Destinados

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Joaquín POV

Tomé un respiró, me coloqué el saco negro que usaba en contadas ocasiones y salí de la casa para encontrarme con mi equipo esperando por mí con la camioneta lista, debía asistir a una entrega de medianoche en los muelles, nuestros camiones estaban en el lugar junto a la mitad de los distribuidores que teníamos a lo largo del país y solo faltábamos nosotros, así que debíamos apresurarnos.

― ¿Dónde está, Emilio? ―musitó Sian inclinándose al abrirme la puerta, le dediqué una sonrisa de lado solo para verlo negar poniendo los ojos en blanco.

Me había enterado del encuentro entre Marcos y Barquín a la mañana siguiente del arresto, teníamos oídos y ojos en toda la maldita ciudad, debieron saber que si iban a discutir un tema relacionado conmigo terminaría por llegar a mí, en especial si lo hacían en mitad de la calle a viva voz.

Al principio pensé en dejarlo pasar, eran un par de idiotas que creían saber lo que yo quería como si tuviera alguna clase de intimidad con cualquiera de ellos, pero conforme pasaron los días y me di cuenta que su estúpido juego iba enserio, una creciente rabia en mi interior me hizo tomar la situación con mayor mesura.

Sian, que estaba enterado de lo que ocurría, trato de intervenir una vez más por Emilio, argumentando que era estúpido y explosivo cuando lo desafiaban, pero después de perdonarle más de una de sus tonterías, creía que era momento de que recibiera una muestra de lo que era la verdadera disciplina.

En cuanto a Eduardo, tenía planes algo diferentes, debía saber que no era uno de sus personajes ficticios que querían ser salvados, a pesar de mis rasgos en los que podía llegar a creer que era tan inocente como mi edad lo aparentaba, no había nada más lejano de la realidad, no necesitaba un héroe que viniera a resolverme la vida.

Por suerte, esa noche mataría dos pájaros de un tiro.

Marcos estaba encerrado en una habitación de huéspedes amarrado a los doseles de la cama con un aromatizante soltando cada diez minutos las suficientes feromonas para que su celo fuera insoportable. Y según mis últimos informes, Barquín estaba en una patrulla no muy lejos de los muelles, mis hombres incluso habían preguntado si debían ocuparse de él antes de que llegara, pero ya que quería observar el espectáculo, íbamos a darle algo bueno que recordara la próxima vez que se creara ideas sobre la bondad de mi corazón.

― ¿Ya han iniciado a cargar los camiones? ―pregunté al teléfono, tenía un encargado que se dedicaba a gestionar todas las entregas de los muelles, tenía experiencia en el área y nos venía bien un experto en el lugar.

―El primer lote está lleno, están comenzando con el segundo y los distribuidores están esperando por usted para sellar los acuerdos, señor. ―nos faltaban aproximadamente diez minutos para llegar ahí. ―El policía sigue observando todo, hemos vigilado que no tenga cámaras en él, pero está poniendo a la gente nerviosa.

―Tranquilo, llegaremos en un momento y nos encargaremos de él, ustedes continúen con lo que están haciendo. ―musité observando de reojo la carretera dejando los edificios y el tráfico atrás.

Corté la llamada apenas obtuve una confirmación del otro lado, las llamadas no debían ser muy largas como una precaución, así que los saludos y despedidas iban de sobra.

A unos metros de llegar a los muelles, estaba la patrulla de la que me habían informado antes, no se trataba de las que usaban los oficiales normales, era más bien un auto negro que cualquier otra persona pasaría por alto. Diego sabía perfectamente mis planes para la noche, así que apagó las luces de la camioneta y bajo la velocidad antes de entrar en el radar de Barquín, estacionando a unos pasos tan silenciosamente como lo haría un puma en mitad de la noche.

Sr. BondoniDonde viven las historias. Descúbrelo ahora