Joaquín POV
Las visitas a las casas de cada uno de los representantes de nuestra organización en diversos asuntos me tomo apenas un par de días, a diferencia de mi padre reduje el tiempo al impedirles irse por las ramas, no respondía preguntas de mi vida privada, ellos no necesitaban saber dónde había estado en los últimos años y tampoco pensaba preguntarles su opinión sobre las renovaciones que tenía planeadas para nuestros negocios. La conversación debía ser rápida y concisa.
En cuanto a mi madre me aseguré de que se instalara cómodamente en la villa italiana, perteneciente a la familia desde hacía generaciones, de manera permanente. Sabía que la muerte de Uberto la había dejado trastornada a pesar de haberse preparado durante años para lo peor, así que la había enviado a un lugar tranquilo donde pasaría el resto de su vida en calma, lejos de todo esto.
Ella no estaba precisamente feliz con mi decisión, quería quedarse a ayudarme como si hubiera regresado de la misma edad en que me había ido y tuviera que cuidar de mí, aun no lograba procesar que el niño que vio partir no iba a regresar jamás, sin importar si ella estaba a mi lado o al otro lado del mundo.
Sian se encargó de actualizarme en las pequeñas cosas, esos datos familiares que no eran de interés para un investigador normal, como el reciente matrimonio de uno de nuestros allegados o el nacimiento de nuevos cachorros, en otras circunstancias yo mismo no tendría interés alguno en esos temas, pero con mi reciente nombramiento era necesario que cada nombre nuevo en la familia me fuera informado.
―Tres matrimonios y cinco cachorros, debería enviar obsequios para cada uno. ―exclamé con una media sonrisa sirviéndome vodka sobre un par de hielos, mientras Sian sonreía de vuelta.
―Solo uno de los cachorros nació recientemente, podrías continuar con la tradición de tu padre. ―Uberto solía enviar una canasta con regalos para las nuevas familias, generalmente era mi madre quien se encargaba de armarlas y poner una tarjeta, él solo aceptaba los halagos mientras el nuevo padre le entregaba uno de sus mejores puros.
―Envíame todos los datos de la familia, les haré llegar la canasta. ―Sian sonrió animado y comenzó a anotar rápidamente en su teléfono, cerré la botella guardándola en el bar y me acerqué hasta sentarme en el sofá individual. ― ¿Qué hay de ti? ¿Tendré que enviarles una canasta a ti y a la rubia del bar pronto? ―exclamé antes de llevarme el trago a los labios, el rostro del pelinegro se tiño de un ligero sonrojo y negó rápidamente. Los había observado el par de veces que estuvimos en el club, no eran precisamente discretos. ―No me digas que eres igual a todos en la familia y estás usando a la pobre chica para divertirte.
―No es eso, en realidad me gustaría recibir una de esas canas junto a ella. ―musitó levantando la mirada hasta mi rostro, le miré confundido esperando a que explicara porque no podía hacerlo a lo que él suspiró pesadamente apagando la pantalla del teléfono. ―Es una omega recesiva. ―confesó con tristeza, asentí en señal de comprensión y volví a llevarme el vaso a los labios.
La mafia tenía reglas bastante anticuadas, casarse con un omega recesivo era como serle desleal a la familia entera, pues las posibilidades de que brindara un heredero nuevo eran mínimas. Odiaba esa clase de cosas, la forma en que trataban a los de mi especie era simplemente asqueroso, los recesivos eran moneda de cambio en el bajo mundo, los utilizaban para saciar sus bajos instintos cuando no tenían una pareja destinada aún y cuando se aburrían los dejaban a la deriva, había historias de nuestros abuelos sobre como incluso llegaban a marcarlos para que no pudiera acostarse con otros alfas, para después dejarlos morir de tristeza cuando encontraban a su pareja real. Y estaba decidido a que bajo mi mandato esto no siguiera siendo una práctica común.
―No deberías preocuparte por darle herederos a la familia, se reproducen como conejos y de todas maneras serán mis cachorros los que carguen con esa pesada pena. ―musité dejando la copa en la mesita a mi lado, pasando una pierna sobre la otra dejando mis botas con tacón ancho a la vista, servían bien para alcanzar a los estúpidos alfas que me doblaban la altura y le daban un toque especial a mis atuendos.
ESTÁS LEYENDO
Sr. Bondoni
FanfictionPodemos pretender que somos buenas personas, fingir que somos capaces de amar y que esto no es más que un juego de poder, pero ambos sabíamos en que nos estábamos metiendo cuando te deje entrar en mi cama. Es mi lugar lo que deseas, lo vi en tus ojo...