Extra: Familia

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Joaquín POV

Cerré los ojos con la brisa de otoño golpeando mi rostro, disfrutando la calma que traía el atardecer, no podía creer que habían pasado tres años desde que llegamos aquí, a veces incluso me sentía incrédulo de que hace seis años éramos parte de la mafia, que fuimos enemigos, asesinamos personas y perdimos amigos en el camino, pero sin importar el largo camino, me gustaba el destino.

Tenía a Emilio a mi lado, había tenido una boda preciosa con ese mismo atardecer de fondo y dos cachorros preciosos con los ojos de mi alfa, era todo lo que un día creí perdido, lo que mi omega temía no tener jamás.

Abrí los ojos lentamente cuando un brazo me rodeo por la cintura y me recargué sobre su pecho mientras un beso caía sobre mi cuello.

― ¿Qué piensa, Sr. Marcos? ―sonreí a medias sintiendo su sonrisa en mi cuello, le gustaba bromear con mi cambio de apellido desde la boda y honestamente me gustaba como se escuchaba, era como si hubiera encontrado la parte de mí que faltaba, soltando por completo nuestra vida pasada.

―Nada importante. ―murmuré girándome entre sus brazos para colgar los míos a su cuello. ― ¿Están dormidos? ―Sian y Leo, nuestros cachorros de tres años. Nos habían tomado por sorpresa en el octavo mes, cuando el enorme Sian dejo ver a su pequeño hermano en uno de los últimos ultrasonidos. Emilio asintió orgulloso de lograr dormirlos juntos y se inclinó dejando un beso en mis labios.

― ¿Quieres cenar afuera? ―asentí rozando su nariz con la mía y absorbiendo su aroma como una droga a la que me había vuelto adicto, su celo estaba cerca, podía sentirlo con cada fibra de mi ser.

Con dos cachorros en la casa no podíamos disfrutar esos momentos como antes, en especial desde que habían aprendido que, si se subían uno encima del otro, alcanzaban las perillas de las puertas, así que le pedíamos a Azul que los cuidara y nosotros le regresábamos el favor cuando Andrés venía a Italia.

Habían empezado a salir apenas hacia un año, pero la rubia todavía no se sentía cómoda con que llevaran a Isabella con ellos, era su primera relación desde Sian y no quería que se encariñara con Andrés si al final no funcionaba, así que la traía a la casa para pasar la tarde con los niños. Aunque por lo que sabía, Andrés estaba algo emocionado con la idea de hacer una familia con el par de rubias.

― ¡Papá! ―un llanto nos hizo apartarnos y dos diminutos cuerpos enfundados en pijamas de alguna caricatura salieron por la puerta al patio, Leo sostenía un oso roto entre sus manos, mientras Sian nos miraba con aires culpables.

―Creí que estaban dormidos. ―susurré mirando de reojo a mi alfa que fruncía el ceño confundido.

―Los deje dormidos. ―se defendió mirándoles hasta que el más pequeño choco con mis piernas y Sian se detuvo a unos pasos de distancia.

―Sian rompió mi oso. ―suspiré tomando a Leo en brazos y Emilio se acercó hasta tomar al acusado del piso, aparte de la diferencia en estatura, eran como dos gotas de agua, idénticos para aquellos que no les conocían como nosotros.

― ¿Qué fue lo que paso? ―musité mirando al castaño en brazos de mi alfa que jugaba con sus manitas nerviosamente.

―Vimos ventana y queríamos venir tigo. ―murmuró apenado, habían cambiado recientemente de tener cunas a camas para niños un poco más grandes, así que no me sorprendía en absoluto que se hubieran bajado para observarnos desde su ventana. ―Leo taía su oso, se toro con la pueta y jalamos muy fuete.

― ¡Tú jalaste fuete! Yo jale poquito. ―masculló el rizado sollozante en mis brazos, Leo era tan emocional como solo Emilio podría serlo, mientras que Sian era un poco más tranquilo y podía explicarse claramente, eso los hacía discutir constantemente, al menos cuando no estaban armando travesuras juntos.

Sr. BondoniDonde viven las historias. Descúbrelo ahora