Ariel Byrne
A la mañana siguiente, desperté y lo primero que hice fue realizar un debate interno entre sí asistir a la escuela o no. Por una parte, no quería quedarme en casa, había escuchado la puerta principal abrirse y cerrarse indicándome que mamá se había ido a trabajar. Cuando entré anoche, la vi despierta, sentada frente al televisor y me vió pasar sin decirme ni una sola palabra, mamá no habla mucho y es el menor de mis problemas en caso de que también le hayan enviado la fotografía a ella o a alguno de sus colegas. Mamá no pierde el tiempo regañándome, se la pasa ocupada y preocupada en otros asuntos mucho más importantes, como el dinero que tiene que depositar de impuestos a fin de mes.
De todas formas, me hubiese gustado que ella también me diera un abrazo.
Me puse de pie y tomé una ducha aún analizando mis posibilidades. Tenía que entregar un examen de literatura y tenía que presentarme al entrenamiento si no quería quedar fuera de la competencia final. No tenía ánimos sinceramente, pero yo solita me los di cuando escuché el ruido de una botella estampándose en la pared en la sala de estar.
Hoy no era un buen día, ni para mí, ni para papá.
Me abotoné la camisa blanca del uniforme y me pasé la falda por las piernas. Peiné mi cabello en una coleta y salí de la habitación con la mochila en mis hombros. Como lo esperaba, mi padre apenas se podía levantar del sofá.
-Tráeme una cerveza antes de que te vayas. -Ni siquiera volteó a verme y yo, aunque quise hacerlo, no me atreví a juntar los restos de vidrios rotos de la botella que estaban esparcidos en el suelo, supongo que deberá tener cuidado si no quiere lastimarse, porque yo de ninguna manera voy a plantarme allí, tan cerca de él. Me adentré a la cocina y saqué una cerveza de la nevera, no sin antes leer la pequeña nota que mamá había dejado para mí en la encimera.
Dejé el auto, llévatelo a clases.
Todo estará bien, has pasado por cosas peores.
Lo último casi me hizo llorar, pero cuando mi padre me gritó para que me apurara, guardé la nota y dejé la cerveza en la mesita a su lado. Antes de salir y de haber tomado las llaves del auto, hizo que me detuviera para escucharlo.
-Hija, no tardes mucho porque tengo hambre y quiero que cocines algo para mi. -Me mordí el labio para no decir nada. Asentí aunque él no pudiese verme y rápidamente me puse en camino a la escuela.
Detesto cuando me llama hija, porque un padre no hace las cosas que él ha hecho.
Apenas crucé la entrada de la escuela, todas las miradas -o eso sentía- estaban puestas en mí. Respiré hondo y los ignoré a todos, fue mucho más fácil cuando Pauline se reunió conmigo y me acompañó en todas mis clases, aunque ella no estaba enlistada en ninguna, a excepción de la de literatura. Presentamos el examen y fuimos a desayunar a la cafetería. James se apartó de sus amigos para sentarse con nosotras.
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Cicatrices |Timothée Chalamet|
Teen Fiction"Las cicatrices que tenemos en el cuerpo son recuerdos, motivaciones y pasiones." Esta es desafortunadamente la historia de un chico malo, uno que se doblega únicamente ante una pelirroja que parece siempre estar en el lugar incorrecto, con las pers...