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Joaquín POV

El primer día de mi celo tuve que quedarme en casa, había tomado supresores e inhibidores de feromonas, lo que haría difícil que cualquiera notara mi estado, pero mi omega estaba inusualmente terco, resistiéndose tanto como le era posible al efecto de los medicamentos y no estaba seguro quien o que lo tenía tan alterado.

Solo una vez actuó de esa manera antes, cuando comencé a entrenar con los alfas del colegio, mi omega tenía problemas para sobrellevar la cantidad de hormonas a mi alrededor, provocando que mis primeros celos fueran insoportables y tempestuosos, llegando incluso a que mis superiores tuvieran que encerrarme en un cuarto aislados para evitar que alguno de mis compañeros me lastimara. Al menos eso me dijeron al principio, después me enteré que Uberto les había advertido que no quería que ningún alfa me marcara.

Con los años aprendí a manejarlo, usaba mis pastillas cuando era necesario y mi omega no tenía especial interés en ninguno de los alfas a mi alrededor, así que su repentino malestar me mantuvo alerta de cualquiera a mi alrededor. Probé a cada uno de mis guardias pidiéndoles que entraran a la casa con cualquier excusa, tenía que asegurarme que no fuera uno de ellos, pues de ser así tendría que sacarlo de mi equipo lo antes posible. Mi omega ni siquiera parecía prestarles atención.

Lo que me llevó a meditar sobre los otros alfas con los que había tenido contacto en los últimos días, descartando a todos aquellos con los que compartía genes, hasta llegar a únicamente dos personas, Barquín y Marcos. Cualquiera de los dos suponía un problema, tenía asuntos pendientes con ambos, podía alejar a Marcos lo más posible, no había nada que me obligara a continuar con este juego de niños, pero la parte más testaruda de mí, se negaba a dejar las cosas por la paz.

Necesitaba demostrarle que mis palabras eran ciertas, que por mucho que lo intentará, no estaba listo para el puesto que tanto anhelaba y sabía que era una tontería cuando probablemente terminaría muerto si seguía jugando con su suerte, sin embargo, personas que apreciaba profundamente se preocupaban por él, incluyendo a mi difunto padre. Quizás Marcos no era el único con problemas paternales.

Con Eduardo, por otro lado, lo único que podía hacer era pedir que cambiaran al oficial a cargo, todo era demasiado reciente y nadie pondría a discusión mis peticiones, podía señalarlo como demasiado joven, pero incluso con todos los problemas que causaba tener un agente que seguía buscando cambiar al mundo con buenas obras, había algo en él que me hacía confiar en su palabra, era la clase de persona que me hubiera gustado ser de no haber nacido con una cruz en mi espalda.

Así que tomé la decisión de manejarlo de manera más cautelosa, nadie aparte de mí lo sabía y no tenían que saberlo, lo que le había dicho a Eduardo era verdad, no estaba buscando un alfa para unirme, no quería que empezaran a desviar mis órdenes a través de una marca en mi cuello y conociendo las costumbres de mi familia, sabía que eran capaces de votar para que mi destinado fuera quien tomara mi lugar mientras yo me dedicaba a cuidar cachorros.

Era mejor estar solo por ahora, y quizás el ahora era solo otra razón para negarme a deshacerme de ellos permanentemente, no sabía que traería el futuro, no había tomado una decisión sobre tener una familia y me temía que de ser ciertas mis sospechas, renunciaría a esa opción al hacerlos desaparecer.

Tuve esas primeras veinticuatro horas para pensarlo de una y mil formas, hasta que logre que mi omega volviera a su lugar, reservado e introspectivo, doblegándose al efecto de las medicinas para dejarme volver al trabajo. Sian me mantuvo informado de lo que ocurría afuera por medio de mensajes, aparte de una pequeña confusión entre nuestra vigilancia y un pequeño grupo de oficiales, todo estaba yendo bien.

Retomé mis labores para el segundo día, ocultando el rastro de mi celo el resto de la semana y manteniéndome lo más lejos posible de aquello que había vuelto loco a mi omega, cerramos negociaciones, entregamos mercancías y nos reunimos para hablar del asunto con el FBI, pasaron exactamente quince días antes de tener que volver a ver a Barquín.

Sr. BondoniDonde viven las historias. Descúbrelo ahora