Declaración de guerra

1.3K 171 576
                                    

Joaquín POV

Dos semanas pasaron desde la boda, Sian y Azul se fueron de luna de miel y todos regresamos a nuestras vidas como si nada hubiera sucedido, retome los asuntos pendientes con el FBI y tuve un par de reuniones privadas con clientes potenciales que quería total anonimato.

No volví a pensar en lo que hicimos esa noche, no culpaba al alcohol o las circunstancias, pero tampoco tenía un primordial interés en dejar que mi omega volviera a tomar la iniciativa de esa manera, Emilio era un daño colateral que no podía dejar entrar a mi vida de manera permanente, la familia no confiaba en él y era demasiado explosivo para manejar los problemas que causaría a largo plazo.

Sin embargo, Marcos, como el insolente alfa que no sabía seguir reglas que era, decidió que las reglas estaban hechas para romperse. Empezó a tomarse las noches libres para estacionar su auto a las afueras del club como si creyera seriamente que iba a dejar todo para subir con él, después consiguió mi teléfono privado y comenzaron las llamadas nocturna preguntando si podíamos vernos. Ignoré todo llegando al punto de bloquear sus múltiples números hasta que decidió asentarse a las afueras de mi propiedad.

―Señor, el auto de Marcos está afuera de nuevo. ―anunció Diego adentrándose a la casa, tenía media hora desde que llegamos del club, había sido un largo día de reuniones y lo único que quería era un vodka en las rocas mientras descansaba en la sala que daba al jardín. ― ¿Activamos el protocolo?

Normalmente cuando alguien decidía vigilar la casa del jefe, el equipo de seguridad se encargaba del asunto, si era un agente que buscaba evidencias terminaría en las notas de desaparición y difícilmente darían con su cuerpo, si se trataba de un idiota que soñaba con ser parte de la organización, lo asustaban lo suficiente para que no le quedaran ganas de volver. Prácticamente nunca se trataba con el jefe de otra organización, pero era consciente de que mis guardias no dudarían en poner un punto final al acoso de Emilio, en especial ahora que no estaba Sian para interceder por él, pues el resto no le tenía tanto apreció como el pelinegro.

―Yo me haré cargo. ―musité dejando mi trago a la mitad sobre la mesita de centro y levantándome con él siguiéndome de cerca. Tomé mi arma del sofá y salimos de la casa rumbo a la entrada que daba a la carretera, Diego y Mariano iban a un par de pesos detrás de mí y tan pronto su mirada atrapo la mía, Marcos salió del auto. ―Si en diez minutos no se va, continua con el protocolo para civiles.

Diego asintió de inmediato y con una señal los hombres de la puerta me dejaron salir, sin necesidad de pedirlo Diego se retiró llevándose con él a Mariano de vuelta a la casa, al mismo tiempo en que los hombres regresaban a la caseta.

― ¿Qué estás haciendo aquí? ―murmuré con visible cansancio, él trato de acercarse, pero estiré le brazo negando de inmediato. ―No estoy de humor, Emilio.

―Estás evitándome de nuevo. ―suspiré pesadamente y le miré con cierta frustración, no entendía que le hacía tan difícil seguir mis reglas. ―No podemos fingir que no sabemos lo que somos y que esa noche no paso.

―Te advertí que no podía darte nada más y aceptaste mi acuerdo. No puedes cambiar las reglas a tu antojo. ―respondí con sencillez, debí saber que su terca forma de ser le impediría avanzar y dejar todo como una aventura.

― ¿Qué quieres que haga para poder estar juntos? ―sonreí sin gracia y suspiré levantando el rostro al cielo, era una noche fría y caían unas cuantas gotas de lluvia que pronto se convertirían en una tormenta.

―No quiero que hagas nada, porque no pienso tener nada contigo. ―musité con seguridad bajando la mirada de vuelta a su rostro, el rechazo siempre cambiaba su aroma y ahora era tan consciente de él, que me era imposible ignorarlo, precisamente por esto sabía que debíamos guardar nuestras distancias desde el principio. Él no sabía aceptar un no y yo no tenía tiempo para esto.

Sr. BondoniDonde viven las historias. Descúbrelo ahora