Lealtad

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Emilio POV

Era pasada la medianoche cuando Sian aparco su auto frente a mi área de vigilancia, teníamos dos semanas sin vernos, ahora que él era uno de los guardaespaldas personales de Bondoni y yo había vuelto a ser uno más de los guardias en las calles era prácticamente imposible encontrarnos.

Por lo que sabía el chico estaba adaptándose rápidamente al puesto, esperaba que hubiera al menos uno dentro de la familia le complicara las cosas, que mostrara su descontento con un adolescente tomando el mano, pero todos parecían haberlo aceptado tan tranquilamente que no podía evitar sentirme frustrado. Bondoni ni siquiera estaba al tanto de todo lo que ocurrió aquí en su ausencia, lo mismo hubiera dado poner a un jodido civil al mando.

Debía admitir que el coraje que sentía estaba saliendo en cada oportunidad que tenía, lo que tampoco me daba buena imagen con los líderes de la familia, que eran los únicos que podían sacarme del jodido hoyo donde el nuevo jefe me había lanzado, pero no era capaz de controlarme, los estúpidos hijos de los hermanos de Uberto me miraban con cierta burla cada que nos encontrábamos y escuchaba los murmullos en el club sobre mi abrupta caída después de autonombrarme jefe.

Y cada una de esas palabras las sentía como si el mismo Joaquín las estuviera regando entre sus jodidos primos, me imaginaba siendo el chiste de todos sus putos familiares y estaba harto, así que explotaba con cualquier idiota que intentaba interferir en nuestros asuntos. Lo cual me había llevado a la estación más de una vez, con la abogada de la organización presentándose a pagar la multa y un montón de mensajes del nuevo jefe en mi teléfono amenazándome con tomar represalias si continuaba con mi actitud.

―No deberías continuar por este camino, el nuevo Señor Bondoni no te tiene las mismas consideraciones que su padre. ―musitó Alejandra entregándome la chaqueta que me habían quitado al entrar, bufé pesadamente y me detuve frente a las escaleras de la estación. ―Si quieres regresar a tu puesto, tienes que ganarte su confianza, no meterte en cada pelea que puedas.

―No me interesa mi viejo puesto, no soportaría que un niño me diera ordenes todo el día. ―mascullé pasándome las manos por el cabello.

―Eres solo tres años mayor, esa reacción la esperaría de los hermanos de Uberto. ―puse los ojos en blanco y ella suspiró pesadamente. ―Hay reglas y leyes dentro de la familia que ni siquiera conoces, Emilio. Sé que Uberto te hizo sentir uno más de ellos, pero lo cierto es que no lo eres. Esos hombres prefieren ser comandados por un joven omega, antes de dejar que alguien que no tenga su sangre les de órdenes. ―estaba por asentir en señal de que lo sabía, me había quedado bastante claro que ninguno de ellos me quería ahí desde el principio, pero toda mi atención se detuvo en un simple trozo de información que desconocía hasta ahora.

― ¿Joven omega? ―musité mirándola fijamente, a lo que ella frunció ligeramente el ceño sorprendida con mi pregunta. ― ¿Bondoni es un omega? ―la castaña asintió sin darle importancia.

―Pensé que lo sabías, no es ningún secreto. ―nunca me detuve a preguntar sobre el hijo perdido de Uberto, lo poco que sabía eran los rumores que corrían entre los guardias y lo poco que Sian me había contado, nadie había mencionado que era un omega. Eso explicaba el aroma que percibía cada que estaba cerca. ―Escucha, si tienes intenciones de quedarte con nosotros, deberás empezar a tomar más en serio las reglas, porque no solo Joaquín te tiene en la mira ahora.

― ¿Qué significa eso? ―murmuré con una ceja alzada sintiendo las primeras gotas de la lluvia caer sobre nosotros.

―Los viejos en la mesa de juntas no aceptan bien que quieran romper sus leyes y tú has estado probando sus limites desde hace meses, ahora que no tienes a Uberto de tu lado, tienes que aprender a cuidarte por ti mismo. Y la única forma de hacerlo es que respetes como funciona este juego. ―un joven en traje negro se acercó corriendo con una sombrilla para la castaña frente a mí, incluso ella era protegida por el grupo, después de todo era de los pocos abogados que aceptarían este trabajo. ―Tengo que irme, espero que sea la última vez que tenga que salir de mi casa en mitad de la noche por tus peleas.

Sr. BondoniDonde viven las historias. Descúbrelo ahora