Premio

1.1K 170 425
                                    

Joaquín POV

Nos llevaron a la estación más cercana dividiéndonos en celdas dependiendo porque razón estábamos ahí, las primeras estaban llenas de adolescentes con identificaciones falsas, después todos los que llevaban armas fuego al momento del arresto y por último estábamos Marcos y yo, ya que los civiles asustados de ir a prisión terminaron por delatarnos como los que iniciaron la pelea.

Era la primera vez que era detenido, irónicamente no tenía antecedentes a pesar de ser considerado un pez gordo entre los más buscados, así que no estaba particularmente preocupado, después de todo acababa de salir de un colegio militar, tenía la edad suficiente para estar dentro del club, no llevaba un arma conmigo y gran parte de los presentes admitieron que Marcos me toco sin mi consentimiento no una sino dos veces. Sin embargo, mi compañero de celda que hacía no mucho tiempo vivía más aquí que en su casa, parecía un animal enjaulado, moviéndose de un lado a otro y maldiciendo por lo bajo.

―Todo esto es tu culpa, tú y tus jodidos juegos para tratar de humillarme. ―puse los ojos en blanco, llevábamos cuarenta minutos aquí y había repetido de mil formas diferentes como le había tendido una trampa, se estaba volviendo aburrido.

―A pesar de lo que tu ego te hace creer, no me paso el día organizando planes maestros para destruirte. ―musité cruzándome de piernas y mirándole finalmente, era como un niño, mientras más lo ignorabas más trataba de ganar tu atención. Se detuvo recargándose contra la pared más alejada de mí y pude notar como la borrachera inicial se le había pasado en el calor del momento. Sonrió sin gracia y negó lentamente.

―Ha sido tu perro faldero el que armo todo esto ¿y quieres que piense que actuó por cuenta propia? ―levanté una ceja sorprendido de la rabia que le tenía a Eduardo, la mayoría de mi gente mantenía cierto nivel de desagrado con los uniformados, no era nada nuevo un insulto de vez en cuando, pero el coraje de Marcos ni siquiera iba dirigido al puesto de Barquín, sino a su relación directa conmigo. ―Primero apareces en mi club sin previo aviso, ni una elaborada entrada como todos sabemos te gusta hacer, con ese jodido perfume encima que sabías iba a distraerme. Luego armaste una pelea sin razón y de la nada tu patético infiltrado del FBI se encarga de una revisión de "rutina". Al menos ten las agallas para admitir que te aterra que les muestre a todos que puedo hacerlo mejor que tú.

Le escuché atentamente, después de todo no tenía nada mejor que hacer y estaba claro que no iba a callarse hasta que saliera de aquí, debía admitir que los hechos habían estado bastante bien sincronizados, pero de haber sido un plan de mi organización, ninguno de mis hombres habría terminado aquí.

― ¿Terminaste? ―exclamé mirándole como a un niño que hace una rabieta, para quejarse tanto de mi corta edad, a veces sentía que él que estaba lidiando con un adolescente era yo. Bufó furioso y no pude evitar reírme por lo bajo, haciéndolo gruñir de inmediato. ― ¿Qué crees que va a pasar exactamente? ¿Qué mi familia va a verte con tus inexpertos seguidores trabajando en pequeños trabajos y se va a dar cuenta que perdieron al mejor jefe que pudieron haber tenido? Ni siquiera sabes seguir las reglas básicas de la organización.

―Conozco las reglas mejor que tú, llevó aquí más tiempo y tu padre me enseño más de lo que tu pudiste aprender donde sea que hayas estado. ―exclamó cruzándose de brazos, suspiré tranquilamente y me puse de pie acercándome lentamente hasta él, quedando cara a cara.

―Honestamente, Emilio, no me importa en absoluto lo que pienses de mi liderazgo, ni si piensas que eres mejor, mucho menos temo que mágicamente te ganes mi lugar, el único que está aterrado aquí eres tú. Tanto es así que preferiste darle la vuelta a la familia que te dio un lugar que tus propios parientes jamás pudieron darte, antes de tener que aceptar que sé hacer mi trabajo perfectamente. ―musité con seriedad, el olor a jengibre lleno la celda dejando en claro que estaba más que furioso. ―Llevas aquí cinco años y crees saberlo todo, yo llevo quince años preparándome para esto y por eso es que sé que tu plan ha sido un error desde el principio. Así que no tengo que preocuparme de armar planes por mi cuenta para destruirte. Tú solo cavaste el hueco en el que estás ahora, no trates de culparme.

Sr. BondoniDonde viven las historias. Descúbrelo ahora