarde en casa de Stan. Fue una cosa de un día, un break, o bueno, eso creí cuando ocurrió. Del revelado de fotos, y de la creación de la historia con base en las fotos, pasamos a una materia un poco más personal de exploración personal... disfrute, y algo más. Desde ese momento Stan y yo retomamos nuestra relación bajo el pretexto de intentarlo de nuevo. A diferencia de la vez anterior, en esta yo era consciente que no debía hacerme muchas ilusiones, daría de mi parte, claro, pero no iba a enamorarme ni a idealizar algo en él, sabía qué consecuencias podía tener si cometía estos errores y no quería afectar mi salud mental por esto mismo. Ese nuevo intento, como decidimos llamarlo, se basó en que sólo nosotros lo sabríamos, no habría presión externa de nadie. Él seguiría juntándose con sus amigos, y yo con los míos. Sólo hablaríamos y saldríamos en tiempos ajenos a la universidad; sólo seríamos él y yo, desconocidos dentro de la universidad, y enamorados fuera de ella. Así empezó esa locura en su segunda edición.

A estas alturas muchos se preguntarían, ¿y Tweek?, ¿qué pasó con él? Bueno, yo me hacía la misma pregunta, y quisiera poder responderla. Desde aquella ocasión no volví a saber nada de él, en otro momento me habría preocupado, me habría llenado de ansiedad, y sin duda lo habría buscado de nuevo. Sin embargo, eso no podía seguir siendo así. Aproveché el impulso anímico que me dio ese día y me lo tomé para enfocarme en mí antes que en él.

De esta manera empezó una nueva semana de clases, ahora con una nueva motivación, pero con la misma mentalidad de siempre: mi futuro estaba en mis manos y este sólo dependía de mí, no de quién estuviera conmigo. Tomé un asiento de atrás, en la última fila. Como siempre fui de las primeras personas en llegar así que vi como poco a poco el salón se llenaba mientras llegaba más gente. A mi lado se sentó Kenny, y a su lado, también, se hizo Clyde. Estábamos los 3 amigos, eso me hacía sentir cómodo. Entre las ultimas personas en entrar al salón figuró Stan. Vestido como siempre, con jeans rotos, un abrigo grande, y su mochila colgando de su hombro derecho. Tomó un asiento junto a la pared, pero claro, no sin antes sonreírme de manera disimulada mientras se acomodaba. Empezó la clase, y aunque el tema no era muy aburrido yo estuve más pendiente de Stan que de cualquier otra cosa. Intercambiamos miradas todo el tiempo, acompañadas de sonrisas y algunos mensajes de texto. Mi corazón latía con fuerza, una que otra sonrisa nerviosa brotaba cuando giraba mi cabeza y sus ojos estaban sobre mí, me sentía feliz, como colegiala enamorada. Ese sentimiento de pena enamoradiza era algo que no sentía muy a menudo, pero que ese idiota sabía despertar de una manera magistral.

El primer día fue así, el segundo y tercero también. Al cuarto fue diferente. Rompimos lo pactado, él se volvió a estar a mi lado, se sentó junto a mí. Al quinto día nos mostrábamos más cariñosos en clase, y la semana que vino después fue un punto y aparte de esas estúpidas normas que acordamos. Él y yo nos abrazábamos, íbamos juntos a cualquier lado, éramos uno para el otro. En mi cabeza sólo era importante Stan, lo demás pasaba a un segundo plano. Estaba feliz, realmente lo estaba, había llegado a un punto de equilibrio del que no quería salir. Sin embargo, a veces la vida te pasa factura, y por cada alegría debes pagar un golpe, debes sufrir dolor. Así sucedió.

Una tarde, mientras regresaba a casa de la universidad, pasó algo extraño. Venía en el bus de regreso, escuchando música y mirando cómo llovía. Esa tarde, en medio de la lluvia, vi a ese chico que daba por desaparecido, lo vi nuevamente luego de algunas semanas. Estaba en la entrada de su casa, pero no estaba sólo. Fue extraño, más aun teniendo en cuenta que siempre había problemas si alguien más entraba a su casa. Su acompañante entró con él. Por mi cabeza pasaron mil cosas «¿Ya consiguió novio?, ¿acaso su mamá ya lo sabe?, ¿por eso dejó de hablarme?». Y sí, no debía pensar tanto en eso, Stan y yo estábamos bien, no debería ser así, ¿verdad? Mi alegría y calma se convirtió en ansiedad e incertidumbre, y todo por algo de lo que yo ni siquiera tenía el contexto. Podía ser su primo, algún familiar, algún amigo de la escuela también, no sé, alguien con un vínculo diferente, no necesariamente debía ser su novio.

Aunque no quería pensar mucho en eso, no tuve elección, esa imagen me atormentó por los siguientes 10 minutos hasta llegar a mi destino. Al bajar del bus seguía lloviendo, no llevaba un paraguas, por lo cual tuve que ir en medio de la lluvia, aún escuchando música. Finalmente llegué a casa tras caminar por varios minutos. Me llené la cabeza de preguntas y sentimientos que no deberían golpearme así, y sí, sabía que no era justo con Stan, pero no podía controlar eso tan fácil. Estando ya frente a mi casa intenté abrir la puerta, pero no lograba colocar bien las llaves en su sitio, mi mano estaba temblando. Acto seguido se abrió la puerta, tras ella divisé a una mujer de cabello rubio con un vestido largo.

—¿Craig? Cielo, estás mojado.

—Sí, mamá. Olvidé llevar un paraguas —pasé al interior y me quité mi chaqueta—. ¿Llegaste temprano del trabajo hoy, ¿verdad?

—Sí, hoy no había mucho que hacer en la oficina y nos dieron la tarde libre.

—¿Y papá? —dije de lejos mientras fui al baño a buscar una toalla, dándome cuenta, en el proceso, que mi celular tenía una llamada entrante.

—Se quedó en la cafetería con unos amigos del trabajo, ya sabes cómo es él... Fútbol. —dijo ella, haciendo énfasis en la palabra fútbol.

Cerré la puerta del baño, pretendiendo que iba a cambiarme la ropa. La llamada era de Stan, pero estando mi mamá ahí no podía responder. La rechacé, y en su lugar le dejé un mensaje de texto. "Amor, estoy ocupado con mi mamá, te llamo al rato". Hecho esto pasé a quitarme la ropa y ponerme algo seco y calientito, la lluvia fue torrencial ese día, por suerte no se habían dañado mis audífonos por tanta agua.

Mientras secaba mi cabello me miré al espejo, estaba mojado, con el pelo sobre los ojos, toda la ropa empapada... tal como esa ocasión. Los recuerdos estaban perturbando mis pensamientos, por alguna razón todo lo estaba relacionando con él. No sé si era por lo que vi, o si era algo más fuerte, pero cada cosa que pasaba me traía recuerdos que trataba de borrar. Eran muchas en común con lo que pasó ese día, el beso más apasionado que nos dimos... La lluvia, el chico entrando a su casa, el escenario, todo. Ya era cosa mía, a lo mejor eran celos por lo que vi en el bus, o quizá era que realmente quería saber de él y lo que pasaba.

—Por cierto, Craig —dijo mi mamá desde fuera—, la comida te la dejo en la mesa. Ahora debo ir a buscar a tu hermana, está en las practicas.

—¡Vale mamá, ten cuidado cuando conduzcas! ¡Y gracias!

Terminé lo mío, subí a mi habitación y fui a acostarme para bajar un poco el frío que sentía. Dejé mi teléfono cargando en mi habitación, y luego de estar un rato acostado recordé que mamá me dijo que lo de comer estaba en la mesa, no había almorzado aún y sentía mucha hambre. Me levanté, no tenía más opción, fui a comer un poco, luego iría a dormir.

Mientras bajaba empecé a cuestionarme algunas cosas. ¿Por qué estaba pensando tanto en Tweek?, ¿realmente me afecta si está con alguien más? Por donde viera tenía recuerdos de él, incluso en esa escalera que estaba bajando, donde nos besamos mil y una veces cuando venía a mi casa. Él estaba provocando algo extraño en mí, y ese algo me tenía inseguro.

Bajé las escaleras y fui a la mesa. Tomé asiento y me dispuse a comer... no pude, seguía con esos pensamientos extraños. Estaba dándome cuenta de una realidad que no quería aceptar.

—Supongo que sigo enamorado de él...

Él es Tweek Tweak, y es mi novioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora