Castigo

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Emilio POV

Los días posteriores al arresto tuve que poner mis asuntos en orden, el juego que Barquín había propuesto era más que tentador y estaba dispuesto a llevarme la partida, así que di un paso atrás para replantear la estrategia que tomaría para acercarme a Joaquín, sin llegar a mezclar los asuntos de nuestras organizaciones.

Investigué cuales eran sus actividades fuera del trabajo, a donde iba a pasar el rato o si es que prefería quedarse en casa, nadie hablaría de su rutina privada, pero no tenían problema con mencionar su bebida favorita en el club o los días en que iba a tomar algo. Después de casi dos semanas decidí hacer el primer movimiento y presentarme frente a él.

El club estaba lleno como era normal un viernes por la noche, un nuevo DJ tocaba por primera vez y habían tenido que agregar un ayudante en la barra para sobrellevar la carga de trabajo.

Logré entrar casi de inmediato y espere pacientemente a verlo llegar. Su entrada era digna de ser vista, la gente se detenía a mirarlo por sus llamativos atuendos y los hombres que le rodeaban, era como si el mar de civiles se abriera a su paso para evitar molestarlo. A diferencia de la última vez, acudí completamente solo, llevaba mi arma, pero estaba consciente de que me la quitarían antes de siquiera subir un escalón, pero con mis nuevos planes no importaba demasiado. Cinco minutos después de verlo entrar a la sala privada me acerqué al guardia en las escaleras y él murmuró mi nombre en el radio para confirmar sí podía subir.

―Tiene luz verde mientras respete el protocolo. ―musitó una voz vagamente familiar en el radio del guardia, éste asintió como si pudieran verlo y otro de sus compañeros se encargo de revisarme. Al llegar arriba Sian estaba parado frente a las escaleras con el rostro lleno de preguntas y el ceño fruncido, le dedique una sonrisa y levanté una ceja rodeándole los hombros con un brazo.

― ¿Qué crees que estás haciendo aquí? ¿Cuántas veces crees que van a perdonarte la vida? ―exclamó mientras caminábamos rumbo a la sala, suspiré mirándole de reojo y me encogí de hombros, esperaba que las suficientes para cumplir mi objetivo.

―No he venido a pelear, si eso es lo que te preocupa. ―respondí con simpleza, ganándome una mirada incrédula de su parta. ―Solo quiero hablar con Joaquín como personas civilizadas.

―Emilio, no creo que esto sea una buena idea. ―musitó deteniéndome a unos pasos de la sala, le sonreí restándole importancia, pero él me detuvo con una mirada insistente. ―Confía en mí y vete de aquí.

―Creo que te estás volviendo paranoico, Bondoni me dejo subir y entregué mi arma abajo, nada malo va a pasar. ―puso los ojos en blanco y antes de que pudiera continuar con su monologo de las razones por las que debía irme, la puerta de la sala fue abierta mostrando el rostro del chico rubio que seguía a Joaquín desde el primer día.

―Sian, el señor Bondoni está esperando su bebida. ―musitó con seriedad, el pelinegro frente a mí asintió apartando su agarré de mis hombros y dando un paso atrás, con la intención de rodearme para ir a buscar el trago que le habían pedido, susurrándome al oído un "vete", antes de alejarse completamente. ―Marcos, te están esperando.

―Claro. ―respondí con una media sonrisa siguiéndolo adentro. Las puertas de cristal se cerraron a mis espaldas y nuestras miradas se encontraron casi al instante.

―Marcos. ―exclamó levantándose del asiento con singular gracia mostrando el inicio de un par de cadenas doradas que colgaban de sus hombros hasta su espalda. ― ¿Qué te trae por aquí de nuevo?

―Quisiera hablar con usted...a solas de ser posible. ―respondí aclarándome la garganta, levantó una ceja y sonrió de lado con cierta curiosidad brillando en sus ojos.

Sr. BondoniDonde viven las historias. Descúbrelo ahora