Joaquín POV
La guerra que estuve evitando por tanto tiempo de pronto era insostenible, la familia quería venganza por lo ocurrido en el club, apenas llegue a casa esa noche fui recibido por la mitad de mis parientes esperando por una respuesta de mi parte para todo lo que Marcos había estado haciendo, querían saber porque no lo había detenido antes y porque no estaban ahora mismo buscando su cabeza.
No podía explicarles claramente lo que había de fondo, las razones por las que una guerra directa con Emilio era la menor de mis preocupaciones, porque si esa información se filtraba quedaríamos demasiado expuestos y no era una riesgo que pudiera correr, en cambio acepte que el problema se había salido de control y que era momento de tomar la situación en nuestras manos.
Desde entonces el fuego que causaban los seguidores del Halcón eran apagados de inmediato por nuestra gente, mientras ellos trataban de generar caos mis aliados silenciaban sus voces y dejaban en claro que teníamos una jerarquía que un montón de criminales inexpertos no iban a destruir. La pena dependía del agravio, robos menores terminaban con una golpiza que los dejaría en cama un par de días, atentados directos contra nosotros o la forma en que se manejaban las cosas en este mundo, eran un boleto gratis para el fondo del mar.
Teníamos demasiado tiempo sin presenciar una masacre de esa magnitud, gozamos de muchos años de fingida paz y ahora las organizaciones que creían que esto se trataba solo de negocios ilícitos parecían sorprendidos con las muertes a las manos de nuestra gente. La mitad de nosotros éramos asesinos, no era la forma en que hubiera querido que todo terminara, pero él me empujo hasta que no tuve otra opción y ahora me veía noche tras noche limpiando sangre de mis manos.
Había regla que solíamos respetar incluso mejor que la lealtad, si querías ser parte de nosotros eran lo primero que te enseñarían los Capodecinas*, un miembro de la mafia italiana no mata a un hombre bueno sin razón, aunque nuestro nombre trajera consigo mala reputación, esa regla fue nuestro manta por generaciones enteras, las muertes eran evitadas lo más posible, ahora parecía demasiado lejano el día en que prometimos cumplirla. La mayoría de los muertos eran solo jóvenes idiotas con anhelos de convertirse en el próximo Padrino, el único verdadero culpable era quien les dio esperanzas de que eso era posible.
Sabía que tarde o temprano esto terminaría con cualquiera de los dos, quise prevenirlo cientos de veces, sabiendo que la muerte de cualquiera nos destruiría a ambos, pero jamás quiso escuchar y ahora cuando sus llamadas no paraban y los mensajes se amontonaban en la bandeja de entrada, era demasiado tarde para enmendar los errores.
Ya no tenía manera de acabar con esto sin que la muerte nos llevara al infierno juntos.
En mi reunión con Andrés me encargué de que perdiera a su mejor cliente, una buena oferta sobre la mesa y la gloria que sentían muchos al usar nuestro nombre como sus proveedores, fue suficiente para que el pelinegro regresara a nosotros sin siquiera meditarlo.
―Debo decir que estaba esperando el momento en que decidieran detener al grupo de Marcos. ―murmuró clavando su mirada en la mía desde el otro lado de la mesa, después de un rato discutiendo negocios en mi oficina le invité a pasar al jardín para continuar con nuestros acuerdos y beber algo. Ahora que el club estaba siendo remodelado no tenía más opción que hacer mi trabajo desde casa.
Le miré con una media sonrisa, Andrés, al igual que yo, era nuevo en su puesto, pero no nuevo en el negocio, su padre era jefe de un grupo no muy grande parecido al nuestro, llegaron desde Sicilia años atrás y se abrieron camino en las últimas décadas, sin embargo, el señor Vázquez había muerto de un infarto hacía meses y ahora Andrés era el nuevo jefe.
Su aspecto era diferente a cualquier jefe que conociera, sus brazos estaban marcados por cientos de tatuajes con significados que solo él conocía, según rumores la tinta iba también por debajo de su ropa y cubría gran parte de su pecho, su porte era altanero e imponente, era la clase de alfa que haría temblar a cualquier civil en mitad de la calle, su mirada oscura, cuerpo marcado e inalcanzable altura era digna de detenerse a mirar.
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Sr. Bondoni
FanfictionPodemos pretender que somos buenas personas, fingir que somos capaces de amar y que esto no es más que un juego de poder, pero ambos sabíamos en que nos estábamos metiendo cuando te deje entrar en mi cama. Es mi lugar lo que deseas, lo vi en tus ojo...